Es preciso llevar un caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella bailadora.
Federico Nietzsche
viernes, 28 de julio de 2006
sábado, 22 de julio de 2006
viernes, 21 de julio de 2006
Estatuas, las hay por todo Oviedo, en particular en el casco viejo; me topé con un Culo, enorme escultura del artista Úrculo, me lo encontré a Woody Allen, esa fue una gran sorpresa, la Infanta, un Botero, una madre e hijo, las había grandes, modernas, pequeñas, originales, clásicas, a veces sobre un piedestal otras sobre el piso, de verlas tan numerosas me provocó, un especie de reto, de verlas todas, un juego entre el centro y yo, una caza del tesoro. Así es que de plaza en plaza, de fuente en fuente, también muchas, de café en café, me callejeé a Oviedo ese domingo que empezó vacío y se fue llenando a medida que se imponía el sol. Tranquila y con tiempo me dediqué a ubicarme en tu ciudad limpia y amplia, una burguesa con estilo y encanto: la catedral San Salvador una belleza gótica se llenó de gente esa mañana, a la hora de la misa, pasé por el museo, el teatro Campoamor, la casa Llanes y su fachada barroca, la calle Uría y sus comercios, la estación de tren allá arriba, todo me resultó familiar, no sé por qué, comí a la sombra, y me fui a descansar con mi libro en mano al campo San Francisco. Estaba de buen humor, sonaban a mi oreja las voces de la gente, sus frases y expresiones, su actitud tan diferentes de la de los franceses, su contacto directo y agradable. "Maruja, que te llaman..." me despertó la voz de una mujer llegando del patio de abajo por la ventana de la pensión, me había reído sola en mi cama, desperezándome, luego desayunando gocé de oírlos, de verlos, observé con gula los gestos, las miradas, las intonaciones de su habla norteña, todo quise retener cuando los ovetenses entraban y salían de los cafés, Buenos díassss, holaaaa, qué se cuenta... ¿Era lo que había venido a buscar?
jueves, 20 de julio de 2006
Uno de Charles Bukowski
"question and answer"
he sat naked and drunk in a room of summer
night, running the blade of the knife
under his fingernails, smiling, thinking
of all the letters he had received
telling him that
the way he lived and wrote about
that--
it had kept them going when
all seemed
truly
hopeless.
putting the blade on the table, he
flicked it with a finger
and it whirled
in a flashing circle
under the light.
who the hell is going to save
me? he
thought.
as the knife stopped spinning
the answer came:
you're going to have to
save yourself.
still smiling,
a: he lit a
cigarette
b: he poured
another
drink
c: gave the blade
another
spin.
(extracto de The Last Night of the Earth Poems)
he sat naked and drunk in a room of summer
night, running the blade of the knife
under his fingernails, smiling, thinking
of all the letters he had received
telling him that
the way he lived and wrote about
that--
it had kept them going when
all seemed
truly
hopeless.
putting the blade on the table, he
flicked it with a finger
and it whirled
in a flashing circle
under the light.
who the hell is going to save
me? he
thought.
as the knife stopped spinning
the answer came:
you're going to have to
save yourself.
still smiling,
a: he lit a
cigarette
b: he poured
another
drink
c: gave the blade
another
spin.
