martes, 26 de diciembre de 2006


As evening fell, he lost himself in the light still lingering in the sky above; in the snowflakes whirling even more wildly in the wind he s aw nothing of the impending blizzard but rather a promise, a sign pointed pointing the way back to the happiness and purity he had known, once, as a child.

(Snow, Orham Pamuk)

miércoles, 20 de diciembre de 2006

J´suis partieeee....



Je reviendrai à Montréal

Dans un grand Bœing bleu de mer
J'ai besoin de revoir l'hiver
Et ses aurores boréales
J'ai besoin de cette lumière
Descendue droit du Labrador
Et qui fait neiger sur l'hiver
Des roses bleues, des roses d'or
Dans le silence de l'hiver
Je veux revoir ce lac étrange
Entre le crystal et le verre
Où viennent se poser des anges...

(Thibon et Charlebois)


martes, 19 de diciembre de 2006

Qué sepas



















Chagua, me han contado que estabas mal hermano. ¿Qué te ha pasado? ¿Qué pasó?

Nunca pudimos hablar mirándonos a los ojos vos y yo, Chagua, desde hace mil años, desde que éramos chicos, chiquititos, será por esa tontería que tus padres y mis padres contaron y volvieron a contar cada vez que estaríamos juntos, a veces delante de gente, en todas las fiestas, mirá que fueron muchas durante muchísimos años, esa leyenda familiar que se difundió y provocaba risas y guiños, que nos horrorizaba. Porque siempre nos molestó Chaguá, aunque lo neguemos, en particular en esos años de la adolescencia, tan frágiles. Eso ya no tiene ninguna importancia, por supuesto, sin embargo hasta el día de hoy nuestras miradas son tímidas, la conversación farragosa, vale, no exagero, tampoco incómoda, sabemos que nunca logramos la intimidad. Vos y yo hubiéramos podido ser amigos, y nunca nos animamos. Unas palabras pronunciadas por mí a los tres nos alejó insidiosamente. Toda una vida, Chagua, cuántas veces habremos pasado tiempo en una cocina tu cuerpo alto agachado y concentrado sobre una mesa preparando las mejores empanadas del mundo, las que te enseño tu mamá y tu tía abuela y que conseguiste superar hasta volverlas arte. Cocinero. Te veo ahora, riéndote de lado, manos a la obra, haciendo bromas sobre mi papá, sobre todos los demás, cantando, ¡cómo te gusta cantar! o simplemente conversando. Hace poco me contó una amiga que cuando tenías dieciséis años eras el chico más hermoso del barrio, ¿sabías? Mis amigas venían a mi casa y se quedaban pasmadas cuando te veían llegar. Todas querían que te presente. Y yo me hacía la tonta. Si eras Chaguá. Qué locas. Miranos ahora, pelotudos grandes con varias vidas de por medio, cinco hijos en total, seguimos esquivando el cariño que hoy te digo, te lo digo mirándote a los ojos. Eras hermoso, por dentro y por fuera, y lo sigues siendo, aunque te quemes y te maltrates, aunque dirijas una violencia desesperada hacia vos mismo, aunque hayas elegido la muerte, una muerte lenta, interrumpida, recurrente que te aleja de todo y de todos. Ya, me dirás que no te importa, qué estás más allá de la vida. No sé, te podría gritar que no es verdad, pero no soy cura, ni médico, soy una chica que ha compartido tu cuna. De la vida ¿qué voy a saber yo? Uno tropieza todo el tiempo, pero ¿no te parece posible que se haya inventado caerse para poder volverse a levantar?, los desgraciados son los que no se caen. Abrir los ojos fue siempre mi antídoto contra la desesperación y la vida humana: su opuesto, sencillamente, humildemente. Chaguá, me han contado que estabas mal, y ahora quisiera que me lo digas vos a mí, mirándome a los ojos. Mirame bien en frente, te escucho.

jueves, 14 de diciembre de 2006

Dichos tucumanos, (intentando hacer un poema)


Callado, como loro recién comprado
Nervioso, como perro que lo están ladrando.
Largo, como puteada de tartamudo.


(je t´aime tu sais)


lunes, 11 de diciembre de 2006

Chistes

En un comienzo fue el verbo
chiste bíblico

"Descubrimiento de América"
chiste precolombino


Refutación del Capitalismo
x Otto Marx y Fedeguico Engels
chiste alemán

Bombardeo de La Moneda
chiste metafísico

Asesinato de Manuel Rodríguez
Asesinato de los Hnos. Carrera
Asesinato de Pedro Juan y Diego Portales
imperdonables chistes policiales
Ay tormentos rabiosos:
si don Pedro de Valdivia resucitar

se volvería a morir ipso facto
Claro que el propio don Pedro
no lo hizo nada de peor tampoco
Paciencia!

Nicanor Parra

Se murió Pinochet impune, chiste democrático.

viernes, 8 de diciembre de 2006

Pochocla, ¿me lees? quinta entrega

Hay mañanas de domingo para cuando estás cansado, abundan. Hay mañanas de domingo para cuando estás triste o alegre y también las hay para cuando estás de repente en otra vida y la vida viene con un tiempo diferente, un tiempo sin reloj, sin coches, sin obligaciones, demandas, deberes o fiestas de cumpleaños de los niños, ¿mamá donde pusiste el regalo?, mamá traenos más leche que se acabó, esos son mis domingos y me gustan, pero también hay mañanas de domingo para cuando amaneces y el amanecer tarda una barbaridad en llegar, mañanita del DF, como si también quisiera estirarse sin apuro y contemplar la noche extinguiéndose lentamente, mañana perezosa, como mis piernas, mis brazos en mi cama inmensa, hay mañanas de domingo para cuando estás ávido de conocer o por lo menos llegar a tener la noción de lo desconocido y todo es absolutamente posible. Hay mañanas de domingo que anuncian un sol brillante y yo me despierto sin la menor idea de lo qué haré. Voy a buscar café.

-Hola, ¿querés tomar algo? Hay agua caliente, recién hervida
-No gracias. ¿Eres argentina?
-Ajá, pero vivo en Francia... es algo complicado. Y vos, ¿de dónde sos?
-Yo, aunque me confundan regularmente con francés, soy mexicano, soy de Puebla, bueno, es complicado también.
-Jajajajajaja, a ver, explicame.
-Nací en Chiapas, pero tengo tiempo en Puebla, allá estudio. Estoy en el DF buscando trabajo.
-Oh qué bien, ¡pero hoy es domingo!
-Sí, nos volvemos esta noche, hoy es día de paseo. Y tú ¿qué haces por aquí?
-Yo me estoy levantando como vos, y es temprano.
-Aquí llega mi padre que vino conmigo, te lo presento.
-Encantada, señores, ¿desayunamos?

Salgo de la pensión de los brazos de mis cómplices entusiastas. Me llevan. Me llevan en su día y sus recorridos. Me hablan, me cuidan, pero sobre todo me ubican, me muestran edificios, jardines, casas, capillas, mercados, me divierten, cuántas veces me habré echado a reír con sus cuentos, me explican la comida en los mercados, me la dan a probar, nos quedamos horas en los mercados, me fascinan, quiero saberlo todo, los nombres, los olores, los gustos, la bebida, se alegran de mis ganas de conocer y me explican las costumbres, me ayudan dándome las claves de la ciudad que me servirán hasta el último día, me entregan su México, me regalan sus voces, sus dichos, su forma de hablar, su historia. Me pasean y estamos contentos, felices de conocernos y charlar sin freno, quejarnos de la contaminación, de la multiplicación de autos, Óscar me dice que quiere un día ver al DF sin carros, por eso estudia gestión de la Ciudad, por eso se entrevistó con el Metro del DF, por eso trabajará allá mejorando los transportes públicos, malhablamos de los yanquis, del trabajo, de los políticos, las mujeres y los hombres, por supuesto que también rehacemos un poco el mundo, y hablamos de la vida que nos espera allá donde vivimos, de la familia, los proyectos, un poco de los sueños. Coyoacán, un barrio situado al sur fue nuestro primer destino: la casa de Frida, el mercado, la plaza, las iglesias, sus calles, sus flores, su gente, luego al norte norte: la basílica de Guadalupe, las iglesias, la vieja, la nueva, los mexicanos de rodillas, ferviertes, nunca he visto a pueblo más católico de mi vida, un catolicismo vivido con el corazón, la cabeza y el cuerpo, vehemente, un pollo asado, un café, un pastel para Sergio, otro café para Inés, el centro, el Zócalo, Bellas Artes, los monumentos, la gente, la energía de ese pueblo que no para, los negocios, todo a pie, Óscar saca fotos, Sergio comenta, ninguno de los tres nos cansamos, caminamos diez u once horas ese día de sol y calorcito rico de otoño, tomamos el metro, peceros, a penas un poco, cuestión de atravesar largas arterias de la ciudad. Regresamos a la pensión, nos despedimos con abrazos y besos, me quieren llevar a Puebla, pero les tengo que decir que no. No puedo salir de la capital, "por suerte no necesitas salir, el DF es autosuficiente" me dice Óscar, mañana me toca solucionar mi problema de pasaporte. Salgo a comer de noche sola con mi cansancio y buen humor, me como un plato enorme de chilaquiles rojos, mis preferidos, tomo mi primera cerveza en México, vuelvo satisfecha con el domingo, con el paseo, con los mexicanos guapos corredores de maratón y maestros en planificación urbana. Se me ocurre en un momento metiéndome en la cama que si actualizo mi pasaporte, acepto la invitación me voy a Puebla y chau hermano, dicen que es tan bonito.

jueves, 7 de diciembre de 2006

Nicanor Parra

Un poco de humor para mi viajero solitario


VIVA LA CORDILLERA DE LOS ANDES

Tengo unas ganas locas de gritar
Viva la Cordillera de los Andes
Muera la Cordillera de la Costa.
La razón ni siquiera la sospecho

Pero no puedo más:
¡Viva la Cordillera de los Andes!
¡Muera la Cordillera de la Costa!

