martes, 16 de mayo de 2006

La conversación

(Telas de Remigio Valdés de Hoyos.)
Chicas he salido anoche. Tenía cita a las 8:30 en la casa de una amiga de Remigio, mi amigo pintor, una tal Graciela Trejo de Jampier. Hacía tiempo que no lo veía y quise verlo. Ven, me dijo, Graciela es muy simpática. Sí, lo confirmo, además de bella.
Me vestí sin vestirme, es la primera vez en meses que no me pongo nada lindo para salir, qué me habrá pasado por la cabeza, no sé, no se me ocurrió. ¡Grave error! Saludé a los chicos antes de salir, le di de comer, etc... Pensé… total estoy yendo a la casa de bohemios mexicanos, (eso era lo que pensaba) no importa si llego media hora tarde. ¡Grave error! Le pregunté a Richard que podía llevar para no llegar las manos vacías, me dijo que lleve una botella de vino y me la dio, ¿qué tal es? le pregunté. “Muy más o menos pero no tenemos nada mejor”. Bueno, mejor eso que nada, ¿no? Tercer error. Salgo de St-Germain a las mil patadas, ya es tardísimo, a París al Barrio 7 sin perderme. Debe ser la primera vez que entro en París así de fácil y llego perfectamente sin equivocarme. Claro que he pasado quince minutos buscando estacionamiento. París sigue siendo París.
Entro en un edificio grande, imponente, principio de siglo. Muy paquete... “uy” pienso, ¿y ésto? En el medio de la entrada al edificio, un ascensor viejísimo, negro de herraduras forjadas bellísimas que parecía mas una jaula que un ascensor. Con puertas batientes y un ruido histórico al despegar... Llego a un departamento de la san puta madre, casa de embajador, todos están con champán en mano, vestidos como en las revistas, mujeres lindas, hombres de saco y corbata, la mayoría de los invitados eran mexicanos, con ese acento que yo adoro y la ama de casa preguntando: “¿y tu marido? Es que quedó agotado... está trabajando mucho... Y todos de explicar que me estaban esperando para pasar a comer... Y yo, con mi vinito en la mano, se le doy a Gabriela, que resultó ser la mujer de unos de los grandes vitivinicultores de Francia... con propiedades inmensas ancestrales en el Beaujolais, etc., etc. Qué vergüenza. La casa estaba decorada con cuadros de muchos artitas de renombre de México y de otras partes, Brasil, creo. Un museo, yo ya no sabía por donde mirar, era todo tan impresionante. Tenía muebles mexicanos pero también cosas bellísimas francesas. Unas cortinas puestas como en un teatro, amarillas, con un gusto seguro y delante de ventanas inmensas. Esculturas, cuadros, objetos valiosos, fotos, ¡increíble!
Tenía la garganta seca de la impresión y el bochorno de haber llegado sola y tarde y con ese pinche vino... Parece ser que esta señora Trejo de Jampier, le da por patrocinar a artistas y se encariñó de Remigio. Le compró muchas telas y se hicieron amigos. Me invitaron a mí porque se lo pidió Remigio. Al cabo de una copita que tomé como si fuese agua de los nervios, un señor francés, que hablaba perfectamente el castellano, elegante aunque bastante fiero, me preguntó de donde era en Argentina, y le contesté de Tucumán. Ahhh, Hooo, Uhhh, gritaron todos. Se miraron entre ellos con los ojos para el cielo. Ahí lo miré a Remigio, desesperada, mascullando: qué he dicho por Dios. Y Remigio ¿me salvô?, ni mierda, se rió con gusto... Otra copita de champán, rápido...
La historia es complicada. Esperen un cachito. Pasamos a la sala comedor. Viene una empleada a sentarnos y nos da una comida bastante simple, nada excepcional. Yo cocino mucho mejor. Cuando me pongo en ello. No se rían chicas. Lo digo en serio. Estoy sentada al lado de un otro pintor mexicano llamado Carlos. Es muy agradable y me conversa amablemente. Los mexicanos tienen una forma de mirar a las mujeres diferente de la de los franceses. Definitivamente. Sí, bastante guapo. Hablaron de pintores y de gente que conocían en común. Parece ser que uno de estos personajes que nombraron durante la cena, se había ido de México hasta la Patagonia en bicicleta, que lo pisó un bus en Buenos Aires y que ahora de vuelta en México no puede pedalear más...y yo me animo y les digo fuerte, “yo tengo un primo que de Tucumán se fue hasta Alaska en bicicleta” Y todos me miran. “Ah” dicen, qué interesante, es artista, no, ¿qué hace?, no, sí, en realidad ha escrito un libro, tiene fotos. ¿Hace cuanto tiempo?, ¿es algo reciente?, no, en realidad lo hizo hace 10 años, creo un poco más. Ah y ¿por qué hizo ese viaje? Por espíritu de aventura, para conocer, me imagino, farfullo, cuantos farfulles esta noche. Y ¿a qué se dedica ahora? Y… bueno a... bueno, no sé bien...ya ¿por qué habré abierto la boca? Trágame tierra.
Creo haber entendido que la mayoría de esta gente trabaja para la UNESCO y la embajada de México. El francés Jacques, hablaba de la sala de reunión del director de esa institución y de una pintura muy famosa de un japonés, una cosa inmensa... y a todos le preguntaba, ¿la ubican? yo no, nunca he entrado en el salón de conferencias de la UNESCO. Será para una otra vez. Pero ahora sé que hay una pintura muy linda de una corriente de agua fabulosa que cae con fuerza, una belleza, pintada sobre tres cuadros, un tríptico que aumenta en intensidad... El director de la UNESCO es japonés. Para que sepan banda de ignorantes.
Después de la comida pasamos nuevamente al salón, el francés Jacques pone un disco: L' Elisir di Amore, una ópera de Donizetti cantada por Alagna y Gheorgiu, bueno, bastante lindo, aunque el entusiasmo del francés me pareció excesivo, sería el alcohol, no se imaginan la exquisitez de los vinos que nos sirvieron. Cantaba en frente de la televisión donde pasaban el video, y casi lloraba al mismo tiempo. Se conocía cada nota. Y nosotros mirándolo. Ya para ese entonces estaba pensando en como escaparme desapercibida. Nos ponemos a conversar, se van casi todos pero Remigio cada vez que me levanto me dice que me quede un poco más...
La historia de las risas es esta: en realidad Graciela es amante del francés Jacques, éste señor estaba casado con una tucumana que le dio dos hijas magníficas, y el vivió casi toda su vida de casado en Bs. As. La mujer, bueno la ex, es una tal Gloria Sánchez, nombre bien polaco como dijo una mexicana sentada al lado de mí. Y de eso se habló, y más cosas de embajada y de UNESCO que no les contaré, estábamos entre entendidos.
Me fui casi a la una, dejándola a Graciela con su amante melómano. Pasó su hijo mayor por la puerta, y me acompañó hasta mi auto porque ¡cómo voy a salir sola! Un chico muy agradable de unos 25-27 años. Hablando mejor francés que español... Remigio estaba divertido, de buen humor. Eso sí, fue hermoso verlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario