viernes, 26 de mayo de 2006

"Le lever du rideau" de François Ozon

























"El hombre tiene un instinto sádico, y la mujer un instinto masoquista, los cuales son inconscientes, luego incontrolables."
S. Freud.

martes, 23 de mayo de 2006

La Primavera

¿Qué hora son mi corazón? ...
nos engañaron,
¡byebyebom!
¡nos engañaron con la primavera!
¡nos engañaron, bye bye bom!
bombala bombala bombala...
bombala bombala bombala...
bombala bombala bombala...
¿qué hora son mi corazón?
Manu Chao

Corre el día


Para A.

Necesito que la tierra gire un poco más rápidamente, apenas una aceleración, algo así como un pulso alterado, justo lo suficiente para sacudir este globo terráqueo azul; que el aire se mueva, que se entreveren los colores, que se derritan las cosas y que pierda yo el sentido de la orientación. Aquí estoy inmóvil cuando todo afuera podría correr. Nubes, día y noche, sucediéndose. Que no existan, que pasen. Cierro los ojos, quiero que se pierda el amanecer y la noche, perderme yo, y que no tenga que levantarme hoy.

Repartiendo

Lo último que hicimos juntos fue repartirnos algunos lugares de la ciudad. De la plaza, quedaron para vos todos los bancos de la Avellaneda y la Libertad, los de la Veinticuatro y la Independencia serían míos y el resto, zona liberada, como dicen ahora, impropia e impunemente, porque no es zona cualquier lugar. Hubo algunos roces en la negociación por el mercado Armonía y el parque. Vos querías todo el mercado y la parte del parque donde estaba Chetosbar. Me pareció excesivo por lo que también me tuviste que dar la placita de las Chismosas, en la que a veces nos sentábamos a conversar, antes de encarar una compra en el centro o, muchas veces, a hablar nomás, sin un para qué. Las heladerías también fueron un drama. Quedaron las de la Avellaneda para allá, para vos y las de la Avellaneda para aquí para mí, el resto decidimos que fueran tierra de nadie. La tristeza de los domingos a la tarde, cuando va terminando el fin de semana, me la apropié íntegra yo y te regalé la amargura de los lunes a la mañana, caminando rumbo al trabajo. No nos repartimos los suspiros ni las palabras de amor, porque supusimos -con mucha razón- que los usaríamos en otras felices oportunidades, lo mismo que algunos mimos y caricias que sabíamos que serían repetidos. Para ir a La Banda, vos tendrías que moverte por el carretero, yo por el puente nuevo, no era cuestión de andar cruzándonos por el camino. Hubo un chiste que no te gustó: te dije qué bueno que hubiéramos sido una pareja y no un trío porque no hay tres puentes para pasar el río. No te reíste. No alcanzamos a decidir para quién serían los buenos recuerdos y para quién los malos, ya habías comenzado de nuevo con aquellas peleas que terminaron con ese amor, que en un tiempo había sido definitivo. Agarré mi mochila y me fui. Con lo que me tocaba tenía suficiente

Juan Manuel Aragón.

domingo, 21 de mayo de 2006

Crónicas caseras

I El dentista

Please sit down Madam
¿Qué dice este hombre Inés?
Mamá, dice que te sientes, está bien,
Please, relax, I won’t hurt you, you know
Sigue hablando, dime, qué dice
Dice que no te hará doler, que no te preocupes, mamá por favor, tranquilízate
Tranquilizarme, tranquilizarme es fácil decir eso cuando no te hurgan en tu boca, además cuando te tocan los dientes, tu ser entero sufre, te sientes tan miserable…
Mamá, por favor, estoy aquí contigo, dame tu mano
Madam, you really need to calm down, this is a routine check up, please don’t cry.
Otra vez, Inés por favor, dile que no hable, no lo entiendo
Dice que no llores, mami, no llores por favor
Mi madre se levanta, ¿Qué no llore? ¡Qué no llore!, este hombre no se da cuenta que cada vez que me toca un diente me duele el alma
Excuse me, what did your mother say?
Well, she said, it is difficult to translate, I don’t think you’d understand. You'd need to be a soul reader.
Hija, no me abandones que no entiendo nada
Le expliqué lo que me dijiste madre, nada más
El dentista yanqui miró a mi madre en los ojos, mucho tiempo, el miedo, el dolor, todo exagerado con sabor latinoamericano, y simplemente le dio un beso sobre la frente.
Does her soul feel better now?
Sí doctor gracias.