Hace cuarenta años
Que quería romper el horizonte,
Ir más allá de mis propias narices,
Pero no me atrevía.
Ahora no señores
Se terminaron las contemplaciones:
¡Viva la Cordillera de los Andes!
¡Muera la Cordillera de la Costa!

¿Oyeron lo que dije?
¡Se terminaron las contemplaciones!
¡Viva la Cordillera de los Andes!
¡Muera la Cordillera de la Costa!

Claro que no respondo
Si se me cortan las cuerdas vocales
(En un caso como éste
Es bastante probable que se corten)
Bueno, si se me cortan
Quiere decir que no tengo remedio
Que se perdió la última esperanza.

Yo soy un mercader
Indiferente a las puestas de sol
Un profesor de pantalones verdes
Que se deshace en gotas de rocío
Un pequeño burgués es lo que soy
¡Qué me importan a mí los arreboles!
Sin embargo me subo a los balcones
Para gritar a todo lo que doy
¡Viva la Cordillera de los Andes!
¡¡Muera la Cordillera de la Costa!!

Perdonadme si pierdo la razón
En el jardín de la naturaleza
Pero debo gritar hasta morir
¡¡Viva la Cordillera de los Andes!!
¡¡¡Muera la Cordillera de la Costa!!!


sábado, 2 de diciembre de 2006

Paulina, ¿ya que insistes?

Tengo que confiar en mis instintos. Soy urbana, tan urbana, siempre lo fui, conozco las ciudades y como funcionan, no me asustan. Ándale Inés, ve y haz. Tengo que dejar este maldito bolso con rueditas en algún lugar, mi mochila, me incomodan. Tengo que encontrar un alojamiento para la noche. Tengo que descansar y comenzar a disfrutar de este viaje robado a la suerte. Tengo que pensar en el DF como una entidad accesible, inteligible, comprensible, lo tengo que hacer por mí, por mí. Vine buscando fantasmas y ahora estoy en la calle sintiéndolos, rozándolos.

Salí de la fonda y me puse a caminar desorientada pero feliz; una señora en un patio tomaba té y me vio perdida. Me invitó a sentarme, sin decir mucho, solo saludos y una calma que me transmitió. ¿Estás buscando algo? "Sí, le respondí, Internet". "Acá al lado, en la papelería, hay una máquina, luego te llevo, ven a sentarte, toma un té". Tenía al lado de su silla un altar lleno de flores, comida, calaveras, botella de tequila, semillas, frutas. Me siento a su lado y tomo mi té. Le pregunto, "¿por qué la tequila?" "Porque mi muerto tomaba, y la necesitará, hace poco se murió, me dice, para irse para allá, la necesitará. Fuimos campesinos hasta que desapareció el campo. La ciudad lo comió". Me quedo callada mirando su altar. Estoy emocionada. Siento presencias. Me toma la mano, me la sujeta un momento largo y me dice que mis hijos me necesitan, que estoy equivocada. "¿Equivocada por qué?" "Umm, yo lo sé, tú sigue tu camino, pero tu lugar no está aquí, está allá, ya te darás cuenta". Sí mi vida está allá pero en ese momento miro su cara arrugada de vida y penas, y le agradezco el té, no quiero entender, estoy en un estado de superviviencia absoluto. "Eres una buena mujer. Piensa en mí cuando vuelvas". Sí, le susurré, "gracias señora, su patio está muy bonito. Qué tenga un lindo día". "Piensa en mí," me repitió, "me llamo Juana, y soy abuela diez veces. Algo sé de la vida". LLega un niño y me lleva al Internet.

Estoy en un taxi re chingón, uno pequeño verde, seguro, y veloz. Me está llevando a la zona rosa. El taxista me habla y yo le cuento mis desventuras. Estoy de buen humor y quiero ser divertida: le cuento con muchos detalles el aeropuerto de Dallas, la actitud de los americanos. Imito mis oficiales preferidos. Se ríe y se ríe. "No puede ser", murmura, "no puede ser"... Estamos conversando de lo más bien cuando entramos a la zona rosa, damos vueltas, este hombre que afirmaba conocerse a la ciudad de México como ninguno, no encuentra la calle y me deja sobre Insurgentes. Me ayuda a bajar los bolsos, me dice: "Por aquí debe estar su calle, perdone, no sé. No la encuentro". "No se preocupe soy desenvuelta, ya encontraré la pensión". ¿Qué remedio? El taxista se despide diciendo que soy algo bruja. Qué no crea que tuve mala suerte, es todo lo contrario me dice. Bueh, puede ser pero ese sábado por la tarde tuve que ir a varias pensiones antes de encontrar una que no esté llena. En este viaje no me saldrá nada fácilmente, una guerra sin tregua. Le Havre, calle Le Havre y Londres. Tiene lugar. Suspiro aliviada. Un chico me muestra la recámara, tiene cama, ducha, ya se sabe, para mí suficiente. Dejo mi puto bolso, mi muy maldita mochila. Ya son las siete de la tarde, tengo ganas de caminar, caminar, caminar. Me recorro la zona rosa de arriba abajo, me camino sus calles con ganas, con empeño, es mi carácter. Comienzo por la Glorieta. Me gusta. Me gustan lo bares, las tiendas, los kioskos, los restaurantes americanizados, los restaurantes para turistas con su personal en la vereda llamando al cliente, los chicos ruidosos, gritando y macaneando por la calle, las peluquerías, la comida por la calle, olores varios y deliciosos, la gente apurada, los jóvenes con gel en el pelo, todos iguales, camiseta negra y jeans, las chicas maquilladas caminando con tacos altos, coquetas, mujeres, los músicos ambulantes, la tonada mexicana, me gusta todo. Es más, me parece familiar y cercano. En el camino las cabinas telefónicas me obsecionan, durante toda mi estadía harán parte de mi paisaje. En cada esquina hay una, las conozco, sé cuando funcionan cuando no, las intuyo. Mojones de mi camino, no puedo resistir al deseo de dejar mensaje, es ya casi un ritual, mi mano se posa sobre el bolsillo trasero de mis vaqueros, saco la tarjeta, uso la tarjeta, qué fácil me resulta, la voz del operador diciendo, "a partir del cuatro de noviembre, para marcar un número larga distancia tendrá que componer el 045. Buzón Telcel, la llamada se cobrará al terminar los tonos siguientes". Clic. Vuelvo a las diez. Estoy tan necesitada de sueño. La cama es demasiado grande, una piscina. Me quedo dormida antes de que mi cabeza llegue a la almohada. Respiro y sueño.

viernes, 24 de noviembre de 2006

¡Paulina!, tercera entrega

Hace rato que me di cuenta que no controlo nada. Ya, lo asumo. Suelo viajar dos o tres veces al año. He ido por todas partes, sin problemas. Acá los eventos me llevan a mí, mi espíritu atontado por la falta de sueño intenta conectar las pocas cosas que sé, pero sigo en otra dimensión. Qué viaje más extraño. Será porque me imaginé que las cosas serían diferentes. No sé. Ahora tengo que pensar en plan B. Estoy sola. ¿Cuál es? Ya me ha pasado un montón de veces. En la entrada del motel la resolana me ciega y pregunto, para saber nomás, informándome, como debo hacer para ir al DF, la empleada me indica el camino para el camión. Miro la hoja de papel de Gloria, tengo anotado: de poca madre, padrísimo, güey, chido, a huevo, ¡te invito a una chela!, checar, no mames, no está: "camión", pero la idea no me desagrada. Un camión, medio de transporte pienso, me quiere poner en un camión. Órale, tomemos camión. Lleguemos a alguna parte. Hace dos días que estoy viajando, unos kilómetros más... Un señor que me estaba mirando hablar con la señora, me ayuda con las direcciones, es más, pone en cuanto ve el camión pasar por la calle, mi bolso dentro del bus y tengo que correr para que no se vaya con mi bolso y sin mí, mi ropa, mis cosas, Dios, por favor, se están yendo solitos, yo en el medio de la calle. Las piernas me funcionan. "Uf, me quejo, señor conductor, me ha hecho correr". Noooo, me dice, a usted se la esperaba, no se preocupe, pase y póngase cómoda. Llegamos al DF en una hora."

