En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.
Los perros románticos, de Bolaño
Más que fascinante. A pesar del "hubiera" final. Genial.
ResponderEliminarGracias. Me has enriquecido el día, Inesísima.
Saludos desde Colonia
Oh, Jorge, de nada, fue un gusto, te lo aseguro.
ResponderEliminar¡Saludos desde Montreal! Qué estés bien.
Me ha gustado muchísimo Inés. Besos
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