Para Rosa, porque sabes emocionarme.
Es como todo, despues de la primera vez desaparece el miedo y se vuelve posible, quizás hasta se pierda el miedo y el sentido de la medida de las cosas. Fíjate, la primera vez que viajé tenía cuatro meses y el avión volaba igualito a los de hoy, ahora son mucho más frecuentes, quizás más baratos. Todos los años que siguieron tomé un avión, hacia arriba, hacia abajo, a la derecha, a la izquierda; expatriada desde la cuna, he pasado mi vida adulta entre dos continentes: la culpa la tienen mis padres, por supuesto, venirse a vivir al Canadá, ¡qué ocurrencia! Y ya, así se te pega el alma de vagabundo, trotamundos, viajero, y yo como ellos de aquí para allá como si no fuera tan difícil y en realidad no lo es. Quizas sea un poco inconsciente porque siempre creo que todo saldrá bien y será una aventura que me enriquecerá. Claro que en el proceso protesto, pero no miro atrás, y así llevo a los míos a otros pagos... Ahora mi patria es más redonda que para la mayoría de la gente, tiene más kilómetros, más paisajes y se hablan más idiomas. Nada más. Despues de haber salido, Rosita amiga, es cuestión de mirar para adelante y seguir andando. ¿Los afectos? Sí, claro es lo más difícil, uno va dejando pedacitos de sí misma por todas partes. Lo más gracioso es que yo no fui a buscar nada nuevo en los lugares donde viví, era pura curiosidad. Y te voy a decir que se la necesita para pegar el salto. Vos sos española, yo soy inmigrante de familia de inmigrantes, de abuelos inmigrantes. ¿Estará en la sangre? Francisco Negrete Porras, mi bisabuelo, a mediados del siglo XIX salió de su provincia de Málaga, donde vivía en las montañas; un día, acercándose los cuarenta años de edad, se embarcó y llegó a la Argentina, luego a San Juan: ¿Quién sabe como llegó a Salta, para terminar de médico de los ferrocarriles! Y así mi sangre, contaminada por el virus del viaje... No, no me admires amiga, yo solo sé viajar y volver a empezar
Pepeperooo, claro, ¡cómo no lo había pensado antes... ! Había algo en ti que yo no sabía... Intuía, claro, presentía, y siempre siempre lo tenía en la punta de la lengua, y... merde, merde,merde, era esto: ¡todo empezó en Canillas de Aceituno! ¡¿no podía ser de otro modo!
ResponderEliminarEres literaria, amiga mía. Pura Literatura.
te mando un beso, un masaje lumbar y te pido un clon de ese virus, metido en un tarrito de cristal, para inocularmelo un poco...
Rosa
:-)
ResponderEliminarbank