II Los chocolates

-¿Qué me darás de comer mamá? ¿Qué llevaré?, ¿qué sándwich me prepararás?, ¿me pondrás jugo?, llevaré una manzana, me encantan las manzanas, y también mi sombrero rosa, para el sol, sabes, y me pondré las zapatillas nuevas. Dice la maestra que hay que ponerse zapatillas, y llevar un pañuelo. ¿Tengo un pañuelo, mamá?
-No te olvides de respirar. Hija. No te preocupes tendrás un rico almuerzo. Te lo pondré en una bolsita de plástico.
-Nooooo. Plástico no. Ensucia el entorno, nos lo explicó la maestra. Llevaré la mochila azul, y traeré el paquete de chocolates, les daré a todos los chicos de la clase. Porque a veces son malos conmigo. Y mañana quiero que sean buenos. ¿Sabías que irán todos los de jardín? El parque es grande, y haremos picnic, que ilusión. Me encantan los picnic mamá, deberíamos hacer picnic nosotros también.
-Chocolate, ¿hay chocolate? Hermanita dónde los has puesto. Sabes que en esta casa se comparte todo. A ver Emilia ¿Dónde están?
-No, es para la salida, no son para ti, Guido.
-Pero Emilia, cada vez que tengo algo, te lo doy, a ver, ¿dónde están esos chocolates?
Se acerca Benjamín, parecen tiburones los dos alrededor de la niña
-Emilia, tenías chocolates y ¿no ibas a convidar?, solo te estamos pidiendo unos cuantos, no es mucho. Además, siempre dejamos que entres a nuestro cuarto. El otro día te dejamos jugar con la computadora, y te ayudé a poner tu juego, y ahora que solo te pido un chocolate, uno, no me lo quieres dar. Eso no es muy lindo de tu parte.
-Mira, Emilia, me pones triste. Yo creía que tenía una hermana amiga, pero no. Estoy triste y decepcionado. Mira hasta creo que voy a llorar, se pone las manos sobre la cara.
-Basta, no se los daré, son malos. Malos. Malos. Son para mis compañeros.
-O sea que no somos nadie para ti, tus hermanos, eso no cuenta. Aja, está bien Emilia, la próxima que quieras algo…
-Mamáaaa.
-Ponte firme, hija.
-Emilia, que si no nos das los caramelos te perseguiremos y….
-Ahhhhh, sale corriendo la niña
Los varones se hacen los zombis con caretas y brazos para adelante, como esos de los muertos vivientes, salen corriendo detrás de ella. Mascullando: "chocolate, chocolate, necesitamos chocolate."
Emilia se esconde. Un momento más tarde la madre la encuentra.
-Sabes, querían los chocolates pero también era un juego.
-Sí mamá lo sé. Ya no soy un bebé, tengo seis años. Uf, casi me sacan los chocolates.
Cierto, hija, ya no eres un bebé. Y te digo que por ellos creces más rápido.