No he comido en veinticuatro horas, no he tomado café, he dormido tres horas en dos días, me voy a la gran ciudad, y todavía no sé donde iré a parar. Estoy en el camión en dirección del DF. ¡Epa, manejan rápidamente en México! Las calles al mediodía están llenas de gente, autos, comerciantes, mujeres hombres niños, trabajadores, jóvenes, soy la única que no sabe adonde va. Todos van a alguna parte. Se les nota en la cara. Tienen dirección. Las mismas calles de anoche, es que me conozco a Toluca ahora, ya tengo experiencia mexicana, qué contraste. Veo que al lado del motel había un centro comercial y sospecho que hubiera encontrado Internet y café, desayuno, hubiera podido pensar un momento antes de irme a no sé dónde. Pero no, estoy ahorita instalada en frente de una pantalla de televisión en un camión mexicano, con chicos jugando al béisbol encima de mi cabeza y ángeles ayudándolos a ganar el partido. Sigo en ruta.

Observatorio, los pasajeros bajan, y yo, claro, los sigo. Pasamos por un mercado, y siguiendo a los mexicanos apurados y seguros, entro en el metro. Hay tanta gente que no se distingue la estación, una mar de gente, paso por una puerta, hasta ahí estoy segura, después me pierdo entre brazos, bolsos y ruido. Busco tarjeta, compro tarjeta, llamo por teléfono público entre un hombre que grita y una mujer que llora. Joder. No oigo nada. Del mercado instalado en la puerta del metro llega música fuerte, disonante, varios discos juntos, una cacofonía con guitarras y ritmos pop fuertes, tan fuertes que casi no oigo que esta vez el teléfono suena y contestan. Hablo, al fin... Tendré ese día la única verdadera conversación con mi amigo. Tierna y afligida. Un verdadero contacto. "¿Cuando vuelves?", pregunto, "en cuanto pueda", me dice. Se me acaba el saldo. En el tren con el bolso entre las piernas me dirijo al centro de la ciudad. Estamos amontonados a la hora de comer, mucha gente entra y sale del vagón, no se puede respirar. No hace calor sino que tampoco hay aire. Al punto de desmayarme de cansancio y hambre salgo a la calle, camino respirando hondo. Sé que estoy cerca del centro. No aguantaba más. A mi izquierda veo un restaurante pequeño y sencillo, no es restaurante, es comedor, bar, no sé, son unas mesas bien puestas con manteles colorados limpios y un cocinero jovial. La moza tiene una linda sonrisa. Dice un cartel: "Entrada, arroz, milanesa, postre, 28 pesos". Apenas tengo tiempo de sentarme y sin haber pedido nada que ya me están trayendo una sopa, sopa de tacos, arroz solo, milanesa con papas. Y mientras como me pongo a llorar. Me siento algo tonta pero no lo controlo. Sollozo sobre mi plato sin poder retener mis lágrimas. Lloro de felicidad, de cansancio, de los nervios, agradecida por esta comida que es más que rica, deliciosa, que entra en mi cuerpo regresándome a la vida. La verdadera vida, la de el aquí y hoy. El olor, el sabor, las caras del cocinero y su empleada, mirándome sorprendidos, inquietos también, todo veo y siento entre lágrimas. Pero no me importa. Murmuro: "no se preocupen, lloro porque he llegado. Después de un largo viaje, acabo de llegar a México."

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Manifestación en el zócalo de la ciudad de México (2 de nov. 2006)


"Plus loin, un peu plus loin
Au delà des mers
Un peu plus loin
Mon coeur
Plus loin, un peu plus loin
Au delà des terres
Un peu plus loin
Ailleurs"

Jean Louis Aubert, Ailleurs.

domingo, 19 de noviembre de 2006

¿Poli? ¿Sigo?

Bum bum bum bum rebota la música contra las paredes. Rayos amarillos, verdes, rojos, pasean por la pista de danza del local. Estoy hipnotizada por la iluminación de una bola plateada encima de la cabeza de unos cuantos chicos bailando. "Es el mejor antro de Toluca, me grita Gloria, ¿quieres tomar algo? Relájate, yo me ocupo de ti, no te aflijas", "oíme, muchísimas gracias, Gloria, pero llevame a un hotel, por favor", no me oye, está llamando por teléfono. Gloria habla y habla: "sí, sí, sí, me la encontré en la calle, es argentina, pero vive ¡en París!, no sé, sí sola, vino sola, claro que habla español, ...". Son las cuatro de la mañana y estoy en una discoteca en Toluca, de repente me siento sucia con mi ropa del día anterior, sentada en una mesa, sin poder moverme, esperando que termine. Ay, suspiro ¡que termine el día!
...
"En las sombras de la noche,
me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho
tus alas de nácar y oro"
...

"¿Es tu novio? No, ¿tu enamorado? No, no, ¿tu amante? ¿galán? ¿pretendiente?" "No, Gloria no". "Entonces, ¿qué? ¿Por qué no está?" "He llegado muy tarde. No sé". En serio, no lo sé. ¿Cómo te gusta México? "¿México?" Bajo los ojos y examino mis botas negras sucias por la tierra de la calle. "Recién llego, contesto, México: sos vos, y sos linda y simpática". "Sabes, soy actriz, trabajo en una novela de televisión en el DF, también hago modelaje pero prefiero ser actriz", me cuenta. No me cabe la menor duda. Es hermosa, es viva. Me hace un montón de preguntas sobre París. Me levanto. No doy más. Todos me miran. Gloria insiste en presentarme a sus amigos. Me ayudan con la mochila, el bolso. "Quédate en mi casa, o en la casa de mi amiga. Mañana te llevo donde quieras y lo arreglamos todo". "Te lo agradezco mucho, pero me voy a un hotel, no te preocupes, gracias mil veces, pero me las arreglaré yo. Además, si algún día vas a París..." ¿Estás segura que no te quieres quedar con nosotros? "Sí, por favor, has sido verdaderamente amable."

Maneja a toda velocidad por las largas calles de Toluca, hablando con sus amigos sentados atrás, y por el celular, al mismo tiempo, no se para en los semáforos, habla y cuenta de su viaje a Rusia. No hay absolutamente nadie en la calle. "¿Has ido a Rusia?" "Sí y como a ti me tuvieron que ayudar. Me perdí". El primer hotel está lleno. Recibo una llamada: "estoy bien, digo". Seguimos buscando. El segundo hotel, lleno. El tercero igual. El cuarto, ya es broma. Pero no me extraña. Parece que no voy a dormir. Cuando decía que lo quería ver todo los ojos abiertos era una metáfora, pienso en voz alta. Alguien allá arriba no entiende de sutilidades. Gloria ya no sabe donde llevarme. Llegamos a Metepec, una luz prendida, dice Motel, OK, ahí será, no importa. "Dejame ahí, Gloria." "Oh, ¿estás segura?" "Sí, no te preocupes, estaré bien". El empleado duerme, profundamente. "¿Tiene una habitación?" "Ajá". Voy a fijarme, tiene cama y ducha: perfecto. Una luz amarilla alumbrando el pasillo. Hay ropa, papeles tirados sobre el piso, un bochinche de diablos, salto por encima de todo para acceder al cuarto, parece que hubo una fiesta y llegué tarde. Gloria me besa, sus amigos me saludan. En el auto me han enseñado mexicanismos para hacerme reír. Se han portado muy bien, y se lo digo. Se han portado realmente muy muy bien. Gloria y su banda se van tan rápidamente como aparecieron, se van a una fiesta, a recoger unos amigos. Son las cinco y media de la mañana, no, quizás las seis. Cierro la puerta con la silla, no hay ventanas, salvo una pequeña en el baño. Me miro en el espejo. Fumo un cigarrillo y me echo vestida sobre la cama. Estoy en un western, y sueño con westerns, con música de Chris Isaac, no sé, no tengo tiempo de soñar. Golpean a la puerta. "Despierte, despierte, tiene que salir, ya es de día". Cómo es posible. Me siento sobre la cama. Mi corazón palpita, estoy mareada. OK ok, México, here we go. With my eyes opened.

jueves, 16 de noviembre de 2006

Paulina, la primera parte

¿Quiere pasillo o ventanilla, señorita? ¿Cómo hubiera podido darse cuenta la chica del mostrador en el aeropuerto mirándome a los ojos que estaba mal mi pasaporte, que no tenía chip electrónico? Imposible, todo mi cuerpo, mi cara exultaba voluntad, deseo, júbilo por irme a un país que verdaderamente quería conocer, al que tenía ganas por dentro, por fuera: México: será mío una semana, y me lo comeré vivo. ¡Buen viaje! murmuró sonriendo la joven. Casi la beso por encima de la tarjeta de embarque. "Sí sí, será hermoso". Los detectives salvajes de Roberto Bolaño me acompañan, AV en el bolsillo, quiero atravesar el cielo con los ojos abiertos, quiero verlo todo, quiero viajar. Irme. Sinceramente, ella no tenía ninguna posibilidad.

