martes, 28 de diciembre de 2021

Luciana Jury - Yo no se que me han hecho tus ojos


 "Las apariencias son hermosas en esta su verdad momentánea" Octavio Paz.

¿Te interesa el interior de mi casa y crees entender quién soy? Lo que ves corrobora la idea que tienes de mí; ajá, estás analizando, juzgando lo que crees entender. Sin embargo, cuidado: las apariencias son tramposas. Empezando por tus ojos que vienen cargados de tu historia, tus impresiones, tus gustos; mi casa en tus ojos habla más de ti que de mí, ya que solo puedes ver lo que reconoces. ¿No te parece?

¡No!

¿No? Por qué no, si uno ve el mundo a su imagen, vamos, es una evidencia. O crees en esa tontería de la objetividad.

Simplificas demasiado.

Quizás.

Tu casa muestra un gusto por los recuerdos.

Ah, ¿y?

Tu pasión por tus hijos.

Uy qué difícil adivinar eso…

Te gustan los libros

Jajajaja, ya para, por favor, no sabes nada de nada y ni lo intentes

Al mismo tiempo eres injusta, has elegido cada objeto, los pones a la vista, los declaras al mundo: las fotos, los cuadros, los colores que eliges hablan de ti. Son las cosas que te importan, detrás de cada cosa brota tu inconsciente.

Te dije que pararas, me vas a matar de la risa. Por supuesto que cada cosa que se encuentra en mi casa es mía, sin embargo, lo que digo es que crees saber quien soy. Lo vi en tu mirada. Eso no es verdad. Una persona, aunque esté vestida, puede ser otra de la que imaginas. Eso digo simplemente.

O sea que si entiendo bien, dices ¿que uno solo vive de ilusiones?, y lo que veo y creo entender de ti es mío o soy yo, ¿algo así? Al final, resulta que las apariencias son infinitamente más deliciosas que la realidad. 

Has cambiado por completo lo que quería decir pero vale, olé, ...

lunes, 20 de diciembre de 2021

Alejandra

Cerraron las milongas. Se acabó el tango de momento. Nuevamente, estamos acorralados por el maldito bicho. Me senté en la compu buscando un airecito que rondaba por la cabeza y oí este de Troilo y letra de Ernesto Sábato. Me pilló desprevenida y me hizo pensar muy fuerte en un amigo. Se lo dedico.


He vuelto a aquel banco del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.
Ahora, tan sólo, la bruma de otoño,
un viejo que duerme, las hojas caídas.
El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte
ya todo llevaron, ya nada dejaron.

Qué siga la fiesta, aunque solo en la cabeza. 



 


miércoles, 1 de diciembre de 2021

Desde el pasillo le grité, uy qué mala...

 

Sus cartas empiezan por la primera frase de los distintos capítulos del libro que me prestó y del cual me habló con un entusiasmo infantil muy poquito tiempo después de que nos hayamos conocido. Un buen libro por otra parte. Pretendía establecer un código secreto entre nosotros. Pero me reí tan fuerte que casi se enoja. Le pregunté: ¿recordame tu edad?

¿Uy, por qué te reíste? Supongo que quería establecer intimidad y vos te reís. A mí me parece algo simpático.

Vos sos totalmente literaria, pero yo no, pibita. Por favor. Sabes que me dijo cuando le dije que no creía que nuestra historia funcionaría.

¿Qué?

Me dijo que la separación formaba parte de una historia de amor.

Mi amiga seguía riendo tan fuerte que no se dio cuenta que me me había ido de su aula y desde el pasillo le grité nuevamente, ¡ uy qué mala, che !






sábado, 27 de noviembre de 2021

Casi diciembre

Hoy guardé mi bici porque la alfombre blanca que cayó anoche se transformó en hielo esta siesta. Ya las pistas de por si son peligrosas, con hielo no quiero ni pensar. Se terminó la pedaleada por ahora... A caminar entonces.



viernes, 26 de noviembre de 2021

Les ténèbres de novembre

La noche de noviembre es comilona, se come el día de a poquito una hora a la vez. Llegamos al final del mes más infame con tan poquita luz que esta parece querer desaparecer por dentro de los árboles, por entre sus hojas, detrás de las ventanas. Mes oscuro, por favor . Por las calles la negrura es tan profunda que mi vista falluta no tiene por donde agarrarse. Siento los olores de las hojas mojadas, del piso húmedo, un olor que se mezcla a la niebla, al frío, al viento que se mete por dentro de la chaqueta frambuesa que me sirve de abrigo. Este año la falta de luz me resulta antipática. Hasta diría que me paraliza un poco.Ya me acostumbraré a vivir mitad de día mitad de noche. De momento, sin embargo, me paso las horas sin luz a leer metida en casa esperando que... no sé bien, esperando. Siento que será largo el invierno.



domingo, 24 de octubre de 2021

Attente et mesure

 


Hace seis años que empecé gradualmente a cerrar puertas, desatendiendo a amigos, descuidando de mis intereses: cine, teatro, salidas al campo… El tango, su aprendizaje, su práctica, sus milongas, voraz aniquilador de tiempo, fue encerrándome en una idea fija: bailar y bailar cada vez mejor. Quién diría que al volver a una vida sin tango o casi, tendría que volver a aprender a vivir. Como quien sale de una secta o ciertamente de la dependencia de una droga dura. Bailar me permitía no pensar, no organizar, todo estaba hecho: la música me procuraba un bienestar que solo el abrazo de un bailarín superaba.  El placer, goce, que sentía en la pista con un buen bailarín era tal que justificaba el ser invitado por bailarines inexpertos, eso sí que es droga. Tango. Todavía están cerradas las milongas. Para tomar una clase se necesita inscribirse con un compañero de baile, uf. Ahora, el tango ocupa dos de mis tardes a la semana y un mediodía el sábado. Moderato ma non troppo. Los viernes a la tarde me quedo en casa, el sábado a la noche me quedo en casa, el domingo me quedo en casa. Tengo que reaprender a salir, a ver a gente, a dar citas. Ya ni hablaba por teléfono. Me desacostumbré. Para iniciar esta nueva etapa puse sobre el papel unos cuantos nombres de gente con los que hace mil años no hablo, no veo y a las que quiero. Un pasito a la vez. Intentaré llevar una vida más mesurada o armónica, esperando el momento de poder ir a Buenos Aires (cuando abran las milongas) y hundirme otra vez en mis ansias locas de bailar.

domingo, 26 de septiembre de 2021

El baile de tango de los Campeones mundiales de tango ESCENARIO 2021 Em...