Mala memoria

Subo al ómnibus y lo veo, al bonito profesor de fotografía. Hacía un par de años que no lo había visto. El ómnibus está lleno, hace frío afuera y los tapados, gorros, los bolsos amontonan a la gente y despegan un olor a humedad por todo el bus. Me arrimo chocando con hombros, brazos, espaldas, perdón, disculpas, la gente se mueve sin mirarme. Soy invisible y ellos también, de todos modos, para mí solo está él leyendo un diario, frente a la ventanilla en el fondo del ómnibus, parado una mano sobre la barra, entre tantos.
-Hola
-¿Hola?
-Soy Inés
-Ah, hola
-No me reconoces...
-La verdad es que no.
-Ah, que bochorno, fui alumna tuya hace dos años en el curso de fotografía
-Oh, perdona, no te reconocí, ¿cómo es tu nombre?
-Inés. No pasa nada, disculpa haberte molestado.
-Espera, ¿la clase de fotografía?
-Sí
-Es que…
-Ya, no importa
-Esperraaaa...

Bajo del bus apurada. Estoy tan colorada que me quema la cara. Por una vez que me animo a saludarlo. Tanto lo he mirado durante las clases, estoy segura de que era él, sí, segura. O, ¿no era?

martes, 16 de mayo de 2006

Tarjeta

Para viajar a las estrellas, la cuestión es tener unos guantes de esos gruesos, que sirven para apretar los botoncitos de las naves espaciales. Después hay que esperar el día de la cuenta regresiva, diez, nueve, ocho, siete, pateas una piedrita mientras caminas rumbo a tu trabajo, seis, cinco, cuatro, adiós señora comoleva, comoestausté, tres, dos, uno, qué frío que hace esta mañana, es julio, qué esperas, que haga calor, cero y fuego. Ya estoy en órbita, macho. Marcar la tarjeta y entrar a la oficina. Buenos días, señor jefe y que se haga agua el helao.