(extracto de The Last Night of the Earth Poems)
Culpa
Desarmando la valija en España, otro viaje, otra vida, encontré mis anteojos de sol rotos. ¡Oh!, pensé, ¡qué pena! Los miré, los toqueteé, les di vuelta entre mis manos, no pudiendo resignarme a verlos así, les tenía un gran cariño a pesar de que eran demasiado grandes para mí, ¿te acuerdas? me gustaban tanto, y mientras los miraba surgió tu cara nítidamente a mi recuerdo, te vi sentado al lado de mí en ese bus que nos llevaba bajando, bajando, de vuelta a la ciudad, vi desfilar paisajes andinos, como en una película, algo tan real... Qué extraño ¿no? esa capacidad que tenemos de poder vivir varias vidas entremezcladas, sin tiempo y sin espacio, solo con la cabeza. Memoria: pedacitos de momentos que me articulan caóticamente. Te vi con los lentes puestos, te miré durante todo el viaje y tu te dejabas, haciéndote el distraído, la mirada siempre al frente, de costado, en fin, la cabeza reposada contra el asiento, me acordé de lo bien que te quedaban, de haber sentido algo de celos, "eh, que son míos" te dije, pero sabías que era un juego, y tú no me hiciste caso, con razón, tus dedos enroscados con fuerza a los míos. No me soltaste la mano ni un solo segundo durante el viaje, me acordé, Negro, de tu sonrisa ese día, sonrisa tranquila por yo estar ahí contigo y tú conmigo, fuera del mundo, a miles de metros por encima del mar, arriba de todo, en el cielo sudamericano. Tiré los anteojos a la basura, vacilante. Será porque persiste la sensación que debí regalártelos ahí, en ese momento.
martes, 18 de julio de 2006
Reflexiones del ángel



(fotos de Asturias)
SUICIDIO EN LAS OLAS de Rosa Trápaga.
Hoy he vuelto, suicida, a mi esquina del altísimo acantilado para fundirme oscilando entre las olas, allí abajo, en la profundidad del abismo. Esas olas, caricias de mi alma, silenciosas — ¡está tan alto!, ¿cuánto tardaría en caer?— que me reconocen, —¡soy yo! les grito desde nuestra distancia insonora— y se me ofrecen dibujando en la arena un abrazo blanco y burbujeante de sal y de algas. Ofrezco mis brazos, manos abiertas al abismo, las olas me llevan al mar y el mar, mi amante secreto, atrapa mi piel cansada con sus manos inexpertas, ven. Me llama, ven, ven… Me envuelve en sus brazos, mi mar, y entonces la soledad se hace tumulto —gotas infinitas, informes—, el dolor se diluye en la sal, efervescente, la vida adquiere sentido en la liquidez del agua, móvil, sorprendente. Inesperada.
Me preño de mar, avanzo imparable hacia la orilla, final renovable, y vuelta al mar, orgasmo de mar en mis pliegues confiados, vaivén de alivio, mezcla de sales —su agua y mis lágrimas— para volver a formarme en un renovado renacer y avanzar hacia la orilla acabándome en el rastro de humedad de cada gota —final interminable— y vuelta al mar, ven. Ven, ven, ven… En el romance carnal que el mar y yo mantenemos desde siempre, mi imposible entrega se disuelve en la efervescencia de sus aguas: frías, suaves y traidoras, cálidas, turbulentas y pacíficas y agresivas, y azules y verdes y grises. En el vacío del horizonte el mar me toma, y yo… aún me daría más.
La voz, sólo palabras, del hombre que me acompaña —a mi lado, pero tan lejos— me despierta al frío de la brisa del mar abierto, pies con pies sobre el suelo rígidamente pétreo y duro. Sus dedos sólidos se enredan torpemente en mi melena alborotada y colocan cada cabello convenientemente sobre los hombros, en su sitio, alineados, alisados, planchados, planos. Me ofrece en su abrazo un susurro de deseo, choque de cuerpos, con el que pretende rescatarme del naufragio. Nuestras bocas se buscan y mis dedos temblorosos desenredan los mechones de sentimientos y los colocan con cuidado en la piel adentro: ordenados, precavidos, cautelosos, controlados. En la complicidad del prematuro anochecer de una tarde de Enero me dejo oscilar entre sus manos expertas, caricias de mi piel, sin ofrecer mis brazos, inerte.
Mi soledad se queda sola, el dolor toma su sitio, la vida pierde sentido, me preño de nada. Mi amante toma mi humedad, charco solitario en la inmensidad del desierto, y yo… aún me daría menos.
Por eso sé que volveré; al suicidio de las olas volveré siempre. Para no dejarme morir.
Gracias amiga por tu Oviedo.