No me suele gustar el tango de escenario, pero estos dos bailarines son realmente buenos. Maravilloso baile lleno de amor. Hermoso ver detrás a mi profe Hebe todo de blanco con el barbijo por el mentón que bailó en la semifinal con mucha ternura.
Oh, tango, tango, tango, ...

sábado, 25 de septiembre de 2021

Caturreando en este sábado soleado y hermoso

Tantas veces me mataron

Tantas veces me morí
Sin embargo estoy aquí
Resucitando
Gracias doy a la desgracia
Y a la mano con puñal
Porque me mató tan mal
Y seguí cantando
Cantando al sol
Como la cigarra
Después de un año
Bajo la tierra
Igual que sobreviviente
Que vuelve de la guerra (...)
Tantas veces te mataron
Tantas resucitarás
Cuántas noches pasarás
Desesperando
Y a la hora del naufragio
Y la de la oscuridad
Alguien te rescatará
Para ir cantando
Cantando al sol
Como la cigarra
Después de un año
Bajo la tierra
Igual que sobreviviente
Que vuelve de la guerra

lunes, 30 de agosto de 2021

Ottawa


 

El mejor método para reconocer al artista es entrar en la sala y dejar que el ojo indolente pasee sobre los cuadros, que acaricie los retratos y cuando de forma (casi inconsciente) se capta una mirada cálida, una tela que vibra, una arruga que fascina; cuando el cuadro habla, muestra vida, experiencia, luz, emoción y movimiento entonces es Rembrandt.

sábado, 24 de julio de 2021

Chez Ben

 



8 kilómetros cuadrados. El Plateau empieza al sur por la calle Sherbrooke desde el flanco este de la montaña del Mont-Royal, pasando por el parque L.-H. Lafontaine hasta la calle Iberville que sube hasta una extraña separación creada por la vía férrea del Canadian Pacific que lo corta, literalmente, del barrio Rosemont. Es tan violenta la división, sinuosa, curvada, que han puesto túneles profundos para atravesarla; ojo, las calles, las avenidas más bien, que fluyen del sur al norte o vice versa, son determinadas, y si por aventura alguien toma una calle cualquiera es posible que se encuentre a un punto muerto, sin salida y deba bordear la ruptura hasta una salida. Es tan rara esa frontera, como si hubieran cortado la ciudad con un cuchillo, un tajo profundo, que uno se sorprende de no poder pasar. Del otro lado, ya en Rosemont, se encuentran las canteras del principio de siglo, que fueron después basurales inmensos, ya en desuso, que a veces han convertido en parque o en ciclovías. Lo sé porque he seguido esos límites andando, imaginando que estaba sobre el mapa, rodeando el barrio de mi hijo.


En su centro, el Plateau es denso, las calles son estrechas y están repletas de casas adosadas de dos o tres pisos, con sus típicas escaleras exteriores, con balcones y entradas reverdecidas con un montón de plantas, árboles, arbustos, veredas floridas que hacen del barrio un barrio frondoso, casi escondido, verde, tan verde en verano. He cuadriculado sus calles, una por una. Mirando y disfrutando de la sombra provocada por las hojas de los árboles, mirando las transformaciones de las fachadas, que impresionan la montrealense que soy y que no había vuelto o casi, desde sus años universitarios.


De barrio obrero, pobre, se convirtió en el lugar del Canadá con más artistas por metro cuadrado. En los años 80, muchos inmigrantes, de Francia en particular, se instalaron y la gentrificación fue confirmándose hasta convertirlo en uno de los barrios más caros de Montreal, caro porque comprar un piso cuesta, cierto, pero también se deberá convertir el piso en un lugar moderno. Las restauraciones del Plateau son a veces espectaculares.









Sorprende igualmente la cantidad de jóvenes. Los parques llenos de gente tocando música y juntándose hasta 50 personas a la vez. Las bicicletas. Las terrazas. La animación. Qué contraste con mi barrio que muere a la puesta del día. Mañana regreso a casa. Después de dos semanas andando, puedo decir que me gusta el Plateau. Bien lindo, me pareció.

P.D. : Soy malísima fotógrafa, pero a quién le importa.

 

martes, 20 de julio de 2021

Trois cartes postales du Plateau Mont-Royal

 

La primera vez que fui a Europa tenía 16 años. París me pareció familiar. No hay otra palabra. No me pareció extraño ni bello, ninguno de los adjetivos que se pueden usar para esa ciudad. Me pareció familiar. Me sentí en casa. Además, como no es grande, también me pareció cómodo caminar, pasear, perderme. En esa primera visita, me acuerdo de que mi primer café francés fue en el Sarah Bernhardt en la plaza del Chatelet. Por ser el primero, es un recuerdo vívido. Recuerdo lo que comí, lo que tomé, la cartera que llevaba y las postales que había comprado y que completé sobre una mesita exterior al café. Me quedé un rato largo, pagué y me fui al hostal de jóvenes sobre la isla San Luis donde me estaba quedando.

Hace dos días, sobre la calle Mont-Royal donde se han multiplicado los bares, cafés, restaurantes de moda y donde coexisten almacenes antiguos, boutiques nuevas, tiendas de tatuajes, librerías de segunda mano, sitios design algo extraños, productos biológicos-veganos-a granel, productos de lujo, farmacias, se puede también encontrar locales que venden revistas y postales antiguas. Y ahí entré. En la vidriera estaba la señora Bernhardt en su foto más conocida. Mirarla así de reflexiva tan joven me hizo pensar en mi primer café parisino. Uy, me dije, me la llevo.



A su lado estaba ese pequeño niño chino travieso haciendo una mueca que no predice nada bueno. Así era mi primo Roque en Buenos Aires cuando lo íbamos a visitar a él y a mis tíos que vivían en La Plata. Como nos iban a buscar a nuestra salida del aeropuerto, siempre aprovechábamos para pasar las primeras horas de nuestro viaje en la capital. Roque tocaba los timbres de las casas y salía corriendo cuando por el portero automático alguien le contestaba luego de haber dicho cualquier barbaridad. Era pequeña, Roque tendría un par de años más que yo, siempre estaba haciendo alguna fechoría que en vez de dejarme fascinada por sus osadías me aterrorizaban. Pensaba que esas cosas nunca terminan bien.


