Salí de París a tontas y a locas, a todo correr, a duras penas, casi a gatas. Salí sin pensar, necesitando este viaje, arrebatándome de mi vida. Tres hojitas, madre, tiene el arbolé, ninguna en la rama, tres en el pie. Llegué a tu Oviedo, amiga, y me esperaba agua, aire, y verde. Fíjate, respiré. Dábame el aire, maneábame, jaleábame. Me dejé perder por las calles del centro, a tientas y a pie, con la amabilidad de tu gente pude encontrar la pensión. "Mira, oye, al final de la calle, cuando te estrelles contra la pared, tropieza hacia la izquierda, no te pierdas, sigue recto, y detrás de la estatua, está la calle que buscas." ¿Cómo perderse? Sin embargo no pudo resistir, y me acompañó. Abieron la puerta y recién se despidió. Más tarde, entré en una sidrería y me pedí unas croquetas de jamón serrano que me supieron a gloria, a esa hora de la noche y una cañita para celebrar mis días españoles. Entré a descansar en la pensión: era perfecta, una cama, una ventana grande. Me eché y dormí mi primera noche sabiendo que sería un lindo viaje. Ábreme la puerta que te vengo a ver, que te vengo a ver, que te vengo a ver...
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