Dallas International Airport, USA
-Miss, could you please follow me.
-¿Habla español?
-Sígame por favor
-¿Dónde me lleva? ¿Juan? Se llama Juan.
-Sí. Dentro de un momento un oficial se ocupará de usted.
-¿Qué pasa? Suelteme el brazo.
-Entre aquí, ya la atendemos.
-Tengo una conexión a México dentro de veinte minutos, la estoy perdiendo ¿no? Dígame, Juan, ¿qué voy a hacer?
-Por favor, entre y siéntase, ya dentro de un momento nos ocuparemos de usted.
-Espere, tengo que hacer una llamada
-No puede hacerla, señorita.
-¿Cómo?

Barbara (US American Federal Immigration Officer), no veo su appellido, no tienen apellidos los americanos, la observo sentada a unos metros de mí, debe tener diez años menos que yo, parece incómoda en su uniforme azul oscuro, sus formas de mujer latina demasiado ajustadas en ese corsé oficial, se rasca la cara, tiene unos ojos negros profundos, ¿será de origen mexicano? pasa a la computadora con dos dedos rápidamente la entrevista que me hizo, me mira de vez en cuando con simpatía, estamos juntas desde hace seis horas, tengo hambre, quiero ir al baño, quiero hablar por teléfono, hizo todo lo que pudo para ayudarme, la multa, no puede evitarlo, el papel que firmo: "ilegal". Me quiere poner en el próximo vuelo a la ciudad de México. Faltan mis huellas digitales, me aprieta cada dedo concienzudamente y ya, podré salir. Vi desfilar a tanta gente, con pasaportes sospechosos, visas vencidas, y otros problemas. Mucha gente. ¿Está más tranquila? Sé que quiere sonreír y no se anima. Más que nerviosa estoy cansada, ya es muy tarde para mí, nunca imaginé este retraso inesperado. Le digo: sí menos nerviosa. Póngame en ese avión y estaré bien. La verdad es que estoy preocupada, llegaré a México a la una y pico de la mañana. Y yo sin conocer, sin saber, sin haber dormido, con el bolso amarillo, pesado, mi mochila, la cartera. Bah, pienso, no te angusties antes de tiempo, ya verás cuando llegues. Llegar.

Aeropuerto Lic. Benito Juárez, cd de México, DF. MEX.
No creo en la suerte, no, creo sí, en la mirada de ese taxista prendida a la mía en el retrovisor, al que hablé despacio contándole mi situación, negociando precios, ¿me lleva a Observatorio? "No, no puedo dejarla allá hay mucho peligro, ¿dónde vamos? "La llevo". Después, él poco a poco, hablándome a mí de su vida, Carlos, es abuelo de un chiquito hermoso desde hace unas semanas, se alegra al hablarme de su nieto, y yo oigo su voz mexicana, viendo desfilar las calles brumosas del DF, "ha llovido", constaté, "desde las cuatro señorita, sí mucho." ¿Qué día es?", le pregunto, me siento desorientada, "toda mi familia vive en los EEUU" me comenta, y "por qué no se va", dejo caer con poca convicción: "porque acá, me di cuenta, soy libre". Me callo, libre, me dice, sí, yo me siento más libre en México, más libre que en Francia, EEUU, con toda la ciudad del DF que se estira bajo mis pies, pero mi libertad es otra, es interna, no puedo comentarle, lo miro y lo escucho mientras subimos y subimos, una colina tortuosa y linda al oeste, cada vez más verde y oscura, y detrás del taxi, vibran las luces de la capital, me doy vuelta y diviso la inmesidad de la capital mexicana estirarse al infinito en la noche fría de ese fin de mes de octubre. "Oh qué verde, ¿dónde estamos?, parecen bosques", "Toluca, ahorita llegamos, acá hace frío, ¿trae abrigo?, "ajá sí traigo de todo". Tengo el número del edificio errado, el teléfono suena y suena y nadie contesta. Son las tres y media de la mañana, casi casi he llegado. Falta poco. Quiero dormir. Atiende, pienso, anda.

domingo, 12 de noviembre de 2006

My what a good day for a walk outside!


You don't form in the wet sand
you don't form at all
you don't form in the wet sand

I do

yeah

you don't form in the wet sand

you don't form at all

you don't form in the wet sand

I do


Los chilis

jueves, 9 de noviembre de 2006


Colonia la Condesa, DF, ciudad de México, el 5 de noviembre de 2006. En un café ruidoso.

(Piropos)


-¿No tomas mezcal?

-En realidad no soporto el alcohol.

-¿Cómo es eso?

-Mi abuela era japonesa

-¡Oh! japonesa, lo del enzima, ¿crees?

-Ajá, puede ser.

-Mirándote, con el mezcal ayudando, sí puedo ver que sos japonés.

-No te burles. Te lo aseguro, y, mi bella amiga, mi abuelo era francés.

-Ya me estás presumiendo. Tenés la barba roja.

-Del lado paterno, mi abuelo era español, mexicano español.

-Ya, qué interesante: o sea que sos un mexicano típico.

-Que las apariencias no te engañen, estás con un mexicano tomando mucho mezcal, tucumana. Y si sigues tomando así, tendré que llevarte a mi casa, sobre el hombro, ya te están brillando los ojos. Los tienes pícaros. Cuidado.

-Ah, sabes, sé tomar, sé cuando tengo que parar.

-Eso dicen hasta que se pasan, mejor, mejor, ya, ves, te estás acercando.

-Me estoy acercando porque no te oigo con tanto ruido. ¡Cómo gritan estos chicos! Siempre cantando ustedes, ¿no?

-Dentro de un ratito no oirás nada. Y tendremos una loca noche de pasión. Ya vas a ver.

-Me haces reír, mexicano, no creas que sea tan fácil. Aguanto bastante. Ya te voy a impresionar cuando salga de aquí marchando derechito.

-Ya lo haces, tienes una belleza inteligente, Inés.

-Sos el segundo mexicano que me dice eso, será un código para algo. Qué significa. No. No respondas. Me quedo con el piropo y ya.

-¿Qué hacemos entonces?, ¿otro?

-Órale, mexicano guapo, otro.

sábado, 28 de octubre de 2006

Ángel

Los ángeles tienen diecinueve años, viven en Toluca, y se llaman Gloria.

viernes, 20 de octubre de 2006

Allá

Para Ginés, porque te gustó. Ten te lo regalo.

Abrí un ojo, abrí el otro, había algo extraño en la habitación, una luz inhabitual. Una luz que yo conozco de otro lugar, una luminosidad que al reconocerla me señaló que había pasado algo durante la noche. Y ese acontecer yo sabía qué era. Erguí el cuerpo hasta mirar por la ventana, mi cama da contra la ventana, y afuera todo estaba claro, resplandecía de esa luz increíble que da la nieve cuando se ha asentado sobre el pasto del jardín, sobre cada rama de mi cerezo hermoso, cada hoja del laurel que rodea la terracita. Todo estaba cubierto de una manta pulcra y bella, impecablemente blanca y resplandeciente. Todo brillaba. Esa luz la conozco. Anoche hubo una nevada generosa, y esta mañana me sentí rara. Ya van varios días nevando pero siempre bajo el cielo parisino, gris, triste y bajo, que moja; nevada que no se posa, se derrite como agua sucia... Esas nevadas, son las francesas, sin embargo la de anoche viene de otro lugar. Los copos revolteaban esta mañana, y me vinieron unas ganas irreprimibles de salir, así que me he vestido como me solía vestir allá: concienzudamente, no como aquí, apenas un tapado mal cerrado, no allá hay que vestirse en serio, cerrando cada botón, con medias gruesas, con suéter caliente, con botas. He respirado profundamente, he inhalado recuerdos y sensaciones de otros tiempos, la garganta cerrada por la emoción, tiempos menos complicados, más concretos, fue como si me hubieran mandado en una máquina del tiempo a otro lugar, a esa cuidad que se prende y refulge con cada nevada tempranito, que conozco tan bien que podría dibujarla, mis dedos hundiéndose en la nieve. Me he vuelto a sentir niña de repente, y adolescente o más bien joven todo al mismo tiempo, he caminado rápidamente con el olor de la nieve embriagándome y haciendo perder el poco de sentido de la orientación que tengo. Me sentí muy bien. Como si estuviera en mi elemento natural. De vuelta a "casa" después de una jornada larga y cansada. Me di cuenta que la nieve forma parte de mi ser. De mi recuerdos. De mi historia. De lo que soy. Caminando sobre la nieve, he reconocido el ruido de mis pasos, ruido al que echaba de menos. Ahora me doy cuenta. Sensaciones de un más allá que me alcanzaron en un instante. No sé explicarlo, fue algo extraño y doloroso. Me di cuenta hoy que no estaba en casa. Esa nevada tan bella, y que será efímera, nunca dura en Paris me transportó lejos y volvió a traerme aquí a este jardín tan blanco, hoy, tan extraño y tan afín.

domingo, 15 de octubre de 2006

Noche

...Even my friends say to me sometimes
And make out like I dont understand them
You know what they say
They say, daddy you're a fool to cry
You're a fool to cry
You're a fool to cry
And it makes me wonder why.

Im a fool baby
Im a fool baby
Im a certified fool, now
I want to tell ya
Gotta tell ya, baby
Im a fool baby
Im a fool baby
Certified fool for ya, mama, come on
Im a fool
Im a fool
Im a fool ...