La tercera postal estaba debajo de las dos otras y cuando divisé esos elefantes en París, ufa, no pude resistirme: tantos recuerdos que no voy a empezar…


sábado, 17 de julio de 2021

Richesse

 ¿Para qué le ha servido a usted la literatura?

Podría dar una respuesta aparentemente poética: “Para no morirme”. Pero es falso: yo seguiría vivo y probablemente con mejor salud si no hubiera optado por la literatura. A mí la literatura me ha servido básicamente para leer. En el momento en que decido que voy a ser escritor, me pongo a leer. Y gracias a la literatura he podido leer libros maravillosos, increíbles, como encontrar tesoros. Y en mi vida, que ha sido más bien nómade y de una pobreza extrema en ocasiones, leer ha contrapesado esa pobreza y ha sido mi soberanía y ha sido mi elegancia. Podía estar en cualquier situación y si leía a Horacio, por ejemplo, el dandy, el que estaba viviendo por encima de sus posibilidades era yo, siempre. La literatura me ha producido riqueza. Es riqueza.

Roberto Bolaño

jueves, 15 de julio de 2021

De Lorimier

 

El departamento tiene ventajas sobre el mío. Por ejemplo, la máquina de café queda a dos pasos de la cama. Es buena, es rápida, el café está listo antes de que termine el primer suspiro. La otra ventaja es la fuerza del agua de la ducha. Potente, generosa, agua que sale fuerte, un contraste total con la ducha de casa que cae como llovizna porteña en el mes de julio. Me quedaré dos semanas en el cuarto de Benja mientras él vive en casa con la posibilidad del uso del auto.

El cuarto es chico y está sobre una calle ruidosa. Las puertas del edificio se abren y se cierran constantemente resonando con los movimientos de los resortes. Justo antes de cerrarse, se puede oír la puerta descontrolada encajar la cerradura de forma sonora, terminar su recorrido con un golpe. Los camiones justo detrás de la ventana resuenan porque un desnivel en el asfalto los hace saltar y chirriar. El ruido no me molesta, es una constatación nada más.

Me siento como si estuviera de viaje y me estoy quedando en un alojamiento alquilado a la semana, ya me tocó algo parecido en Praga, en Roma. Desde ayer, descubro un barrio que no conozco bien. Camino por caminos que no he pisado antes. Los circuitos de bicicleta son más complicados a restablecer, pero en este barrio, el Plateau, el auto no es bienvenido: aquí reina incontestable la bici. Las pistas son numerosas. Las calles son un infierno para el auto. Estoy desde hace poco, ya veremos cómo va la cosa.

Hoy anduve hasta el parque olímpico y a pesar del calor la caminata fue agradable, la calle Mont Royal está cerrada a los autos y los almacenes chics se multiplican por dos o tres zonas cercanas: Laurier, Mont-Royal, Masson. Tengo elección. Descubro un barrio nuevo, contrastado, muy diferente del mío.

Para eso están las vacaciones, ¿no?

domingo, 11 de julio de 2021

Cuerpos en los tiempos de WOKE

 


Resulta que Picasso se volvió un impresentable. Vaya, vaya. El sitio WEB del museo nacional de Bellas-artes de Quebec justifica, sí, sí, justifica la exposición de Picasso diciendo que, a pesar de todo, el pintor contribuyó a la historia del arte. Joder, lorito. Esta muestra se llama Figures. Tres salas de retratos de las mujeres, mayormente, que inspiraron al pintor. Olga, Marie Thérèse, Dora, Françoise, Jacqueline. Las obras vienen todas del museo de París. Una selección que se quiere variada, cubriendo todas las épocas, que muestra la diferencia de los cuerpos que Picasso amó. Figures quiere mostrar que las desconstrucciones, las reconstrucciones, las transformaciones permiten una reflexión sobre la pluralidad de los cuerpos.

Como llegaba de Baie-St-Paul en Charlevoix, estaba con ganas de moverme. Miré con interés las obras del gran pintor, volví, di vueltas, regresé. Había demasiada lectura, quise ver los cuadros. Una exposición pequeña, sin embargo con obras importantes que me encantó volver a ver.

jueves, 8 de julio de 2021

Si j'avais les ailes d'un ange...



 Me encanta Robert Charlebois, siempre me gustó ese cantante: tenía una canción que se llamaba Les ailes d’un ange donde decía que deseaba ir a Quebec manejando, subiendo y bajando las colinas que nos llevan a la ciudad; o sea que, yendo a Quebec, manejando, sonaba en la cabeza repetidamente esa canción porque, además, las colinas que están en la entrada de la región de la capital nacional son impresionantes y no sé, será que me gusta Robert Charlebois.

Por otra parte, no me gusta manejar y en particular por lugares desconocidos. Siempre he tomado el bus para visitar a la bella Quebec. En el ómnibus uno se despreocupa, no le lleva tanto la atención a la ruta. No me había dado cuenta de los desniveles.

Llego a un hotel en Ste-Foy, la ciudad en las afueras de la capital donde está la universidad Laval. Le pido al encargado de la recepción que me indique el camino a pie en dirección del centro, me mira con ojos incrédulos. - ¿Caminar? Pero si tiene coche… – He manejado todo el día, quiero estirar las piernas. -No, señora, no es posible caminar hasta el Viejo Quebec. -Niño, todo es posible cuando se tiene dos piernas. Y caminando salí hacia Quebec. La distancia es de 10 kilómetros. Distancia a la que estoy acostumbrada.  A medio camino, porque se hacía tarde, me subí en un bus y llegué al centro sin más problemas: quería tiempo para aprovechar de la luz y pasear tranquilamente: cené sobre una terraza agradable, me di una vueltita ya que hacía bastantes años que no había vuelto y regresé caminando por un camino verdaderamente feo (centros comerciales, Tim Hortons, MacDonald’s y tutti quanti) pero derechito hasta el hotel. No es la primera vez que dudan de mi capacidad a desplazarme a pie por la ciudad.

El puente de Quebec, rodeado de obras, de conos anaranjados, pesado de coches pegados los unos a los otros, parece querer caerse a pedazos. Un puente de acero que fue lindo supongo a principio de siglo, ahora parece cansado, oxidado, viejo, roto. El hotel estaba localizado al lado del puente y pude admirarlo con pena. Me gustan los puentes.