Salí de París a tontas y a locas, a todo correr, a duras penas, casi a gatas. Salí sin pensar, necesitando este viaje, arrebatándome de mi vida. Tres hojitas, madre, tiene el arbolé, ninguna en la rama, tres en el pie. Llegué a tu Oviedo, amiga, y me esperaba agua, aire, y verde. Fíjate, respiré. Dábame el aire, maneábame, jaleábame. Me dejé perder por las calles del centro, a tientas y a pie, con la amabilidad de tu gente pude encontrar la pensión. "Mira, oye, al final de la calle, cuando te estrelles contra la pared, tropieza hacia la izquierda, no te pierdas, sigue recto, y detrás de la estatua, está la calle que buscas." ¿Cómo perderse? Sin embargo no pudo resistir, y me acompañó. Abieron la puerta y recién se despidió. Más tarde, entré en una sidrería y me pedí unas croquetas de jamón serrano que me supieron a gloria, a esa hora de la noche y una cañita para celebrar mis días españoles. Entré a descansar en la pensión: era perfecta, una cama, una ventana grande. Me eché y dormí mi primera noche sabiendo que sería un lindo viaje. Ábreme la puerta que te vengo a ver, que te vengo a ver, que te vengo a ver...
sábado, 8 de julio de 2006
¡Nos vemos!
Un viaje es una nueva vida, con un nacimiento, un crecimiento y una muerte, que nos es ofrecida en el interior de la otra. Aprovechémoslo.
Paul Morand.
Paul Morand.
miércoles, 5 de julio de 2006
Insólita silla fuera de lugar

El otro día saliendo del trabajo me compré una silla. Una silla sencilla, cómoda y barata. Entré en la tienda y sin pensarlo la compré, ¿cómo les explico? Hacía tiempo que la necesitaba. Me precipité a pagarla, impaciente que estaba de llevármela a mi casa. Por supuesto que no había pensado en nada más que en mi hallazgo. Salí feliz con la silla en brazos. Qué fácil había sido, cuánto había tardado en comprarla. Qué linda quedaría en mi departamento. Llegué a la estación de tren. Estaba incómoda con mi bulto. La posé a mi lado y me apoyé sobre el respaldo, la miraba, y luego no, hacía como si no exitiera, y el tren que no llegaba, de tanto esperar me cansé, y sin pensarlo me senté. ¿Para que sirve una silla si no? Imagínense, una muchacha esperando el tren sentada sobre una silla en el andén de esa estación desolada y gris de un suburbio industrial del oeste parisino: hice sensación, todo los viajeros sorprendidos me devolvieron miradas alegres, los comentarios dispararon; incrédulos y divertidos, mis compañeros de ruta me saludaron a las carcajadas. Era una foto dada en vivo.
Escribiendo
El escritor se sentó en su escritorio, como todas la mañanas desde hacía 21 años, y con un gesto aplicado pasó una mano por la mesa sacando el polvo que no había, de pura maña nomás; de la misma manera, agarró su lapicera, alisó la página blanca, acomodó su silla y empezó a escribir. De vez en cuando levantaba los ojos y a través de la ventana acariciaba con la mirada el roble que reinaba en medio de su jardín. Ese día como todos los días abrió su libreta donde tenía anotados todas las palabras, los giros, las expresiones que le habían gustado y que usaría en sus escritos. Como todos los días, el escritor terminó su jornada exasperado con el zumbido de una vocecita en su oreja que decía: ladrón, mentiroso, falsificador... se levantó y tiró su hoja en la papelera, con una presición matemática. Suspiró, y pensó, mañana me saldrá magnífico. Sí mañana mejor.
sábado, 1 de julio de 2006

Cae fina, grácil, leve
Con el agua cae angustia
Llueve...
Y pues solo en amplia pieza
Yazgo en cama, yazgo enfermo
Para espantar la tristeza
Duermo
Pero el agua ha lloriqueado
Junto a mí, cansada, leve;
Despierto sobresaltado
Llueve...
Entonces muero de angustia
Ante el panorama inmenso
Mientras cae el agua mustia,
Pienso.
(Carlos Pezoa Veliz)
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