La conversación

(Telas de Remigio Valdés de Hoyos.)
Chicas he salido anoche. Tenía cita a las 8:30 en la casa de una amiga de Remigio, mi amigo pintor, una tal Graciela Trejo de Jampier. Hacía tiempo que no lo veía y quise verlo. Ven, me dijo, Graciela es muy simpática. Sí, lo confirmo, además de bella.
Me vestí sin vestirme, es la primera vez en meses que no me pongo nada lindo para salir, qué me habrá pasado por la cabeza, no sé, no se me ocurrió. ¡Grave error! Saludé a los chicos antes de salir, le di de comer, etc... Pensé… total estoy yendo a la casa de bohemios mexicanos, (eso era lo que pensaba) no importa si llego media hora tarde. ¡Grave error! Le pregunté a Richard que podía llevar para no llegar las manos vacías, me dijo que lleve una botella de vino y me la dio, ¿qué tal es? le pregunté. “Muy más o menos pero no tenemos nada mejor”. Bueno, mejor eso que nada, ¿no? Tercer error. Salgo de St-Germain a las mil patadas, ya es tardísimo, a París al Barrio 7 sin perderme. Debe ser la primera vez que entro en París así de fácil y llego perfectamente sin equivocarme. Claro que he pasado quince minutos buscando estacionamiento. París sigue siendo París.
Entro en un edificio grande, imponente, principio de siglo. Muy paquete... “uy” pienso, ¿y ésto? En el medio de la entrada al edificio, un ascensor viejísimo, negro de herraduras forjadas bellísimas que parecía mas una jaula que un ascensor. Con puertas batientes y un ruido histórico al despegar... Llego a un departamento de la san puta madre, casa de embajador, todos están con champán en mano, vestidos como en las revistas, mujeres lindas, hombres de saco y corbata, la mayoría de los invitados eran mexicanos, con ese acento que yo adoro y la ama de casa preguntando: “¿y tu marido? Es que quedó agotado... está trabajando mucho... Y todos de explicar que me estaban esperando para pasar a comer... Y yo, con mi vinito en la mano, se le doy a Gabriela, que resultó ser la mujer de unos de los grandes vitivinicultores de Francia... con propiedades inmensas ancestrales en el Beaujolais, etc., etc. Qué vergüenza. La casa estaba decorada con cuadros de muchos artitas de renombre de México y de otras partes, Brasil, creo. Un museo, yo ya no sabía por donde mirar, era todo tan impresionante. Tenía muebles mexicanos pero también cosas bellísimas francesas. Unas cortinas puestas como en un teatro, amarillas, con un gusto seguro y delante de ventanas inmensas. Esculturas, cuadros, objetos valiosos, fotos, ¡increíble!
Tenía la garganta seca de la impresión y el bochorno de haber llegado sola y tarde y con ese pinche vino... Parece ser que esta señora Trejo de Jampier, le da por patrocinar a artistas y se encariñó de Remigio. Le compró muchas telas y se hicieron amigos. Me invitaron a mí porque se lo pidió Remigio. Al cabo de una copita que tomé como si fuese agua de los nervios, un señor francés, que hablaba perfectamente el castellano, elegante aunque bastante fiero, me preguntó de donde era en Argentina, y le contesté de Tucumán. Ahhh, Hooo, Uhhh, gritaron todos. Se miraron entre ellos con los ojos para el cielo. Ahí lo miré a Remigio, desesperada, mascullando: qué he dicho por Dios. Y Remigio ¿me salvô?, ni mierda, se rió con gusto... Otra copita de champán, rápido...
La historia es complicada. Esperen un cachito. Pasamos a la sala comedor. Viene una empleada a sentarnos y nos da una comida bastante simple, nada excepcional. Yo cocino mucho mejor. Cuando me pongo en ello. No se rían chicas. Lo digo en serio. Estoy sentada al lado de un otro pintor mexicano llamado Carlos. Es muy agradable y me conversa amablemente. Los mexicanos tienen una forma de mirar a las mujeres diferente de la de los franceses. Definitivamente. Sí, bastante guapo. Hablaron de pintores y de gente que conocían en común. Parece ser que uno de estos personajes que nombraron durante la cena, se había ido de México hasta la Patagonia en bicicleta, que lo pisó un bus en Buenos Aires y que ahora de vuelta en México no puede pedalear más...y yo me animo y les digo fuerte, “yo tengo un primo que de Tucumán se fue hasta Alaska en bicicleta” Y todos me miran. “Ah” dicen, qué interesante, es artista, no, ¿qué hace?, no, sí, en realidad ha escrito un libro, tiene fotos. ¿Hace cuanto tiempo?, ¿es algo reciente?, no, en realidad lo hizo hace 10 años, creo un poco más. Ah y ¿por qué hizo ese viaje? Por espíritu de aventura, para conocer, me imagino, farfullo, cuantos farfulles esta noche. Y ¿a qué se dedica ahora? Y… bueno a... bueno, no sé bien...ya ¿por qué habré abierto la boca? Trágame tierra.
Creo haber entendido que la mayoría de esta gente trabaja para la UNESCO y la embajada de México. El francés Jacques, hablaba de la sala de reunión del director de esa institución y de una pintura muy famosa de un japonés, una cosa inmensa... y a todos le preguntaba, ¿la ubican? yo no, nunca he entrado en el salón de conferencias de la UNESCO. Será para una otra vez. Pero ahora sé que hay una pintura muy linda de una corriente de agua fabulosa que cae con fuerza, una belleza, pintada sobre tres cuadros, un tríptico que aumenta en intensidad... El director de la UNESCO es japonés. Para que sepan banda de ignorantes.
Después de la comida pasamos nuevamente al salón, el francés Jacques pone un disco: L' Elisir di Amore, una ópera de Donizetti cantada por Alagna y Gheorgiu, bueno, bastante lindo, aunque el entusiasmo del francés me pareció excesivo, sería el alcohol, no se imaginan la exquisitez de los vinos que nos sirvieron. Cantaba en frente de la televisión donde pasaban el video, y casi lloraba al mismo tiempo. Se conocía cada nota. Y nosotros mirándolo. Ya para ese entonces estaba pensando en como escaparme desapercibida. Nos ponemos a conversar, se van casi todos pero Remigio cada vez que me levanto me dice que me quede un poco más...
La historia de las risas es esta: en realidad Graciela es amante del francés Jacques, éste señor estaba casado con una tucumana que le dio dos hijas magníficas, y el vivió casi toda su vida de casado en Bs. As. La mujer, bueno la ex, es una tal Gloria Sánchez, nombre bien polaco como dijo una mexicana sentada al lado de mí. Y de eso se habló, y más cosas de embajada y de UNESCO que no les contaré, estábamos entre entendidos.
Me fui casi a la una, dejándola a Graciela con su amante melómano. Pasó su hijo mayor por la puerta, y me acompañó hasta mi auto porque ¡cómo voy a salir sola! Un chico muy agradable de unos 25-27 años. Hablando mejor francés que español... Remigio estaba divertido, de buen humor. Eso sí, fue hermoso verlo.