La verdad es que estaba cansada ese día y quería levantarme temprano a la mañana siguiente para aprovechar del calorcito y día de sol en el Saguenay. No sería un viaje largo sino una ida y vuelta pesada y lo deseaba, simpática. Un chalé en el medio de una isla al norte de Chicoutimi, un día de sol, unas vueltas en auto por las ciudades de la ruta de los fiordos, bellísimos paisajes del río Saguenay, grandiosos acantilados, dimensiones americanas y volver por la región de Charlevoix comiendo en Baie-St-Paul regresando por Quebec, viendo la exposición de Picasso en el museo nacional de bellas artes y dormir en Montreal unas tres horas más tarde.

A pesar de la belleza del lago Clair, del agua transparente, de los millones de pinos altos, soberbios, me sentí prisionera de la islita donde estaba ubicado el chalé. No había sitio para caminar, no había donde ir ya que el chalé la ocupa completamente; había que tomar un bote, remar unos 300 metros para llegar a la orilla. En la orilla, solo rutas peligrosas con pick-ups confianzudos y rápidos. Estamos en América donde no se camina aparentemente. Lo que sí hay cada vez más son los ciclistas.  Me imaginé un segundo rodando por las colinas increíbles y suspiré divertida cavilosa la cabeza diciendo ¡no, no, no! Andando, nomás sería para mí.

La topología de los pueblos del Quebec se parece del uno al otro, los mismos snacks bars entrando a la ciudad, las construcciones nuevas, las rutas, si no fuera por los carteles dando el nombre, sería difícil distinguirlos. Lo que cambia es la presencia de los ríos. El Saguenay es de una belleza abrumadora. Cuando al doblar un camino aparece el fiord es simplemente maravilloso. Cuando, volviendo hacia Quebec, se divisa el río San Lorenzo, se me cortó la respiración, a esa altura era de una majestad impresionante. El agua hace que este país sea lo que es.








 

jueves, 1 de julio de 2021

Yoga in the park

  

Cuando tenía 18 años y estaba en el último grado de la secundaria, teníamos clase de educación física a las ocho de la mañana. La profesora, una mujer joven y simpática, ya no recuerdo su nombre, nos daba para empezar el día, una clase de yoga. Nunca había hecho eso: nos explicó que había que aprender a respirar correctamente, hacer unos movimientos sencillos que servían sobre todo para relajarse. Su intención era darnos un método de autorregular nuestro estrés ya que al final del año teníamos el muy pesado examen de fin de curso (el Bac francés). Fue la clase que más me ayudó ese año. Fue una revelación poder cerrar los ojos y visualizar el aire entrando por la nariz, en los pulmones, en el vientre y relajar poco a poco cada músculo del cuerpo. Aprendí a respirar. No era verdaderamente yoga, sino relajación inspirada por técnicas aparentadas al yoga.

Años más tarde, cuando nació mi primer hijo, estaba yo en esa época verdaderamente tensa. (Hubo gente que me comparó a la cuerda de un arco estirada a su máximo). Sería el exceso de hormonas, no sé, algo me pasaba. Tiempos complicados para mí. La espalda era una pared de hormigón armado. El cuello estaba tan rígido que los movimientos eran casi cómicos. Vivía en Londres. Algo aislada. El nacimiento de Guy por cesárea había retrasado el momento de amamantarlo, uf, una cantidad que cosas que se acumularon en tensiones que se hicieron cada vez más agudas. Fui a una clase de yoga llevada de los pelos por una vecina que se preocupaba por mí, por la segunda vez de mi vida. Me tiré sobre un tapiz e intenté respirar hondo para que mi espalda se vuelva humana. Algo funcionó. Habré participado a tres o cuatros sesiones, no aprendí nada, pero me hizo bien.

Desde hace tres lunes en el parque cerca de mi casa, voy a hacer yoga con Andrea quien es propietaria de la academia de tango donde solía bailar el domingo, donde aprendí a bailar para decir la verdad. Además de bailar, enseña yoga. Lo hace bien, aunque algo rápidamente si tengo en cuenta mis experiencias pasadas. Nos estiramos más que nada, nos concentramos en los músculos y los tendones. Gracioso, cada vez que hice yoga (y hacer yoga es una exageración, no sé nada de nada, apenas sigo algunas instrucciones) siempre me ayudó. Como ando contraída, con los músculos doloridos, estos estiramientos me caen bien.

O sea que cada década, década y media o más, aparece el yoga en mi vida. No lo busco, ni me interesa demasiado. Aparece, eso es todo. Y hay más, hace muy poquito he terminado de leer el libro de Emmanuel Carrère, Yoga, un hombre y autor francés, que practica el yoga desde hace 30 años, por qué será que uno lo hace, pensé. El libro habla más de sus estados mentales que de la disciplina asiática, en una narrativa cercana de la de Enrique Vilas Mata en sus libros, sin embargo, me pregunté por qué existe ese entusiasmo en nuestra sociedad occidental por una doctrina de meditación espiritual. Sin practicarlo, sin conocerlo, sin entenderlo, el yoga siempre vino a ayudarme en momentos distintos y sin más preguntas, me siento agradecida y ya está.

Joni

 Just before our love got lost you said

I am as constant as a northern star
And I said, "Constantly in the darkness
Where's that at?
If you want me I'll be in the bar"
On the back of a cartoon coaster
In the blue TV screen light
I drew a map of Canada
Oh, Canada
With your face sketched on it twice
Oh, you're in my blood like holy wine
You taste so bitter and so sweet
Oh, I could drink a case of you, darling
And I would still be on my feet
Oh, I would still be on my feet
Oh, I am a lonely painter
I live in a box of paints
I'm frightened by the devil
And I'm drawn to those ones that ain't afraid
I remember that time you told me
You said, "Love is touching souls"
Surely you touched mine
'Cause part of you pours out of me
In these lines from time to time
Oh, you're in my blood like holy wine
You taste so bitter and so sweet
Oh, I could drink a case of you, darling
And still I'd be on my feet
I would still be on my feet
I met a woman
She had a mouth like yours
She knew your life
She knew your devils and your deeds
And she said, "Go to him, stay with him if you can
But be prepared to bleed"
Oh, but you are in my blood
You're my holy wine
You're so bitter
Bitter and so sweet
Oh, I could drink a case of you darling
Still I'd be on my feet
I would still be on my feet