The Rollings

jueves, 12 de octubre de 2006

Probabilidades

Imaginate que vaya ahora a los objetos perdidos en Garrucha y le pida al encargado si le han traído esa pulsera de plata preciosa que tenía grabado: "Te amo corazón de melón", esa finita, esa linda, ¿te acordás? Qué le cuente que la perdí sobre la playa este verano, en algún momento en agosto, cerca del chiringuito que estaba a la izquierda de la entrada de la playa, o quizás en el agua, no sé. Y qué me diga: ¡sí, señora recién me la traen! O que vayas el viernes a la tarde al correo, sí ese al lado del video club, que la cola, eterna siempre, salga por la puerta y de vuelta hasta en frente del club, y que la encargada grite, "los que tienen postales para la Argentina, San Miguel de Tucumán, pasen por aquí": ¿qué pensarías? ¡QUE SUERTE TENGO HOY!
-Ay mamá, nunca más te preguntaré si juegas a la lotería.
Bueno mijo, no vayas a creer, podés ganar, no dije que no.

lunes, 9 de octubre de 2006

martes, 3 de octubre de 2006


The smell of white paper is like the scent of skin of a new lover who has just paid a surprise visit out of a rainy garden. "And the black ink is like lacquered hair. And the quill? Well, the quill is like that instrument of pleasure whose purpose is never in doubt but whose surprising efficiency one always, always forgets."

The Pillow Book, Peter Greenaway (1996)

Puede que escribir sea un acto sexual.

domingo, 1 de octubre de 2006

Foto de Prisca Lobjoy

Sos un tango, nene, sos todo un tango en mi vida.

(Apolo Novax)
Proyecto Gotan... desde el Koxmoz para el mundo... sí, soy yo… y la voz de mi pensamiento...mis pensamientos... pensamientos del corazón.
Cómo es la clave, cuál el secreto? Para estar en paz por completo, dos pies en la tierra y un relato desde hace rato me tienen sujeto. El mundo es mi suelo, el cielo mi techo, Buenos Aires donde cosecho mis anhelos y mis pasiones, pero solo hay vacío y no estoy satisfecho.
Si hablo de amor... sé que la extraño, de mis actos en vida soy dueño, pero me calla el dolor por el daño, es como un sueño dentro de otro sueño. Apuesto a pleno pero de callado, cada uno en la suya, yo ando rayado, sigo esperando sentado... que esta vez el destino no me deje plantado... que no me deje plantado... no nena.
Escuchame bien... no es chamuyo...es amor.


(Chili Parker)
Me la batió un gomía che, la culpa no fue mía, de amor yo no sé nada, lo mío es la astronomía, vos sabías bien que yo era un mamarracho, vos lo sabias bien...soy un borracho. Así que ya no me reclames, no me esperes flaca ya no me llames, todos lo saben prefiero ser MC, hasta el farolito de la calle en que nací. Tengo una balada para un loco, que la compuse yo, para mí, porque estoy loco, y eso me provocó que en vos pensase, y así un poema nace. Los más hábiles dejamos pasar los abriles, inmóviles para no quedar como giles, así ya no me enamoro de nuevo... así ya no me enamoro de vos de nuevo.

(Apolo Novax)
Pensamientos del corazón … son mi confesión..."¿qué?"... tampoco mi inspiración.
Pensamientos del corazón … son mi confesión..."que sé yo, pero sé que no es chamuyo"... tampoco mi inspiración. ( Bis X2)

(Chili Parker)
... y es así, todos tropezamos con la misma piedra.

(Apolo Novax)
No es chamuyo...es amor.


Gotan project, Confesión

lunes, 25 de septiembre de 2006

Le lit impossible. (Imagen de Marcel Duchamp)


Mi cama es tan grande que parece infinita. Cuando estoy acostada no llego a ver donde termina, se extiende para un lado, se extiende para el otro, y yo en el medio floto, iba a poner serena, pero no, perdonen, no puedo. Azul mi edredón, azul el cielo que entra por la ventana. Cierro los ojos y siento los rayos del sol que caen justo sobre mi rostro por la mañana de este sábado, sábado bendito que me da una hora más de descanso antes de ir a trabajar, y oigo llegar, pasitos cortos por el pasillo, mi hija menor, abrir la puerta y meterse en la cama, sin una palabra, luego el segundo, gruñón, el primero por último, con pasos más fuertes y menos discreción. Se meten todos y hacen olas, olas con los pies, y con ellas me llega el calor de la noche, de sus cuerpos recién amanecidos. Olores de niños, de piel, de sueños. Entonces abro los ojos y sé que mi cama es el mar, y nos ponemos a jugar, de mi mar salen risas y caricias, abrazos mañaneros. Antes de irme a duchar, entro por debajo de las colchas y me convierto en tiburón, buscando deditos, porque no es cuestión que ellos estén ahí zambullidos y yo partiendo al laburo, una mañana de otoño, un sábado feliz.

domingo, 24 de septiembre de 2006

Preguntas del domingo

¿Qué pasa cuando estás sentada en un café parisino lleno de gente una linda tarde de domingo, sola, comiendo algo antes de entrar en el cine, y la gente de al lado, la mesa pegada a la tuya, conversa, y vos sin querer realmente, oís todo lo que dicen y te das cuenta que se ponen a hablar de cosas de las que vos sabés obviamente más que ellos? No han entendido como va la cosa, no es así ¿Qué pasa cuando surge una pregunta y vos conocés la respuesta?, ¿Intervenís? ¿te metés?, ¿contestás?, ¿te aguantás?, ¿no decís nada?, ¿comés con la respuesta quemándote la lengua?, hay más, ¿qué ocurre cuando alguien contesta, otro, un vecino sentado del otro lado, que se mete en la conversación con menos reparos y contesta mal. Responde errado. ¿Qué hacés?, ¿tragás atravesado el croque madame?, ¿te ahogás con la cerveza?, ¿te ponés a toser colorada por el deseo de aclarar y el miedo de molestar?, por timidez tal vez, o ¿le pedís al mozo la cuenta? Quizás pase que no puedas resistir las ganas de comentar y dejes sobre una servilleta, una nota, la respuesta y salgas disparando. No sé, ¿qué opinás?

martes, 19 de septiembre de 2006

Dos tucumanos en París

Tengo un don. Tengo el don de ubicación temporal. Queda bonito así, ¿no? En realidad es una habilidad, inútil, que me permite sentir el tiempo pasar. Como si tuviera un reloj interno. Tic tac, tic tac, percibo los minutos transcurrir con exactitud: media hora, una, dos, soy verdaderamente estupenda para eso. Lo malo es que no sirve para nada, o quizás en clase, y hasta por ahí nomás ya que estamos rodeados de referencias, relojes, móviles, campanas, sí, suenan las campanas en Francia, es imposible escaparle al tiempo. En mi caso me sirve sobre todo para darme cuenta cuando voy a llegar tarde, de la demora del bus, o de cuanto tarda Guy para hacer los deberes, calculo las esperas con una precisión matemática, uf. Lo que en realidad me hubiera gustado tener es el don de ubicación espacial, mucho más interesante, práctico y eficiente. Ahí perdería menos tiempo, ese tiempo que tengo adentro. Y causaría menos disgustos a los amigos. Saber donde voy, ¡caray!

-Te aseguro que la plaza Sta Marta queda por aquí, estamos cerca.
-¿Estás segura que existe?
- Sí, sí, es aquí nomás, pero no entiendo porque no la veo.
-Tranquila Inés, todo bien, tenemos tiempo.

Y meta a recorrer las calles parisinas, bellísimas siempre, de centro a este, de este a norte, creo, ya ni sé, al principio con sol y despreocupación, conversando alegres, mi amigo y yo; me gusta tanto cuando vienen a visitarme, así me hago la parisina bacana, la que debiera conocer. Al comenzar el paseo estuvimos siguiendo unos enormes camiones que echaban música electrónica y un montón de chicos bailando alrededor, camiones que se seguían a poca distancia con músicas discordantes, atronadoras, y mucho buen humor. Un París de fiesta, un sábado, una fiesta extraña, no me pregunten por qué, no sé.

-Perdone señor, ¿sabe dónde queda la Plaza Sta Marta?
-No, nunca la he sentido hablar.
(dando vuelta la cara hacia mi amigo)
-No me mires así, te juro que existe, yo ya fui dos veces, es cuadrada, tiene un café en una esquina, simpática, divina, comeremos rico, ¿estás con hambre?
-Es que ya es tarde.
-Uy, estás con hambre, ya, ya mismo llegamos, ya verás. Por algún lugar debe estar. ¡Oh! el canal, sí que estamos cerca. Ya, falta poco.

Mil veces miramos los planos, preguntamos, anduvimos de acá para allá, les podría decir cuanto tiempo caminamos pero me da un poco de vergüenza, hicimos tantos kilómetros que ya no quedó más que un momento para comer antes del espectáculo que estaba, claro, del otro lado del mundo, allá al sur oeste de París. Y nosotros sin ver siquiera la plaza.