viernes, 12 de mayo de 2006

Café

¿Qué día es hoy? ¿qué día es hoy?¿Qué pasa? ¿Suena el teléfono a esta hora? ¡No me digas!, a ducharse y ponerse a correr de la cocina al salón, del salón al jardín, habrá fiesta en casa. Esta cama tan buena, qué pena que la tenga que dejar. A ver, tranquila, pensemos, organicemos en la cabeza, ..., entre sábanas calientes se piensa extremadamente bien: la torta, los sándwich, limpiar la entrada, qué los chicos lleven los zapatos embarrados al garaje, los globos, los jugos, acomodar, preparar, sí, pero se está tan bien en esta cama caliente, que pienso que me quedaré un poquitín más a pensarlo bien, unos cuantos minutitos más, porfa, qué se piensa muy bien en esta cama..... -¿Mamá?
-¿Ummmm?
-Te traje un café, levántate que es mi cumple hoy.
-¿Café?, ¡CAFE! sí hijo, ¡buenos días!

Doce chicos de doce años. Es una verdadera invasión. Arriba y abajo, están por todos lados, alboroto, risas y gritos. No, no, salgan de ese armario, por favor. No corran. Tiemblan las paredes. ¿Qué es eso? Han puesto música. ¿Led Zeppelín? No lo puedo creer. Chicos, que hay sol, salgan al jardín, la pelota, jueguen con la pelota, afuera, ¡afuera! Madre mía, y eso que no ha empezado la fiesta. No sé, qué haré. Uy. Chicos, en mi cama no se metan. Buenos días, señora, ¿cómo le va? Hola, hola, sí pasen, pasen. Entren por favor. Sí, a las seis. No se preocupen está todo organizado, jaja, sí todo bajo control. Hasta luego. ¿Qué necesito? Ah, sí, un café. ¡Café!

Al fin, el domingo a la tarde, tarde. La casa parece un campo de batalla a la hora de la tregua. Un silencio pesado domina un espacio ya desertado por sus soldados; quedan huellas desparramadas de sus luchas más intensas, marcas por el piso, papeles, globos desinflados, comida, juguetes, ropa, barro, gorros, los chicos se han ido, poco a poco. Recuerdo mirando sentada sobre el sofá, la fiesta en su momento más culminante, la vuelta del jardín, la merienda y la torta, los cantos, la alegría de mi hijo al soplar las velas. Esa mirada llena de luz que me lanzó al comer su torta en compañía de sus amigos. Doce años, y yo siento haber cumplido ciento y veinte hoy. Sentada sobre mi sofá, nadie ni nada me podrá mover de aquí hasta mañana a la mañana, cuando todos partan a la escuela y yo al trabajo. No de aquí no me muevo.
-Mamá, pareces cansada, ¿te hago un último café?
-Sí, hijo por qué no, venga, un tercer café, mira que lo necesito.