lunes, 28 de junio de 2021

Souvenirs


 Siempre tuve mala memoria. No recuerdo ni fechas, ni lugares, ni nombres. El pasado es algo así como un sueño con momentos intensos que se destacan de forma imprecisa, aunque muchas veces líricas. Siempre me extraño cuando descubro, entre las páginas de un libro, un marcador hecho de un boarding pass de un viaje pasado, el último encontrado: Barcelona, Las Palmas. Air Europa. 18 feb. 20.30. Pena que no esté escrito el año, ya que no recuerdo cuando fue, ¿2006, 2007?  Me acuerdo de muchas cosas de ese viaje, no todo por supuesto, lo principal supongo: el carnaval, mi anfitriona, el mar y paisajes hermosos, las playas, la música que oí en el aeropuerto todo envuelto de una nube de polvo blanco... Al descubrir estos regalos del pasado, siempre me alegro. Como si volvieran cosas a la superficie que ya estaban almacenadas sin acceso de mi mente. Estos papeles, anotaciones, postales, constituyen piezas de un rompecabezas que hubiera sido abandonado a medio hacer.

 Y si de mi padre tengo tantos parecidos, ese punto nos distingue. La memoria de mi padre no es solo buena, sino que es una fuente de orgullo, su postura en el mundo: ser preciso y claro.  Hace unos años mi padre empezó a escribir sus memorias. La historia de su vida, empezando por los primeros años, el colegio, etc. Además de escribir de forma amena, me impresiona cómo puede recordar los nombres de sus maestras en la escuela primaria, nombres de amigos con los que jugaba. Nombres de calles, apenas si no se acuerda de lo que comía en ese entonces. ¡Qué bárbaro, che! Y, ya que hablamos de familia, Paulina, también tiene buena memoria. Así de tipo fotográfica. Por supuesto que ese rasgo me fascina ya que me parece que la vida sería más sencilla si tuviera esa capacidad a recordar no solo sensaciones, también la cronología de mi vida. Parece que mi cerebro quiere limpiarse cada cuanto y todo se pone a cero. En serio. Conociendo ese defecto de mi cabeza, escribo notas en cuadernos. Conservo, ya se sabe, todo tipo de papel inútil pero cuán divertidos. Pensé que, si tuviera que contar mi vida, sería más ficción que realidad, porque la realidad no lo tengo muy clara.

¿Por qué será que mi cabeza no imprime la información? Tengo que razonar, pensar, vincular con lógica algunos datos para poder reconstituir lo que me pasó. La memoria no funciona. Hace once años que he vuelto de Europa, los años de trabajo de un centro al otro son tan pero tan difusos, tan brumosos, que en un interrogatorio policial sería sospechosa.

Cuando le comenté a mi padre lo impresionada que estaba con su memoria tras la lectura de sus recuerdos, me señaló que la memoria se trabaja como un músculo. ¿Será muy tarde para mí eso de trabajar la memoria? Me gustaría hacerlo para que al dar la vuelta la cara hacia atrás no sea todo un pozo negro sino un camino bien recorrido, pisado de pie firme y consciente.

miércoles, 23 de junio de 2021

Entre deux chaises, mon cul balance!

 


Cuando se me ofrece una raqueta de tenis, yo la zurda de las hermanas Negrete Aragón, nunca sé con qué mano tomarla. Cuando juego, bueno las pocas veces que intenté devolver la pelota con la raqueta (por favor oigan el suspiro ante la presunción del uso del verbo jugar), me la paso de una mano a la otra, incómoda, sin saber o más bien sin sentir que brazo será el más competente. Soy zurda, pero tengo la impresión de que no es una zurdera absoluta: escribo con la mano izquierda; sin embargo, en este mundo diestro tuve que compensar y hago muchísimas cosas con la derecha. De todos modos, no creo que exista un gran porcentaje de personas totalmente una cosa o la otra. Soy zurda hasta por ahí nomás, como muchas cosas en mi vida.

Soy canadiense, pero tan poquito, de verdad tan poquito –¿por qué será que nunca me habré encariñado con este país? No siento ese apego que el tiempo y los recuerdos de juventud suelen suscitar, en serio nada de nada. Me gusta la ciudad de Montreal, pero la  mentalidad de la gente, su forma de hablar, su historia, no me tocan, al contrario, lo veo todo como muy diferente de mis valores y no sé por qué; soy argentina por un pelo, ¿qué conozco yo de la realidad argentina, de la vida día a día? Soy argentina de nacimiento, por los recuerdos de mis padres y de haber vivido un par de años en el momento de aprender a leer. Comer empanadas en el jardín de una prima cada tanto no hace de mí una argentina. Lo sé. Entonces ¿qué? Quise inmigrar en Europa que elegí con el corazón, el alma, y todo lo que soy.  Amo Europa. Sin embargo, no vivo allá, estoy aquí. Un casamiento de conveniencia.

Soy hispanohablante con tantas limitaciones, ¡por favor! Hablo el francés bastante bien. Es más, creo dominar la gramática francesa, pero prefiero escribir en español con las faltas y todo el vacío de mi conocimiento del idioma y de la sintaxis castellana. Intento escribir en francés (tengo mucho vocabulario), pero me aburro. O sea que otra vez, dudo, vacilo, titubeo, porque es eso: titubear, ni el uno ni el otro. Ni fu ni fa.

Sin armonía axial, sin identidad clara, sin idioma dominante, tuve que esmerarme para todo. Llegando a un nivel aceptable en algunas cosas. Aceptable, eso: hasta por ahí nomás. Hay cosas a las que renuncié, tocar la guitarra, ser música, escritora, intérprete, patriota; y me quedo con lo del entusiasmo de la curiosidad. Los múltiples yo, poblando un jardín travieso y algo salvaje de flores de colores diferentes que me gusta regalar. Un peu de ci un peu de ça. Una mezcla de muchas cosas sin exceso. 

Cuando venga a darme un beso, no se extrañe si dudo que mejilla presentarle, ya sabe.

 

 

 

lunes, 21 de junio de 2021

Ne rien perdre pour attendre

Apprendre à perdre. Voilà vers quoi il faut tendre. Ma vie n'est rien d'autre qu'une vertigineuse dépossession.