-Perdona, no sé, es como si hubiera desaparecido. Parece un chiste de mal gusto. Tenemos que irnos.
-En cuanto llegue a casa la encontraré con el Google Earth.

¿Google Earth? A eso tienen que resolver mis amigos cuando vienen a visitarme en París. Pobre de mí. Les cuento llegamos a hora al espectáculo, por suerte. A la hora justa, en punto. Sí, bueno, no comment.

domingo, 17 de septiembre de 2006

Panam, Panam toujours Panam





« ...Un refrain courait dans la rue,
Bousculant les passants,
Qui s'faufilait dans la cohue
D'un p'tit air engageant.
Les gens sur son passage,
Se regardaient l'air surpris,
Cessaient leurs bavardages :
"Quel est donc ce malappris ?"
Oui, mais l'air était entraînant
Et les mots engageants
Et surtout, il y avait dedans
Du rire à bout portant... »


Piaf

miércoles, 6 de septiembre de 2006

Descubriendo Nunca Jamás





"Los niños nunca deberían ir a la cama, cuando despiertan son un día más mayores"





Crónica de fin de verano

Le han salido ronchas a la gorda, al atardecer, la víspera de ir a la escuela, primer día del primer grado del resto de su vida. Se retorcía, le picaba tanto que no podía parar de rascarse, me pareció una reacción alérgica a la picadura de algún mosquito. Las ronchas crecían a medida que se las miraba. Más se agitaba más le picaba, claro. Mi niña, Emi, tranquila amor, ya, cierra los ojos y pasará, ¿ves? te pongo agua sobre el escozor, date vuelta que necesitás un masaje de mamá, mimos, besos (y valor para mañana pensaba yo). Tanto le dice la gente, y yo en una cierta medida, que es grande, que está grande, que es una señorita, que ya alcanzará a los hermanos, qué aprenderá a leer y escribir, y será definitivamente grande que le vinieron ronchas, gordas, rojas, y muy incómodas a mi hija ... que ya va a la escuela, y será grande y sabrá leer y escribir y ...
¿Mamá?
Dime hija
¿Cuándo me podré casar?
¿Casar? ¿ya te quieres casar?
Llevo una vida esperando, mamá.
Empecemos por la escuela Emilia, ¿qué te parece?
Buenas noches, mamá
Buenas noches, mi vida.

Benjie no puede dormir. Dice que se ha desacostumbrado. No le sale. Se da vuelta en la cama, piensa en un millón de cosas y le entra calor. Le pesan las sábanas, lo escucha al hermano respirar y se desespera. Mira el reloj y pasan los minutos, faltan siete horas para la mañana. Seis horas y cincuenta minutos. Le viene sed, va al baño, toma agua, ¿mamá? Benja ¿qué pasa? No hay caso, lo he intentado todo. Uy hijo es tardísimo, ¿has tratado cerrar los ojos? soñá con que ganas en el fútbol, un gol, pensá en un gol espectacular, tus amigos mañana hinchando en el patio de la escuela, los cuadernos nuevos que estrenarás, qué sé yo, Benja a dormir por favor. Sí mamá, buenas noches. Buenas noches mi vida.

¿Y Guy? Por el momento Guy duerme, duerme profundo, tan fuerte duerme que mañana será un nuevo día, completamente, y no se acordará que hay escuela, qué entra en la secundaria, que cambia de colegio, qué tendrá que irse en bus, que no regresará a casa para almorzar, que tendrá seis o siete materias, que tendrá deberes hasta la coronilla, pero no hay que preocuparse, Emilia y Benja lo hacen en su lugar. Mañana empieza el colegio.

viernes, 1 de septiembre de 2006

Cuando el silencio se vuelve locuaz, la mirada: vida, y la vida anécdotas, tristes, buenas, improvisadas, necesarias, trágicas, sorprendentes ...

lunes, 28 de agosto de 2006

De qué color era el caballo verde de...


Soy un lagarto, me arremango los pantalones hasta las rodillas y cae mi cabeza sobre el hombro, pongo los pies encima de la valija en un movimiento curvo. Ahora, completamente inmóvil sobre un banco del campo San Francisco, a la hora de la siesta, escucho música:.. ♪♫He said goodbye... So now I am trav´ling light... ♪♪♫ Y mientras se arrastra en mis orejas la voz de Billy Holiday, hermosa su voz, el sol pega fuerte. Disfruto de la luz y te espero: qué bueno está el calor; el libro en mano, sin poder leer, requeriría demasiada concentración, y no puedo concentrarme, apenas respirar y mirar estos bellos árboles en mi alrededor. ¿Me llamarás? Todo es tan verde. Verde húmedo, verde profundo, verde agua, como el agua de tus recuerdos, tantos, sumergidos de lluvia asturiana. Hasta las notas de jazz de Billy podrían ser gotas de agua sobre el cristal de tu ventana, pero hoy no llueve en Oviedo, y descanso al aire libre.

Un viejo se acerca a toda velocidad, incluso pensaría que corre, pero no me muevo hasta que entiendo que se viene derechito hacia mí, el lagarto que soy se estremece y toma pose humana, se agacha para hablarme, lo miro pero Billy, mi Billy, me sigue suspirando, la paro, me saco los audiófonos. "Hola", "Hola", me contesta y sigue: debe ser extranjera, ¿sí? ¿lo adiviné? Viejo astuto, yo sentada con la valija entre las piernas y un aire de estoy de vacaciones por toda la cara... "Hay que tener cuidado con el sol, con el calor, es tan insólito por estos lados", continúa el viejo. Suspiro y pienso: ¿querrá conversación? Se sienta a mi lado y me mira: tiene la mirada alegre y pícara, debío ser lindo hace cuarenta años, me dice que le encanta viajar, que fue a París, y a Hungría, y que empezó a hacerlo a la jubilación, hace veinte años, me explica que tiene familia en Veracruz. Veracruz es en México le preciso, cerca del mar, yo soy argentina, de la montaña. Eso: americana, me dice, se nota, se nota. Bueno, americana si quiere. Y se queda ahí mirándome un largo rato, entonces le pregunto alguna tontería, le gusta pasear, ha sido profesor de química, no le gusta el calor. Me invita a un café en el parque, le digo no muchas gracias, que espero a alguien, ¿un hombre? pregunta, no, le digo una amiga, entonces si tiene que esperar, puede tomar un café, cafecito, me convence que está ahí nomás, al lado, que si puedo hacerle el favor, a unos pasos nomás, y me siento estúpida de decirle que no, otra vez. Venga Carlos, vamos a tomar ese café.

Pero así es la vida, en el momento en que me levanto, me llamas, y te ríes, qué linda es tu risa amiga, y te cuento que de no haber hablado con nadie, estoy hablando con dos, ¿la ley de quién era ésa?, con tu risa y Carlos, bajamos unos escalones, y no te digo que el viejo empieza a toquetearme, los brazos, me los palpa, los agarra, quiere poner su brazo alrededor de mi cadera, se arrima, eh eh, le digo, no me toque Carlos o no hay café, guarde sus distancias. ¿Qué está haciendo? ¿Le gustaría irse de viaje conmigo? me pregunta. Es que estoy de viaje, Carlos, este es mi viaje. Me siento, la valija sobre mí, muy lejos de mi viejo verde, verde los árboles, verde los lagartos, los pavos reales del parque, tomamos un café, casi callados y Carlos desaparece tan rápidamente como llegó, y yo me río por dentro, no por cierto no les sienta bien el sol a los ovetenses, con tanto verde tanto verde ya me parecía raro a mí. Falta de costumbre.

viernes, 25 de agosto de 2006

Fuegos artificiales en Versailles

Madre mía que maravilloso espectáculo de danza, dirigido por Alfredo Arias, provocador, barroco, desplegando fantasía, contrastes, alegorías, osadía, un vestuario suntuoso, los abanicos por Dios, qué abanicos, la coreografía de Ana María Stekelman, música por Les Rita Mitsuko, texto de Chantal Thomas, bailarines estupendos, fabulosos, y en particular el patinador, Gastón, enhorabuena, Gastoncín, suerte mañana en tu début, los fuegos artificiales, el estanque de Neptuno con el castillo detrás. Una noche estrellada y una Inés perfectamente feliz de estar ahí en el medio de la locura, el frío, el humo, las risas, los aplausos, mis aplausos. Bravo les artistes.

Acumulando explicaciones

Anoche me hablaste de esta película que vimos ambos tres veces, ya te vale preguntarme cosas a las tres de la mañana, aquí te entrego una parte de la respuesta.