miércoles, 10 de mayo de 2006

Graffiti

sobre una pared de Amsterdam
Dios ha vuelto
fingiendo orgasmos
cósmicos

Amsterdam

Para mi niña

Érase que se era, en un lejano país, un rey y una reina que tenían una hija muy bella, tan bella como mala. Esta princesita se llamaba Rosalinda y a pesar de ser pequeñita ya era una verdadera bruja. Tan mala era que según su mamá este temperamento le venía de la abuela paterna, en cambio el papá opinaba que se parecía más bien a las hermanas de mamá, en todos caso tanto cundió su fama que llegó hasta los oídos del sindicato de las Brujas Asociadas quienes se apresuraron y la incorporaron a sus filas. Más que el dulce de leche, a ella le gustaba enervar, provocar, hacer rabiar, jorobar, irritar y enfurecer al prójimo. No había más traviesa que ella.
Y no te rías de sus diabluras… pisoteaba cada vez que podía, las enhiestas y bellas flores del jardín, las flores preferidas del papá; con su mamá, la dulce reina Otilia, se esmeraba, no solo le escondía los pinceles, le abría la jaula de sus pájaros exóticos, la cansaba con sus continuas rabietas, sino que a la hora de las comidas, ¡qué horror! le metía el dedo en el plato o le lamía el tenedor; a Sidonia, su niñera, pobre de ella, la encerraba en el baño dónde pegaba tales gritos, que la gente se desesperaba buscando la llave, que Rosalinda por supuesto había tirado por la ventana. A los príncipes, sus hermanos, los molestaba también, delatándolos al papá. Pero con ellos tenía la tarea fácil pues sabía que no podían torcerle el pescuezo como amenazaban, siendo ella la menor. Era muy cruel con su preceptor al que adrede, y mirándolo a los ojos, contestaba mal a las preguntas solo para hacerlo rabiar. El infeliz se desesperaba sin saber como explicar por la enésima vez la misma cosa. Rosalinda con aire inocente, sonreía. Los tenía a todos cansados. Hasta que un buen día, estrenaron en el castillo, un flamante aparato de televisión que por un tiempo dominó por completo a la brujita. Se pasaba horas fascinada, sin moverse siquiera, hecha un vegetal delante de la pantalla. El asombro fue general, a tal punto que, al saber de este cambio, el sindicato de las brujas asociadas- cuyo lema he de recordarles era: “fastidiar, fastidiar y fastidiar, sin cesar de fastidiar” -se preocuparon y decidieron amonestarla. La Gran Bruja le dijo claramente que su actitud pasiva era contraria al espíritu del sindicato y le recordó que una bruja de ley no se distrae, está siempre alerta para poder cometer nuevas fechorías: “recupérate”. Rosalinda decidió ir a ver al doctor.
El Doctor Sico Analista la recibió y la acribilló a preguntas, que si su papá, que si su mamá, que si esto, que si lo otro, para recomendarle no preocuparse, que la culpa es siempre de los padres, que más bien piense en lo que le gusta hacer y lo haga sin cuestionarse: “lo único que hay en el mundo eres tú, y solo tú, no tienes problemas, espera a crecer”. Gracias a estos conceptos científicos se esfumó cualquier duda que pudiera tener con respecto a su genio. Más segura ya de sí misma, se despreocupó del próximo encuentro sindical y volvió a sus travesuras habituales.
Viendo en la televisión su programa preferido tuvo la idea de ser tan famosa como esas vedettes de la pequeña pantalla. Buscó el violín en el ático del castillo y decidió ser música. Con el entusiasmo casi se le olvida la tan temida visita de las miembras ejecutivas del club de las Brujas que venían a comprobar su mejoría. Mientras tomaban té y comían los deliciosos bollitos que les había servido la princesa, la escucharon con atención y le preguntaron satisfechas: ¿te pondrás a practicar el violín todos los días? Sí, les contestó. “Pues entonces ni los perros se salvarán”, se levantaron contentas y le aseguraron unánimamente: “tú sí que eres una de las nuestras”. No sabían cuanta verdad revelaban esas palabras, puesto que la señorita Rosalinda, princesa y bruja, hija menor de Lautaro y de Otilia, reyes de un reino remoto, había escupido cuidadosamente sobre cada bollito que habían comido las brujas, si por acaso.