Et ce, depuis mon plus jeune âge, car quand j'étais petite, j'étais ce qu'on appelle une enfant distraite. Je le suis toujours, mais j'ai réussi avec le temps à développer des stratégies qui me permettent de raisonnablement résoudre mes lacunes d'attention. Je fais les choses en grande partie automatiquement sans y porter soin ni concentration. Les gestes se font en totale indépendance de la tête, en liberté.  Alors, les choses perdues, ça me connait. Pour retrouver les objets, je dois refaire l'historique de mes pensées au moment où j’accomplissais les gestes. Je sais, c'est un drôle de mécanisme, mais il fonctionne pour moi. L'anxieuse que je suis, ne pars plus dans toutes les directions, remuant ciel et terre, pleurnichant sur ma bêtise, pour retrouver l'objet perdu. Cela je ne le fais plus, au sens propre et au figuré. Il me semble que je prends plus de temps pour réfléchir. Il y a même eu un moment où je finissais par accepter que les choses disparaissent, convaincue qu’elles referaient surface un jour ou l’autre. Convaincue que la recherche était plus riche que la perte.

Apprendre à perdre doucement pour ne pas trop souffrir. J’y travaille depuis longtemps, pas toujours aussi profitablement que je le voudrais, mais l’effort y est, la volonté, l’engagement. Apprendre à perdre ai-je dit, ne garder que ce qui est resté volontiers, incluant l'autre. Car il faut accepter celui qui est parti  et qui est perdu, celui pour qui j'avais perdu la tête, en espérant peut-être, la  retrouver  et la reperdre à nouveau, si possible sans en perdre le nord. Le nord de l’étoile polaire, celle qui me situe, me guide et me console.

Apprendre à se perdre quand c’est nécessaire pour gouter, sentir, jouir et croquer à pleine bouche les choses qui en valent la peine.

Peine perdue, tout se perd, j'ai beaucoup perdu, je le sais, mais perdre c’est vivre, se battre, aimer; celui qui ne se débat plus, a déjà tout perdu.

 


jueves, 10 de junio de 2021

Pissenlit

 

Estoy demasiado feliz. Los días vuelan, se esfuman sin que pueda retenerlos. Será eso la felicidad ¿una nube atemporal donde nada pesa, que me transporta ingrávida por los días cortos y las noches largas de mi verano (duermo poco)? La felicidad que siento no me deja recuerdos, pasa sin dejar huellas. No hago nada que pueda anclar lo vivido. Vivo, nada más; estoy alegre, en buena salud, contenta de estar bien; gozo de cosas sencillas; me rodeo de palabras, de música y de belleza por lo que los días corren y corren. Estoy en mi cuarta semana de vacaciones y me doy cuenta de que me gusta tanto este “farniente” que la posibilidad de que se termine me deja aprehensiva, se me retortija el estómago. Será por eso del Yin y del Yang, imposible para los de nuestra cultura no sentir miedo ante la permanencia de un bienestar. Alguna serpiente surgirá y me hará caer del paraíso. Qué cosa, ¿no?

Mientras tanto, leo, camino y pedaleo. Pedaleo, leo, camino. Hoy caminaré, pedalearé y leeré. En ese orden. También bailaré tango como todas las semanas desde hace casi siete años. Me inscribí a una clase de yoga en un parque para tomar sol y estirarme una vez a la semana. Apoyo así a los que no pueden trabajar por la pandemia, salgo a tocar la tierra y pienso en mis músculos maltratados.  

Así la vida. Si pudiera viajar sería el colmo. Bueno, ya lo haré.

Comparto mis tardes con Olga Tokarczuk que me fascina y a la que admiro; Pierre Lemaitre que me divierte y me choca al mismo tiempo; Emmanuel Carrère que me sorprende. Nuevos autores franceses, más o menos interesantes a los que leo para ver si alguien me atrapa; también está Laínez, entretenidísimo… y algunos más. A eso dedico mis días. A veces pienso que sería útil escribir, pienso que así practicaría el castellano, pero miro el cielo, mi piel parcheada de sol y salgo.

Mes bonito de junio, mes liviano como dientes de león plumosos que vuelan por el aire, mes tranquilo como mi felicidad estival. Como el calor, el sol, la hierba … ay

Niagara

Pendant que les champs brûlent

J'attends que mes larmes viennent
Et quand la plaine ondule
Que jamais rien ne m'atteigne  

jueves, 3 de junio de 2021

6

Subiendo por la pista ciclista del barrio de Rosemont, en el centro norte de Montreal, se me cruza una monja vestida con velo largo y túnica hasta los pies. Hacía años que no veía a una monja con su atuendo. Un segundo pensé que quizás sea un disfraz o un traje de teatro ya que la monja era joven y bella, alta y elegante (parece mucho, ¿no?). Pasé, sonreí y me concentré nuevamente en mi trayecto lleno de obstáculos, hoyos, hormigón reventado. ¡Ah la ciudad en primavera!, ¡oh Montreal de mala calidad! Al volver de ese mismo trámite, un par de horas más tarde, paso al revés por una calle paralela y a mi izquierda surge un cura, también alto, joven y elegante con su cuello clerical y un traje gris perfectamente cortado. Me quedé pensando. Primera observación: en un solo día veo a dos religiosos, más que en diez años paseando por la calle. Segunda observación, están vestidos de una forma elegantísima, son jóvenes y altos; tercera observación, caminan en calles paralelas en la misma dirección a la misma altura. Si lo escribo en un cuento, resultará demasiado craso. Así la vida en junio.

Junio el mes de mis aventuras. El mes en que intento cosas nuevas fuera de lo común como esa vez que nos tiramos al agua en un bote dragón con colegas tan novatas como yo. Aprendimos a remar al unisón en el agua a la tardecita de seis lunes de un mes de junio  (y un poco de julio, claro) anormalmente fresco. ¿Por qué barco del dragón? No tengo ni la menor idea. ¿Por qué acepté? Tampoco tengo respuesta. Lo hicimos un mes y medio hasta que se termine el cursillo. Una cosa nueva, exigente y divertida en el agua del canal Lachine.


El año pasado, año pandémico, me puse a caminar, pedalear como una loca. Este año, otra cosa encontraré. Ya que al no tener cosas agradables por lo menos cosas nuevas habrá que intentar.

miércoles, 19 de mayo de 2021

Carne y arena (18 de mayo 2021)

 


 Carne y arena

 

Sentí desde la puerta de entrada, la voluntad del museo de crear una atmósfera particular, ¿será el museo o el artista? (creo que le dicen experiencia ahora) - Largos pasillos negros para entrar, una demora con el propósito de mantener una suerte de ansiedad (además de detalles tecnicos); la gente va entrando gota a gota; en la salita de espera la voz de una encargada dice: “cuando usted entre, tendrá que despojarse de todo lo que trae, déjelo en la entrada”. Ni teléfono ni cartera, nada. Hubo algo teatral, solemne en la construcción de la exposición.