Voyager: c'est naître et mourir à chaque instant
V. Hugo (Les misérables)

Tout est permis en dedans
Céline (Voyage au bout de la nuit)

Al final de cuentas, viajar es una cuestión de actitud, es decidir irse, cerrar la puerta de su casa pensando: me voy, y mandarse a mudar, largarse, alejarse, partir, y ya...
Por supuesto me gusta el movimiento, el traslado, el camino, pero yo lo que busco, más que ausentarme, más aún que cambiar de decorado, olores, sabores, piso, cielo, en fin, es salpicar el curso inexorable de los días por digresiones, a veces deslumbrantes, que con suerte pasan--a veces no--, cuando se está dispuesto, o corresponde el momento con el ánimo también de paseo; digresiones que alteran y enriquecen la topología de mi realidad; en el tiempo, un viaje es un intervalo que tiene su lógica propia ligada, mucho más que en otras ocasiones, a nuestro mundo interior. Hay tantos viajes posibles. Regresar a un lugar conocido añorado puede resultar un periplo, jeje. Y ahí está el peligro para mí, cuando una brecha se abre y el hueco queda y no se colma. Cuando uno piensa hacer un viaje y pasa que es el viaje que nos hace o deshace. En ese caso el regreso me deja desencajada, por un tiempo. Últimamente busco interludios de voces, incursiones en un idioma, necesito percibir, sentir los latidos de la lengua española en todas sus variaciones, sus sutilezas, sus matices. ¿Te sorprende que viaje por el habla? Más que ver, yo soy de oír. Vuelvo a mi pago y el viaje es doble. A veces triple. Viajo en el espacio, en la memoria, en el cariño. Cuando salgo a España, qué poco me interesan las calles, pero sí cómo se las camina, el ruido de los pasos, los comentarios del caminante, busco encuentros con la expresión de una cultura. El mundo de la palabra. Será una fase en mi vida, una falta, un desequilibrio, ya pasará y podré emprender otros viajes, lejanos, curiosa y abierta.
Acabo de regresar de España, lo sabes y ¿en este momento? Estoy en Kabul, viviendo con la familia de Sultan Khan, su mujer Sharifa y su segunda mujer Sonya, sus numerosos hijos y sobrinos, hermanos, son once a vivir en la casa del librero. Me acompaña Åsne Seierstad, una periodista noruega. Nos sentamos las dos en el salón con las mujeres, dormimos en el piso sobre un tapiz al lado de la abuela, comemos arroz, a veces cordero, Kabul soleado, caliente, paseamos con burkas por las calles destrozadas de la ciudad. Viajamos a veces y nos encontramos con mucha gente. Ah, de ese tipo de viaje todavía no te hablé, el de los libros... será para una otra vez. Si no te dije que habían muchas formas de viajar...

jueves, 24 de agosto de 2006

domingo, 20 de agosto de 2006

La redención de Tsotsi

Empieza la película con un joven de 19 años mostrando un dedo erguido arrogante, en una actitud impasible, a todos los que lo insultan mientras camina por su barrio seguido por su banda. La música Kwaito --hip hop sudafricano-- suena fuerte, vibra contra las paredes de madera, de lata, y sobre el polvo que levantan sus pies. El tono está dado, la vida en el township de Soweto cerca de Johannesburgo donde vive Tsotsi es lo que es, violenta, difícil, al borde de todos los límites humanos. Tsotsi significa delincuente en Tsotsi-Ttaal, una jerga de Soweto, una mezcla de Afrikáans, Zulú, Xhosa, Tswana y Sotho. La película de Gavin Hood (2005), en la tradición de películas sobre jovenes sin ley ni futuro, Ciudad de Dios de Meirelles, o Pixote de Babenco, Boyz in the Hood de Singleton, es la adaptación de la novela de Athol Fugard (1980), y la historia de seis días en la vida de un sociópata privado emocional y economicamente, un chico violento, cruel, sin remordimientos o ningún criterio moral. Tsotsi, no tiene nombre, pasado, planes ni proyectos, existe. Existe en un presente airado, en un estado de supervivencia permanente. Sin embargo una noche de alcohol después de un crimen, durante una confrontación fuerte, su amigo y miembro de su banda le habla de decencia, le pregunta quien es, cómo se llama, de dónde viene, si tuvo madre, padre, perro, Tsotsi se abanlanza sobre el provocador y le destroza la cara.Sale corriendo por un campo abandonado, roba un auto, dispara sobre una mujer y descubre en camino que hay un bebé en el asiento trasero del coche . Lo abandona, vuelve, decide que se lo llevará a su casa. Y se ocupa de él.

¿Qué ha pasado? El amigo sin querer, luego el bebé, esa serie de eventos han desencandenado un recuerdo, una emoción violenta, y ahí está la clave de la película, una historia de redención por la memoria, y con la memoria la vuelta de su humanidad, irreversible.

Es una película fuerte, sincera, tensa, impresionante, sin complacencia, sin emociones a tres pesos, nunca cursi, ninguna intención de enternecer, hacer humor, no, no es así, tampoco es una película ambiciosa, a lo más una exploración en el mundo interior de los recuerdos, de la intimidad y de sus efectos sobre la conducta, con el trauma de su revelación. Cómo olvidarse de esa escena donde Tsotsi obliga a Miriam con su arma a darle de mamar al bebé, y mientras la mujer le susurra palabras suaves para tranquilizar al bebé, Tsotsi sentado en frente no puedo sino caer en el pozo de la memoria reprimida y recordar a su propia infancia.

Los actores siempre logran mantener el tono justo, son magníficos, Tsotsi, - (Presley Chweneyagae), Miriam - (Terry Pheto), Butcher - (Zenzo Ngqobe) un psicópata perfecto, Boston - (Mothusi Magano), el intelectual, Die Aap - (Kenneth Nkosi) el amigo de infancia y Zola que también firma parte de la banda sonora de la película.
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miércoles, 16 de agosto de 2006

Besos con sal (Joaquín Sabina)





























Tus pies bailan un tango con mi pasado,
tus cejas son las rejas de una prisión,
tus labios son el fuego por duplicado,
tu olvido es un descuido de mi pasión.

Tu cuello es una rama para colgarse,
tu mente un crucigrama por descifrar,
tu ombligo anda buscando por donde ocultarse,
tu boca es un milagro de la humedad.

Tus ojos son dos gatos por los tejados,
tu nuca un callejón al oscurecer,
tu pelo es el más negro de los pecados,
tus dientes son agentes de Lucifer.

Hembra y señora
que cada hora
cambia de piel,
golfa y decente
dulce serpiente
de cascabel,
flor de alquitrán,
lluvia que llueve,
besos con sal.

Tu lengua sale en todas mis pesadillas,
tus uñas acribillan mi corazón,
tus pechos dicen que eres una chiquilla,
tus muslos saben que eres mi perdición.

Tu piel es una patria para mis manos,
tu vientre un desayuno con vino y pan,
por tu cintura sale el sol más temprano
y se mueve el verano cuando te vas.

Tu pubis es un delta de agua salada,
tu falda… la más corta de Chamberí,
tu risa es una lágrima equivocada,
tu cama se inventó para no dormir.

viernes, 11 de agosto de 2006

Beso (copiado casi completamente de Juan Manuel Aragón)

Urgente, chiquito, vení que necesito un beso. Apurate que estoy desesperada del todo. Vení rápido, por favor, ¿no ves el estado de exaltación en que estoy? Dejá, por favor, todo lo que estés haciendo, secate las manos en la toalla, en los pantalones, en cualquier cosa y haceme la atención de venir. Pero no demores más, que me estoy muriendo de ganas de besarte.... ¿Qué dices?, ¿que ya vienes?, entonces, haceme el favor de traerme fueguito, que de paso quiero fumarme un pucho y no quiero dejar la cama, tan calentita que está.

Gracias Juan Manuel, por escribir tan bien... perdona haberte robado esto y haberlo transformado... Es tan lindo que ahora es mío.. Si no me perdonás vení a París y te dejo que me retes mucho mucho. Hazme el favor.

viernes, 28 de julio de 2006

Ojalá

Es preciso llevar un caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella bailadora.

Federico Nietzsche

viernes, 21 de julio de 2006

Estatuas, las hay por todo Oviedo, en particular en el casco viejo; me topé con un Culo, enorme escultura del artista Úrculo, me lo encontré a Woody Allen, esa fue una gran sorpresa, la Infanta, un Botero, una madre e hijo, las había grandes, modernas, pequeñas, originales, clásicas, a veces sobre un piedestal otras sobre el piso, de verlas tan numerosas me provocó, un especie de reto, de verlas todas, un juego entre el centro y yo, una caza del tesoro. Así es que de plaza en plaza, de fuente en fuente, también muchas, de café en café, me callejeé a Oviedo ese domingo que empezó vacío y se fue llenando a medida que se imponía el sol. Tranquila y con tiempo me dediqué a ubicarme en tu ciudad limpia y amplia, una burguesa con estilo y encanto: la catedral San Salvador una belleza gótica se llenó de gente esa mañana, a la hora de la misa, pasé por el museo, el teatro Campoamor, la casa Llanes y su fachada barroca, la calle Uría y sus comercios, la estación de tren allá arriba, todo me resultó familiar, no sé por qué, comí a la sombra, y me fui a descansar con mi libro en mano al campo San Francisco. Estaba de buen humor, sonaban a mi oreja las voces de la gente, sus frases y expresiones, su actitud tan diferentes de la de los franceses, su contacto directo y agradable. "Maruja, que te llaman..." me despertó la voz de una mujer llegando del patio de abajo por la ventana de la pensión, me había reído sola en mi cama, desperezándome, luego desayunando gocé de oírlos, de verlos, observé con gula los gestos, las miradas, las intonaciones de su habla norteña, todo quise retener cuando los ovetenses entraban y salían de los cafés, Buenos díassss, holaaaa, qué se cuenta... ¿Era lo que había venido a buscar?

jueves, 20 de julio de 2006

Uno de Charles Bukowski

"question and answer"
he sat naked and drunk in a room of summer
night, running the blade of the knife
under his fingernails, smiling, thinking
of all the letters he had received
telling him that
the way he lived and wrote about
that--
it had kept them going when
all seemed
truly
hopeless.
putting the blade on the table, he
flicked it with a finger
and it whirled
in a flashing circle
under the light.
who the hell is going to save
me? he
thought.
as the knife stopped spinning
the answer came:
you're going to have to
save yourself.
still smiling,
a: he lit a
cigarette
b: he poured
another
drink
c: gave the blade
another
spin.

