viernes, 21 de julio de 2006

Estatuas, las hay por todo Oviedo, en particular en el casco viejo; me topé con un Culo, enorme escultura del artista Úrculo, me lo encontré a Woody Allen, esa fue una gran sorpresa, la Infanta, un Botero, una madre e hijo, las había grandes, modernas, pequeñas, originales, clásicas, a veces sobre un piedestal otras sobre el piso, de verlas tan numerosas me provocó, un especie de reto, de verlas todas, un juego entre el centro y yo, una caza del tesoro. Así es que de plaza en plaza, de fuente en fuente, también muchas, de café en café, me callejeé a Oviedo ese domingo que empezó vacío y se fue llenando a medida que se imponía el sol. Tranquila y con tiempo me dediqué a ubicarme en tu ciudad limpia y amplia, una burguesa con estilo y encanto: la catedral San Salvador una belleza gótica se llenó de gente esa mañana, a la hora de la misa, pasé por el museo, el teatro Campoamor, la casa Llanes y su fachada barroca, la calle Uría y sus comercios, la estación de tren allá arriba, todo me resultó familiar, no sé por qué, comí a la sombra, y me fui a descansar con mi libro en mano al campo San Francisco. Estaba de buen humor, sonaban a mi oreja las voces de la gente, sus frases y expresiones, su actitud tan diferentes de la de los franceses, su contacto directo y agradable. "Maruja, que te llaman..." me despertó la voz de una mujer llegando del patio de abajo por la ventana de la pensión, me había reído sola en mi cama, desperezándome, luego desayunando gocé de oírlos, de verlos, observé con gula los gestos, las miradas, las intonaciones de su habla norteña, todo quise retener cuando los ovetenses entraban y salían de los cafés, Buenos díassss, holaaaa, qué se cuenta... ¿Era lo que había venido a buscar?

1 comentario:

  1. Qué bonito es ver siluetas de Oviedo a través de tus ojos. Con esa mirada ávida. Es muy agradable leerte Inés.

    Un beso

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