Desde el 17 de marzo hasta el 15 de agosto 2021, el centro Phi (en el Arsenal de arte contemporáneo) presenta la exposición Carne y arena del cineasta Alejandro Gonzales Iñárritu.

El asistente, luego de ser llamado, entra en una primera sala sin saber lo que le espera. La primera sala tiene el aspecto de un vestuario frío e impersonal, un detalle, sin embargo, zapatillas, zapatos, sandalias, todos usados y de tamaños diferentes han sido dispuestos contra las paredes metálicas de esa sala donde la temperatura es baja; ahí unos carteles nos piden de descalzarnos y poner los zapatos en un casillero, luego un foco colorado parpadea mostrando la puerta por la cual entrar. Todo tiene una apariencia glacial. Como preparándonos a perder algo de nuestra humanidad.

En la segunda sala: arena, la sensación rasposa bajo los pies de una arena tosca, una sala ni chica ni grande, rectangular. Una explicación de unos minutitos de cómo usar el casco de realidad virtual: el objetivo es que el sistema de realidad sea lo más completo posible. Viajaremos y estaremos inmersos en un desierto.

La experiencia virtual fue fuerte, un grupo de personas arrestadas por la policía de la frontera entre México y los EE. UU. Un helicóptero ruidoso y amenazante, gritos, pasos, penumbra, disparos, agitación, miedo, el foco implacable de las luces altas del jeep, movimientos repentinos, una tensión entre un policía y el supuesto coyote, una persona descompuesta, participamos en ese momento como espectador y partícipe. Podemos movernos, caminar, escondernos detrás de una roca. Yo no pude moverme. De repente, una mesa alrededor de la cual un grupo de personas esperan, no sê como explicarlo sino que estamos en Europa en una de las islas griegas que acogerieron a tantos refugiados sirios y demás países cercanos. Un guiño de Iñárritu (muy bien pensado).

No fue mi primera experiencia de realidad virtual, ya en dos o tres ocasiones experimenté esa sensación rara de estar en un lugar sin cuadro, ingrávido, volando en un ambiente tridimensional. La arena quería aquí recordarnos de nuestro cuerpo, mantenernos conectados.  El rato termina con la luz del día, la aurora y nos deja habiendo vivido una experiencia a solas, muda, con los ojos gran abiertos. Seguramente, en otra ocasión, la experiencia sería diferente, me sentaría, me movería más, no sé. Solo sé que cada vez que uno se pone ese casco virtual, la aventura es otra.

Iñárritu quería que sintiéramos, no tanto ver o comprender sino sentir el miedo, la desesperación, el cansancio de un grupo de gente, niños, mujeres, hombres.

Una última sala con fotos y sobre las fotos, la historia de los protagonistas de las historias que sirvieron a producir esta película. Los cuentos que alimentaron la escena.

Sí, algo de teatro hubo durante mi pasaje por la exposición, pero me gustó, me gustó mucho.

viernes, 14 de mayo de 2021

Casi casi el verano Sensations (Rimbaud, 1870)

 


Par les soirs bleus d’été, j’irai dans les sentiers,
Picoté par les blés, fouler l’herbe menue :
Rêveur, j’en sentirai la fraîcheur à mes pieds.
Je laisserai le vent baigner ma tête nue.

Je ne parlerai pas, je ne penserai rien :
Mais l’amour infini me montera dans l’âme,
Et j’irai loin, bien loin, comme un bohémien,
Par la Nature, – heureux comme avec une femme.

Vacances

 


domingo, 9 de mayo de 2021

Cantando

Desde esta mañana una canción que me gusta bailar va rondando por mi cabeza incansablemente. Tomando el café, ojeando el teléfono para saludar a las primas, pensando en mis clases que no terminé de preparar, buscando la energía que me falta para prepararme ya que tengo cita un poco más tarde. Solo quiero cantar. Ya van tres o cuatro veces que la voy gritando por la casa, brazos abiertos delante de la ventana que muestra una primavera florescente. Ah si supiera cantar. Aquí se la canto con un airecito de vals criollo...

Yo no sé si es cariño el que siento,
Yo no sé si será una pasión,
Sólo sé que al no verte, una pena
Va rondando por mi corazón...
Yo no se que me han hecho tus ojos
Que al mirarme me matan de amor,
Yo no se que me han hecho tus labios
Que al besar mis labios, se olvida el dolor.
Tus ojos para mi
Son luces de ilusión,
Que alumbra la pasión
Que albergo para ti.
Tus ojos son destellos
Que van reflejando
Ternura y amor
Tus ojos son divinos.
Y me tienen preso
En su alrededor
Tus ojos para mí
Son el reflejo fiel.
De un alma que al querer
Querrá con frenesí
Tus ojos para mí serán
La luz de mi camino
Que con fe me guiarán
Por un sendero
De esperanzas y esplendor
Porque tus ojos son, mi amor!









lunes, 3 de mayo de 2021

¿El mar?

 « Bleu, c'est la liberté, l'histoire du prix que nous payons pour elle. À quel point sommes-nous vraiment libres ? »

— Krzysztof Kieślowski

El cielo sigue celeste

 “156. Why is the sky blue? -A fair enough question, and one I have learned the answer to several times. Yet every time I try to explain it to someone or remember it to myself, it eludes me. Now I like to remember the question alone, as it reminds me that my mind is essentially a sieve, that I am mortal.


157. The part I do remember: that the blue of the sky depends on the darkness of empty space behind it. As one optics journal puts it, "The color of any planetary atmosphere viewed against the black of space and illuminated by a sunlike star will also be blue." In which case blue is something of an ecstatic accident produced by void and fire.”
― Maggie Nelson, Bluets

sábado, 1 de mayo de 2021

6 años

 






Me pasa en estos tiempos raros de confinamiento que me desubique en el tiempo por estar mirando perpetuamente una pantalla, lejos de lo que se llamaba la vida social, los otros, a mil lenguas del trabajo, de los alumnos, de la vida normal, de las milongas que desaparecieron, ¿será? o quizás por estar en la calle sola respirando profundo sin prestarle atención a nada ni a nadie, solo en el tironeo de mis piernas. Entonces levanto la cabeza y pienso ¿cuándo fue?

