miércoles, 19 de abril de 2006

Guy James

Cuando era bebe tenía unos ojos azules impresionantes, se los veía de lejos. Estaban rodeados por una carita redonda, blanca, una cabeza calva, una ñatita chiquitita. Era puro ojos. Un gordo fofo divino que se fue alargando y alargando y alargando. Hoy tiene 11 años mi hijo querido. Hoy tiene mas pelos que ojos, ojos en almendra perdidos en el fondo de una cara marcada por las alergias y el eczema. Párpados hinchados y rojos, con ojeras. Pelo rubión, largo, que tendremos que cortar. A pesar de todo sigue bello mi hijo, alto y flaco, cabezón, rasgos finos. Una belleza clásica. Un ansioso, tímido, generoso y muy hombrecito para su edad. Un enamorado de la belleza, se emociona con un cuadro o una escultura, una mujer bella, un jardín en flor. Se emociona con música. Es puro corazón, es tierno, como cuando viene por la mañanas a abrazarme en la cama, y me susurra ¿mamá estás despierta?" más o menos hijo", llega cerca de mí y me dice: "me gustas en la mañana mami, estás calentita", y me abraza con fulgor, pone su cabeza en mi cuello, y me dice que es su lugar preferido para darme un beso. Y ya para el día...

Cuando era chico, no lo podíamos parar, era hiperkinético, corría Km., sigue deportista, le encanta todo lo que tiene que ver con resistencia. Es ágil, coordinado. Trepa, salta, corre...

Sin embargo, nuestra vida de cambios, de partidas y separaciones, lo ha vuelto aún más tímido, más timorato. No habla mucho. No expresa sus miedos, no muestra nada. Ni sus frustraciones ni su rabia que tiene contenida y a veces sale de forma rara. Le costó aprender francés, le costó irse del Canadá donde estaba su mejor amigo Thierry, le costó adaptarse, se encerró en un mundo menos angustiante, al abrigo de lo que no controla. Mira la TV y entra en un especie de trance del cual le resulta difícil salir. En la escuela solo las matemáticas le resultan fáciles, un especie de juego que no le causa dolor. La lectura, la escritura, hablar en público le siguen costando aunque ya está bien. No entiende de historia, no sabe nada de geografía, no se ubica bien en el tiempo, no sabe ni que día es... es un soñador. Las ciencias le interesan pero solo un momento. Solo le gusta la poesía, tiene buena memoria y se las sabe todas. Cuando va a su clase de dibujo, me cuenta la profesora, que siempre está recitando poesía a los otros como para inspirarlos. Guy recitando poesía, no me lo imagino. Se ha vuelto cuidadoso, lento, "yo hago las cosas a mi ritmo"; es un solitario con amigos. La gente lo quiere. Es muy popular en la escuela porque su personalidad es tranquila. Es Guy, se funde con los otros y sabe compartir. El año pasado lo ayudé mucho, pasando horas con él leyendo y enseñándole francés, historia, geografía,..., y no entendía yo su retirada de las cosas: "te estoy hablando Guy ¿me escuchás?" Su lentitud, sus silencios me sacaban de quicio. Él estaba en algún otro lugar, un lugar donde no tenía que aguantar mi propia ansiedad, o soportar mis saltos de humores, mis cóleras, mis impulsos, mis esperas. Se ponía mal por querer complacerme: "mamá no importa soy muy nulo, soy idiota..." "¡Cómo vas a ser idiota!, tonto, no digas macanas, a ver Guy otra vez..." A pesar de todo me tiene paciencia, me aguanta.

Tiene una buena relación con sus hermanos, muy amigo de Benja, es el líder y lleva el barco. Muy paciente con Emilia, nunca se enoja con ella. Quisiera vivir en un mundo de fantasía donde los Pokemon, u otros seres mágicos, existirían de veras. Le encantan los cuentos donde la gente tiene poderes y existiría un bien todo poderoso contra el mal.

Caminando por St-Germain un día me dijo: "-Mamá me quiero quedar en Francia. "Ah sí ¿por qué?". Porque me gusta la ciudad, las calles angostas y las persianas de todos los colores, la piedra blanca de las casas, la gente en la calle, los castaños en el patio de la escuela, las estaciones marcadas. Lo extraño a Thierry, a la casa del campo del Tata y a Abuela- es graciosa- pero me gusta Francia. Sí, mi hijo, creo que nos vamos a quedar un rato.

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