(extracto de The Last Night of the Earth Poems)

Culpa

Desarmando la valija en España, otro viaje, otra vida, encontré mis anteojos de sol rotos. ¡Oh!, pensé, ¡qué pena! Los miré, los toqueteé, les di vuelta entre mis manos, no pudiendo resignarme a verlos así, les tenía un gran cariño a pesar de que eran demasiado grandes para mí, ¿te acuerdas? me gustaban tanto, y mientras los miraba surgió tu cara nítidamente a mi recuerdo, te vi sentado al lado de mí en ese bus que nos llevaba bajando, bajando, de vuelta a la ciudad, vi desfilar paisajes andinos, como en una película, algo tan real... Qué extraño ¿no? esa capacidad que tenemos de poder vivir varias vidas entremezcladas, sin tiempo y sin espacio, solo con la cabeza. Memoria: pedacitos de momentos que me articulan caóticamente. Te vi con los lentes puestos, te miré durante todo el viaje y tu te dejabas, haciéndote el distraído, la mirada siempre al frente, de costado, en fin, la cabeza reposada contra el asiento, me acordé de lo bien que te quedaban, de haber sentido algo de celos, "eh, que son míos" te dije, pero sabías que era un juego, y tú no me hiciste caso, con razón, tus dedos enroscados con fuerza a los míos. No me soltaste la mano ni un solo segundo durante el viaje, me acordé, Negro, de tu sonrisa ese día, sonrisa tranquila por yo estar ahí contigo y tú conmigo, fuera del mundo, a miles de metros por encima del mar, arriba de todo, en el cielo sudamericano. Tiré los anteojos a la basura, vacilante. Será porque persiste la sensación que debí regalártelos ahí, en ese momento.

martes, 18 de julio de 2006

Reflexiones del ángel



Únicamente cuando saltes entenderás para que son esas largas, plumosas y blancas extensiones insertadas en tu espalda.
(fotos de Asturias)

SUICIDIO EN LAS OLAS de Rosa Trápaga.

Hoy he vuelto, suicida, a mi esquina del altísimo acantilado para fundirme oscilando entre las olas, allí abajo, en la profundidad del abismo. Esas olas, caricias de mi alma, silenciosas — ¡está tan alto!, ¿cuánto tardaría en caer?— que me reconocen, —¡soy yo! les grito desde nuestra distancia insonora— y se me ofrecen dibujando en la arena un abrazo blanco y burbujeante de sal y de algas. Ofrezco mis brazos, manos abiertas al abismo, las olas me llevan al mar y el mar, mi amante secreto, atrapa mi piel cansada con sus manos inexpertas, ven. Me llama, ven, ven… Me envuelve en sus brazos, mi mar, y entonces la soledad se hace tumulto —gotas infinitas, informes—, el dolor se diluye en la sal, efervescente, la vida adquiere sentido en la liquidez del agua, móvil, sorprendente. Inesperada.
Me preño de mar, avanzo imparable hacia la orilla, final renovable, y vuelta al mar, orgasmo de mar en mis pliegues confiados, vaivén de alivio, mezcla de sales —su agua y mis lágrimas— para volver a formarme en un renovado renacer y avanzar hacia la orilla acabándome en el rastro de humedad de cada gota —final interminable— y vuelta al mar, ven. Ven, ven, ven… En el romance carnal que el mar y yo mantenemos desde siempre, mi imposible entrega se disuelve en la efervescencia de sus aguas: frías, suaves y traidoras, cálidas, turbulentas y pacíficas y agresivas, y azules y verdes y grises. En el vacío del horizonte el mar me toma, y yo… aún me daría más.

La voz, sólo palabras, del hombre que me acompaña —a mi lado, pero tan lejos— me despierta al frío de la brisa del mar abierto, pies con pies sobre el suelo rígidamente pétreo y duro. Sus dedos sólidos se enredan torpemente en mi melena alborotada y colocan cada cabello convenientemente sobre los hombros, en su sitio, alineados, alisados, planchados, planos. Me ofrece en su abrazo un susurro de deseo, choque de cuerpos, con el que pretende rescatarme del naufragio. Nuestras bocas se buscan y mis dedos temblorosos desenredan los mechones de sentimientos y los colocan con cuidado en la piel adentro: ordenados, precavidos, cautelosos, controlados. En la complicidad del prematuro anochecer de una tarde de Enero me dejo oscilar entre sus manos expertas, caricias de mi piel, sin ofrecer mis brazos, inerte.
Mi soledad se queda sola, el dolor toma su sitio, la vida pierde sentido, me preño de nada. Mi amante toma mi humedad, charco solitario en la inmensidad del desierto, y yo… aún me daría menos.
Por eso sé que volveré; al suicidio de las olas volveré siempre. Para no dejarme morir.

Gracias amiga por tu Oviedo.

Salí de París a tontas y a locas, a todo correr, a duras penas, casi a gatas. Salí sin pensar, necesitando este viaje, arrebatándome de mi vida. Tres hojitas, madre, tiene el arbolé, ninguna en la rama, tres en el pie. Llegué a tu Oviedo, amiga, y me esperaba agua, aire, y verde. Fíjate, respiré. Dábame el aire, maneábame, jaleábame. Me dejé perder por las calles del centro, a tientas y a pie, con la amabilidad de tu gente pude encontrar la pensión. "Mira, oye, al final de la calle, cuando te estrelles contra la pared, tropieza hacia la izquierda, no te pierdas, sigue recto, y detrás de la estatua, está la calle que buscas." ¿Cómo perderse? Sin embargo no pudo resistir, y me acompañó. Abieron la puerta y recién se despidió. Más tarde, entré en una sidrería y me pedí unas croquetas de jamón serrano que me supieron a gloria, a esa hora de la noche y una cañita para celebrar mis días españoles. Entré a descansar en la pensión: era perfecta, una cama, una ventana grande. Me eché y dormí mi primera noche sabiendo que sería un lindo viaje. Ábreme la puerta que te vengo a ver, que te vengo a ver, que te vengo a ver...

sábado, 8 de julio de 2006

¡Nos vemos!

Un viaje es una nueva vida, con un nacimiento, un crecimiento y una muerte, que nos es ofrecida en el interior de la otra. Aprovechémoslo.

Paul Morand.

miércoles, 5 de julio de 2006

Doisneau

Insólita silla fuera de lugar


El otro día saliendo del trabajo me compré una silla. Una silla sencilla, cómoda y barata. Entré en la tienda y sin pensarlo la compré, ¿cómo les explico? Hacía tiempo que la necesitaba. Me precipité a pagarla, impaciente que estaba de llevármela a mi casa. Por supuesto que no había pensado en nada más que en mi hallazgo. Salí feliz con la silla en brazos. Qué fácil había sido, cuánto había tardado en comprarla. Qué linda quedaría en mi departamento. Llegué a la estación de tren. Estaba incómoda con mi bulto. La posé a mi lado y me apoyé sobre el respaldo, la miraba, y luego no, hacía como si no exitiera, y el tren que no llegaba, de tanto esperar me cansé, y sin pensarlo me senté. ¿Para que sirve una silla si no? Imagínense, una muchacha esperando el tren sentada sobre una silla en el andén de esa estación desolada y gris de un suburbio industrial del oeste parisino: hice sensación, todo los viajeros sorprendidos me devolvieron miradas alegres, los comentarios dispararon; incrédulos y divertidos, mis compañeros de ruta me saludaron a las carcajadas. Era una foto dada en vivo.

Escribiendo

El escritor se sentó en su escritorio, como todas la mañanas desde hacía 21 años, y con un gesto aplicado pasó una mano por la mesa sacando el polvo que no había, de pura maña nomás; de la misma manera, agarró su lapicera, alisó la página blanca, acomodó su silla y empezó a escribir. De vez en cuando levantaba los ojos y a través de la ventana acariciaba con la mirada el roble que reinaba en medio de su jardín. Ese día como todos los días abrió su libreta donde tenía anotados todas las palabras, los giros, las expresiones que le habían gustado y que usaría en sus escritos. Como todos los días, el escritor terminó su jornada exasperado con el zumbido de una vocecita en su oreja que decía: ladrón, mentiroso, falsificador... se levantó y tiró su hoja en la papelera, con una presición matemática. Suspiró, y pensó, mañana me saldrá magnífico. Sí mañana mejor.