lunes, 19 de marzo de 2007

A A.V., porque sabe domar elefantes. (-10)


¡Ah el amor! a veces nace así de repente, bailando una zamba alegre en un jardín, por una mirada con paso cambiado que te sorprende, y la evidencia de un encuentro alquímico, aire, tierra, agua, plomo, oro, éter. Por el gesto de una mano con pañuelo que dice discretamente: ¡te encontré y no te suelto!, y la música que va transformándose por el aire en melodía brasilera, dulce y embriagante, y acerca un beso que queda al borde de los labios; el amor nace incluso con un café desparpajado en París, bajo la lluvia, rain, pioggia, chuva, pluie, regn, åska och regn, otoño, invierno. ¡Ah el amor!, a veces viene con violencia, es una convicción, una certeza que se alarga como un aire de blues y una voz ronca en la noche, con un vaso de vino, o dos, tequila, o vodka, cerveza, pick your number, I'll dance for you, en un bar, pongamos que hablo de Madrid, amor que coquetea con una pasión arrasadora, celos, deseo, sexo; a veces sí, llega vehemente y aventurero como una calle del DF con eco, donde dos se persiguen y se buscan y termina la noche con una declaración susurrada contra la pared, la falda levantada, muslos contra muslos, y manos aferrándose al cuerpo, a los cuerpos, a las caricias, a las ganas, al grito que rompe la noche. Y cuando nació, el amor se nutre de voz y de risas, de silencio también, de bosque, de paseos por extensiones tan vastas como América, o África, del movimiento de un tren saliendo de la estación, de ferry e islas, la mía y la otra, de Ardeche, de seda, de Estocolmo, de allá donde estás, de Europa y de océano. El amor tiene sed de mañanas. Las mañanas anaranjadas de París, o rosas y blancas de Montreal, las alboradas argentinas, sin estrellas ni luna en los valles Calchaquíes o del Tucumán, donde un viajero perdido arriba de todo, mide el tiempo con una clepsidra que gotea amor y más amor, y rastrea el alma de una mujer. Tiene hambre, y te podría contar de gambas, aguacates, Brie y Cabrales, pan francés, ciruelas de la Patagonia y vino Torrontés, pero no. Eso te lo explicaré a tu oreja, despacito, lentamente en un momento primaveral propicio. Ah, y el amor es sin más razón que el amor, que no se sabe decir porqué, cómo ni dónde, porque la razón del amor es que uno ama, y yo te amo a vos, madrileño, mi fabuloso domador de elefantes, mi amor.

4 comentarios:

  1. Estaba haciendo cálculos y allá está por comenzar la primavera, tiempo de flores, granitos y amores. Que los disfrutes, primá.

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  2. ¿Ves? Este también lo leería en francés, aunque está divino en castellano.
    Sé, porque tú me lo dices, que escribes mejor en francés, pero no te lo digo
    por eso. Lo digo porque leo estas pinceladas que escribes y se me ocurre que
    lo has pensado en francés, que puede leerse en voz alta en francés, y sería
    el novamás.
    Qué se yo, nina, cosas mías...

    Bueh, me ha encantado mucho

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  3. qué cosa más bonita, es que no se me ocurre otra, bueno sí, envidia. no hagas caso a quién te diga que no escribes el castellano bien, mushasha.
    Ays ese "anónim@", debe saber francés, yo no, pero seguro que sabe igual de rico, o más rico, o riquísmo, o riquiquisímo.

    un punto en el océano.


    pd: "bueh, me ha encantado mucho", a mi tb. Soy copiona y nada original.

    pd: besos

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  4. Hablas de amor, Ines, y te ofreces enamorada. Tienes razon: el amor vive en la transicion de una zamba a un ritmo brasileiro, de los ecos en la calle del DF a la terraza en el Palermo viejo, entre jacarandas, lluvia y una mulata bahiana que nos recomienda la guinda de su pasion. Luego, todo es un viajero que te busca por las calles de Tucuman, en la barra de La Cosechera, en la nina que persigue arrogante un perro por la Mate de Luna, en Yerba Buena, en la niebla del Aconquija y en las noches nubladas de Tafi. Jamas hubo busqueda mejor acompanada. Estabas por todas partes: en las laderas del Nevado de Cachi, en el perfil florido de los cardones, en la empanada de charqui y en el dulce de cayote sobre queso y pan blanco. Montar a caballo por las Yungas era sentirte entre las piernas, caminar por las quebradas mas bellamente desoladas era encontrar el Paraiso con tu huella, y tu huella traia la paz y el sosiego. La lluvia en Cafayate sabia a Ines, olia a Ines y mojaba como Ines; al salir la luna entre los cerros y la catedral, su luz espectral dibujaba tu rostro entre aceitunas de Catamarca y Torrontes, traia la placida quietud del encuentro ajenos al mundo y sin prisas. Hay fantasmas que toman mate y fantasmas que toman el corazon, y luego el fantasma se materializa en una calle vestida de deseo, con ecos de carne y tacto de muslos, y no hay mas voz que tus latidos ni otro tiempo que tu oleaje, diapason que dirige el ritmo de las caderas, el fluir del hilo de plata y la contraccion abandonada del dia y de la noche. Y la noche y el dia.
    Ines, con truculencia tucumana me ofreces aguacate por palta y me niegas las aceitunas, recuerda, eran marroquies y griegas. Decia Karen Blixen que el elefante es un animal perfecto porque es el unico ser viviente con una cola en ambos lados. Probablemente queria decir que para domar un elefante hacen falta dos personas. Dos.

    Te quiero, Ines.

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