lunes, 8 de mayo de 2006

La Coquita

La tía Noemí se mete en cada lío. Te cuento que durante el cumpleaños del tío Raúl, donde fueron tantos, sobrinos, hermanos, que parecía un casamiento la fiesta, fue cuando me enteré por la tía Silvia, cuando se fue la gente normal, o sea, los que van y visitan y ya a las cuatro dicen que se hace tarde, contó que Noemí protege a la Coquita, que es hija de una tal Carmen, una mujer que venía a visitarla a la abuela, y le hacía empanadas, que ella tenía que comprar aunque le parecían malísimas, eran muy grasientas, obligada a causa de que era una mujer muy bien, mujer de mantilla algo así, como muy respetable, bueno, la hija, la Coquita, le ha salido buenísima pero tonta, como que le falta diez para el peso, fea sin ser horrible, flaca, antes eso era un defecto, y muy pía. Es ahí, donde Silvia afirma que Noemí compite con la Coquita, que le trae trabajos que ella no puede hacer pero que le piden de una asociación católica en la que está, y Noemí que sonsa, se los hace, a veces se trata de ecología, como salvar la naturaleza, cosa que a Noemí no le interesa y se lo hace, tan bien los hace que a la chica, le piden más, resultado, tiene siempre trabajo con la Coquita, que encima le asegura que ella habla con Dios.
-¿ Y Ud. Noemí?...
-Claro Coquita, yo rezo, es una manera de comunicar con Dios, pero hablar…
-¿Ud. le habla?
-Sí, a veces para darle gracias por todo, para agradecer. Y tú Coquita, ¿qué le dices a Dios...?
Ella piensa y le contesta...
-Papito... cuando eras chiquito, ¿la Virgen te daba pan con manteca?

sábado, 6 de mayo de 2006

Ghazal

She does not even know that I exist, as if
She is sundial; I, a moment of the night.

Javed Akhtar (Quiver)

Tuileries de Edouard Vuillard

La plaza

Hoy la plaza estaba casi vacía. No había nadie. Como siempre durante las vacaciones escolares los franceses huyen, abandonan la cuidad, y los que quedamos siempre tenemos la impresión de ser aún más extranjeros en un pueblo adormecido. Qué raro estaba todo. Me desconcertó este exilio, me dejó incrédula. Sin embargo, así cortada como por encanto del barullo habitual, de la agitación de los comercios y cafés, pasé feliz con el auto volviendo a conquistar mi territorio. Los tres chicos sentados detrás, gritando, Miguel y Benjamín peleándose por la game-boy, Silvina dando patadas al asiento de enfrente, el mío, para mover las piernas y no aburrirse me imagino, ¿por qué se moverá tanto esa chiquita?
Pensé mientras manejaba ¡¿dónde se habrá metido la señora Bouvrier!?, vieja mala, que cuando lo saca a pasear a su perrito, un perro menudito, histérico, que siempre anda dando saltitos, pegando gritos agudos, camina ella quejándose en voz alta, se entretiene retando a los mendigos por ser sucios y estar tirados por el piso. ¿Dónde estará el señor con bigotes panzón y simpático que se sienta en la mesa más adelantada del café con su diario y su pipa? Parece caricatura el hombre, siempre saludando a todos los transeúntes. No había ningún chico corriendo por las veredas, el pueblo estaba entre paréntesis.
Me retraje del ruido, los gritos, y miré, volví a descubrir esta plaza. Las casas de piedras claras con sus persianas blancas o azules, celestes, resaltaban esta mañana y me sorprendieron como si no las hubiera visto nunca antes, será porque están cerradas, he pensado riéndome; los árboles: los tilos, los castaños y los plátanos, tantos por aquí, no me había dado cuenta, me parecieron más grandes, más bellos, más en su lugar en estas calles chuecas, estrechas, viejas, magníficas del pueblo. Qué bonito es esto. Encontré un lugar para estacionar, un milagro.
-Cállense por favor, chicos por favor. Hijo cerrá tu ventanilla.
-Pero mamá no me deja de molestar con el juego, no me quiere dejar tranquilo, ¡mammmááá! ... que me toca el brazo...
-¡Miguel! no molestes a Benjamín por favor,
-Pero, el juego es mío, me toca jugar a mí.
-Mamá me quiere sacar el juego, mammmaáá,¡Mamá Miguel me ha pegado!
-Estoy estacionando, dejen de molestar un minuto que me tengo que concentrar. ¡Silvina! no pegués a tus hermanos.
-Están gritando, me duelen las orejas.
-Pará de patear el asiento por favor hija que me estás volviendo loca... Dejá de tocarlo a tu hermano, Miguel, dejálo tranquilo.... MIGUELLLL, la ventanilla...
Pego el grito y en ese mismo momento pasa al lado del auto la vieja malvada.
-¡Señora Bouvrier! Cómo le va señora, no se ha ido de vacaciones ¡¿Gritando yo?! No se preocupe, no es nada, usted sabe con chicos en el auto...¿¡ mal educados!?, sí, un poco me temo, tiene razón, uno hace lo que puede. Cuidado con su perrito que lo piso, estoy retrocediendo.
He dicho vacío. Obviamente no lo suficiente.

