miércoles, 5 de julio de 2006

Escribiendo

El escritor se sentó en su escritorio, como todas la mañanas desde hacía 21 años, y con un gesto aplicado pasó una mano por la mesa sacando el polvo que no había, de pura maña nomás; de la misma manera, agarró su lapicera, alisó la página blanca, acomodó su silla y empezó a escribir. De vez en cuando levantaba los ojos y a través de la ventana acariciaba con la mirada el roble que reinaba en medio de su jardín. Ese día como todos los días abrió su libreta donde tenía anotados todas las palabras, los giros, las expresiones que le habían gustado y que usaría en sus escritos. Como todos los días, el escritor terminó su jornada exasperado con el zumbido de una vocecita en su oreja que decía: ladrón, mentiroso, falsificador... se levantó y tiró su hoja en la papelera, con una presición matemática. Suspiró, y pensó, mañana me saldrá magnífico. Sí mañana mejor.

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