La tierra se calienta con el sol de agosto, sube el calor, se produce con los vientos una tormenta eléctrica violenta, a la tardecita, y cae tanta agua que se inundan las calles, en poquísimo tiempo, pero pasa el viento, se va el agua, vuelve a salir el sol. Uno se olvida que ocurrió.
Todos los días igual
¿Montreal clima continental? No sé, no sé. Pero desde que estoy aquí me comporto como si estuviera por el trópico comiendo maní a toda hora, puñados enteros de maní, antojo irreprimible durante todo el día empezando en el desayuno.
-Mamá, me gusta nuestra casa, huele rico.
-Ah sí, ¿a qué huele?
-No sé
-¿Sabías Guy que el maní nace debajo de la tierra?
-¿Qué tiene que ver con el olor?
-Nada, pensé que la casa podía oler a maní, a tierra, a césped, a flores.
-Sí puede ser, pero no cultivamos maní, ¿no?
-No, claro, el maní que como es tostado y lleva sal, es muy energético, tiene ácido fólico y un montón de cosas buenísimas para la salud, y además tiene rico olor. Pensé en el viento, la tierra y en el maní, y...
-Y eso ¿a qué viene?
-Justificándome, Guy, justificándome.
-Puede ser también el jazmín en el salón.
-Justificándome, Guy, justificándome.
-Puede ser también el jazmín en el salón.
-No está florecido.
-No, pero me parece que más que el maní...
-Sí, puede ser, cierra la puerta, mira como a oscurecido, va a llover.
-Es verdad, el otro día entró agua por el salón, dejaste la ventana abierta.
-Ayer fue violento.
-No podré cortar el césped delante de la casa...
-Qué pícaro vos, siempre esperás la tarde y sabés que llueve
-No es eso mamá, preparo la tierra para el sembrado de maní, terminaste otro tarro.
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