miércoles, 3 de mayo de 2006

Promesa de viaje

"-Bueno, mi niño. Este libro lo tienes que leer tú mismo, pero antes de entregártelo quiero de ti dos promesas.
-Las que quiera, Tata.
-Este libro será una invitación para un gran viaje. Prométeme que lo harás.
-Lo prometo. Pero, ¿adónde viajaré, Tata?
-Posiblemente a ninguna parte, mas te aseguro que vale la pena."
Luis Sepúlveda, Patagonia Express, 2002

lunes, 1 de mayo de 2006

La felicidad

Yo he visto la felicidad. Usted dirá que alguna vez fue feliz, que vio a alguna gente feliz, puede ser, no lo niego. Pero como yo la he visto, difícil. Habrá sido octubre, noviembre, un poco más quizás. Miguel había vuelto de la cosecha en Tucumán. Entre los hermanos habían hecho una vaquita y después de mucho buscar, compraron un carro. Era un carro cañero, no sé si conoce y si no conoce se lo ha perdido para siempre, porque ya casi no hay. Una tarde pillaron las mulas y fueron a traerlo. Miguel llegó en una mula azuleja y los demás venían arriba, con una sonrisa pintada en los labios. Los viera. Pero eso no es nada. El padre de los changos había estado en el cerco, haciendo no sé qué, cuando le avisaron. Y se vino. Entonces ví como se le derramaba una lágrima de felicidad por entre los pliegues de la cara. -¡Un carro!- decía -¡mis changos ya tienen un carro!- y lloraba. Y le acariciaba la cabeza a Miguel y los tocaba a los demás. Después contaba que esa tarde lloró porque en ese momento se dio cuenta de que los hijos ya estaban grandes y había terminado de criarlos y eran fuertes y estaban todos y le habían salido fuertes y trabajadores. Que no era por el carro, que al final era un poco de madera con fierros, dos ruedas y dos varas, sino porque sabía que, desde ese instante, sus hijos se valían por sí mismos. Después nunca he sentido una felicidad así. Nunca he visto a nadie tan feliz como el padre de Miguel y de los otros changos, esa tarde de fines del 69. No sabíamos que menos de una década después los carros ya no rodarían más por los cañaverales tucumanos ni por las polvorientas sendas santiagueñas acarreando madera. Ni importaba.Y nunca más supe de un hombre que lagrimeara con tanta felicidad. (Cada vez que traquetea un carro carbonero, en la ciudad, me quiero acordar de ese día.)
Juan Manuel Aragón