¿Cuándo fue? ¿Antes o después?

El primero de mayo 2015 se volvió la fecha referencia en mi vida. Mi antes y mi después. El hito temporal con el que mido el curso extraño de los acontecimientos que forman esta existencia caótica, en muchas cosas fallada, sin embargo feliz que es la mía.

Antes estabas presente, atenta, viva, conversadora y enterada; después es una vida sin vos, sin tu voz, tus comentarios, tu mirada, sin que sepas, mamá. Cosas ocurren y no te enteras. El dolor de tu partida se está reubicando en mi corazón. Aprendí a sobrellevar tu ausencia. Poco a poco. Ahora, algo me falta y me apena todavía dolorosamente. Es una estupidez quizás, pero madre, antes hablábamos en español todos los días: compartíamos los más mínimos detalles de nuestros sucesos más banales por teléfono y repito: todos los días. Eras mi unión con mi origen, mi ser profundo, mi equilibrio, mi lengua, mi infancia, mi consciencia. Eso, me sigue faltando ese lazo tan transcendente.

Antes era otra persona. Una persona que te tenía a vos.

Primero de mayo 2021. Otra vida. Otra cosa. Otro mundo, madre. Ya nada es igual. Sin embargo, date cuenta de que sin querer me seguís ayudando, guiando, situando como antes. Ahí estás parada en el medio de mi memoria y en mi cabeza como una brújula del tiempo. Dándome la hora justa al entrar en el último trecho de mi vida. Ya orientada y pensando en vos.

viernes, 23 de abril de 2021

Celeste el cielo, celeste el mar

 


Imperceptiblemente, el color celeste se inmiscuyó entre mis cosas, metiéndose en la ropa, un trapo a la vez.  No es un color que use habitualmente. Ni mucho menos. Me gustan los colores oscuros propios a mi generación (pre punk, casi punk y post punk). Colores saturados, opacos, sobrios. Me gusta el color gris elegante y fino, el negro ‘incontournable'; el verde oscuro, verde bosque; también el color burdeos, rico, vibrante, profundo. Sin embargo, necesitando luz después de un invierno largo y encerrado me probé un suéter celeste y sin que lo quisiera, tuve que admitir que mi cara resplandecía, el pelo oscuro resaltaba con ese color pastel y totalmente extraño para mí. Pasa una vez, pensé. Pero un par de zapatos cómodos integraron la colección de zapatillas para caminar. Los más acolchonados son los celestes. Los que encuentro sin buscar. Hay más, un par de pantalones gris y celeste vinieron revolucionar los ineludibles pantalones negros.   Resulta que esta mañana, debo darme cuenta que entre casi toda mi ropa, el color que domina es el azul cielo. Qué me estará pasando en la vejez? Con que no termine con babero rosa, todo bien.

domingo, 11 de abril de 2021

Paredón

 

Tras una larga bajada hacia el canal, hago luego unos kilómetros más hasta Lachine,  hacia el oeste de la isla, el parque de las estatuas, sin pensar, pedaleando como lo hago todos los días, mi circuito habitual. Ensimismada.  Lo hago porque no paro de pedalear, no hay coches, no hay obstáculos ni semáforos . No hay casi nadie. Me gusta salir por la hora y media que me exige el recorrido y llego a casa después de subir  tres cuestas: me siento como una heroína. Hoy sin embargo, hubo un cambio al programa. Estos días por el calor y el sol hay mucha gente en mi camino. Vieron como lo hice mío. Es mi circuito. No suele haber nunca nadie y estos días por ser primavera, se amontonan los ciclistas. Algunos con todos el  tralalá, pantalones cortos de latex, gafas negras, zapatos especiales. También familias.  Suspiro, no importa, no tengo prisa, disfruto del recorrido y ya está. Algo sin embargo me llama la atención. La gente que llegaba en dirección opuesta parecía exasperada, cansada. Me imaginé que era gente que salía solo los domingos. Me sentí fuerte, en control, pedaleando con facilidad y pensando que mi entrenamiento me servía para no sufrir. Pero estaba equivocada. Llegué al parque René-Lévesque, di una vuelta para regresar al este. Y me doy cuenta que sopla el viento. Un viento fuerte, ruidoso, forzudo. Un viento que me obligó a luchar, trabajar, que me pareció incómodo, desagradable.  Nunca me había tocado viento más fuerte. Me dolían las rodillas del esfuerzo. Tuve que pedalear con rabia contra una pared antipática. Recordé mis vanidosas suposiciones de buena forma, recordé esa sonrisa presuntuosa que les mandé a mis compadres ciclistas, y seguí pedaleando en silencio concentrada con ganas de llegar a casa.

MH

 Boca que arrastra mi boca:

boca que me has arrastrado:

boca que vienes de lejos

a iluminarme de rayos.


Alba que das a mis noches

un resplandor rojo y blanco.

Boca poblada de bocas:

pájaro lleno de pájaros.

Canción que vuelve las alas

hacia arriba y hacia abajo.

Muerte reducida a besos,

a sed de morir despacio,

das a la grama sangrante

dos fúlgidos aletazos.

El labio de arriba el cielo

y la tierra el otro labio.


Beso que rueda en la sombra:

beso que viene rodando

desde el primer cementerio

hasta los últimos astros.

Astro que tiene tu boca

enmudecido y cerrado

hasta que un roce celeste

hace que vibren sus párpados.


Beso que va a un porvenir

de muchachas y muchachos,

que no dejarán desiertos

ni las calles ni los campos.


¡Cuánta boca enterrada,

sin boca, desenterramos!


Beso en tu boca por ellos,

brindo en tu boca por tantos

que cayeron sobre el vino

de los amorosos vasos.

Hoy son recuerdos, recuerdos,

besos distantes y amargos.


Hundo en tu boca mi vida,

oigo rumores de espacios,

y el infinito parece

que sobre mí se ha volcado.


He de volverte a besar,

he de volver, hundo, caigo,

mientras descienden los siglos

hacia los hondos barrancos

como una febril nevada

de besos y enamorados.


Boca que desenterraste

el amanecer más claro

con tu lengua. Tres palabras,

tres fuegos has heredado:

vida, muerte, amor. Ahí quedan

escritos sobre tus labios.