martes, 28 de diciembre de 2021
"Las apariencias son hermosas en esta su verdad momentánea" Octavio Paz.
¿Te
interesa el interior de mi casa y crees entender quién soy? Lo que ves corrobora
la idea que tienes de mí; ajá, estás analizando, juzgando lo que crees entender.
Sin embargo, cuidado: las apariencias son tramposas. Empezando por tus ojos que
vienen cargados de tu historia, tus impresiones, tus gustos; mi casa en tus
ojos habla más de ti que de mí, ya que solo puedes ver lo que reconoces. ¿No te
parece?
¡No!
¿No? Por
qué no, si uno ve el mundo a su imagen, vamos, es una evidencia. O crees en esa
tontería de la objetividad.
Simplificas
demasiado.
Quizás.
Tu casa
muestra un gusto por los recuerdos.
Ah, ¿y?
Tu pasión
por tus hijos.
Uy qué difícil
adivinar eso…
Te gustan
los libros
Jajajaja,
ya para, por favor, no sabes nada de nada y ni lo intentes
Al mismo
tiempo eres injusta, has elegido cada objeto, los pones a la vista, los
declaras al mundo: las fotos, los cuadros, los colores que eliges hablan de ti.
Son las cosas que te importan, detrás de cada cosa brota tu inconsciente.
Te dije que
pararas, me vas a matar de la risa. Por supuesto que cada cosa que se encuentra
en mi casa es mía, sin embargo, lo que digo es que crees saber quien soy. Lo vi
en tu mirada. Eso no es verdad. Una persona, aunque esté vestida, puede ser
otra de la que imaginas. Eso digo simplemente.
O sea que si entiendo bien, dices ¿que uno solo vive de ilusiones?, y lo que veo
y creo entender de ti es mío o soy yo, ¿algo así? Al final, resulta que las apariencias son infinitamente más deliciosas
que la realidad.
Has cambiado por completo lo que quería decir pero vale, olé, ...
lunes, 20 de diciembre de 2021
Alejandra
Cerraron las milongas. Se acabó el tango de momento. Nuevamente, estamos acorralados por el maldito bicho. Me senté en la compu buscando un airecito que rondaba por la cabeza y oí este de Troilo y letra de Ernesto Sábato. Me pilló desprevenida y me hizo pensar muy fuerte en un amigo. Se lo dedico.
He vuelto a aquel banco del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.
Ahora, tan sólo, la bruma de otoño,
un viejo que duerme, las hojas caídas.
El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte
ya todo llevaron, ya nada dejaron.
Qué siga la fiesta, aunque solo en la cabeza.
miércoles, 1 de diciembre de 2021
Desde el pasillo le grité, uy qué mala...
Sus cartas
empiezan por la primera frase de los distintos capítulos del libro que me prestó
y del cual me habló con un entusiasmo infantil muy poquito tiempo después de que
nos hayamos conocido. Un buen libro por otra parte. Pretendía establecer un código secreto entre nosotros.
Pero me reí tan fuerte que casi se enoja. Le pregunté: ¿recordame tu edad?
¿Uy, por
qué te reíste? Supongo que quería establecer intimidad y vos te reís. A mí me
parece algo simpático.
Vos sos
totalmente literaria, pero yo no, pibita. Por favor. Sabes que me dijo cuando
le dije que no creía que nuestra historia funcionaría.
¿Qué?
Me dijo que
la separación formaba parte de una historia de amor.
Mi amiga seguía riendo tan fuerte que no se dio cuenta que me me había ido de su aula y desde el pasillo le grité nuevamente, ¡ uy qué mala, che !
sábado, 27 de noviembre de 2021
Casi diciembre
Hoy guardé mi bici porque la alfombre blanca que cayó anoche se transformó en hielo esta siesta. Ya las pistas de por si son peligrosas, con hielo no quiero ni pensar. Se terminó la pedaleada por ahora... A caminar entonces.
viernes, 26 de noviembre de 2021
Les ténèbres de novembre
La noche de noviembre es comilona, se come el día de a poquito una hora a la vez. Llegamos al final del mes más infame con tan poquita luz que esta parece querer desaparecer por dentro de los árboles, por entre sus hojas, detrás de las ventanas. Mes oscuro, por favor . Por las calles la negrura es tan profunda que mi vista falluta no tiene por donde agarrarse. Siento los olores de las hojas mojadas, del piso húmedo, un olor que se mezcla a la niebla, al frío, al viento que se mete por dentro de la chaqueta frambuesa que me sirve de abrigo. Este año la falta de luz me resulta antipática. Hasta diría que me paraliza un poco.Ya me acostumbraré a vivir mitad de día mitad de noche. De momento, sin embargo, me paso las horas sin luz a leer metida en casa esperando que... no sé bien, esperando. Siento que será largo el invierno.
sábado, 30 de octubre de 2021
domingo, 24 de octubre de 2021
Attente et mesure
Hace seis años
que empecé gradualmente a cerrar puertas, desatendiendo a amigos, descuidando
de mis intereses: cine, teatro, salidas al campo… El tango, su aprendizaje, su
práctica, sus milongas, voraz aniquilador de tiempo, fue encerrándome en una
idea fija: bailar y bailar cada vez mejor. Quién diría que al volver a una vida
sin tango o casi, tendría que volver a aprender a vivir. Como quien sale de una
secta o ciertamente de la dependencia de una droga dura. Bailar me permitía no
pensar, no organizar, todo estaba hecho: la música me procuraba un bienestar
que solo el abrazo de un bailarín superaba. El placer, goce, que sentía en la pista con un
buen bailarín era tal que justificaba el ser invitado por bailarines inexpertos,
eso sí que es droga. Tango. Todavía están cerradas las milongas. Para tomar una
clase se necesita inscribirse con un compañero de baile, uf. Ahora, el tango
ocupa dos de mis tardes a la semana y un mediodía el sábado. Moderato ma non troppo.
Los viernes a la tarde me quedo en casa, el sábado a la noche me quedo en casa,
el domingo me quedo en casa. Tengo que reaprender a salir, a ver a gente, a dar
citas. Ya ni hablaba por teléfono. Me desacostumbré. Para iniciar esta nueva
etapa puse sobre el papel unos cuantos nombres de gente con los que hace mil
años no hablo, no veo y a las que quiero. Un pasito a la vez. Intentaré llevar
una vida más mesurada o armónica, esperando el momento de poder ir a Buenos
Aires (cuando abran las milongas) y hundirme otra vez en mis ansias locas de
bailar.
domingo, 26 de septiembre de 2021
El baile de tango de los Campeones mundiales de tango ESCENARIO 2021 Em...
sábado, 25 de septiembre de 2021
Caturreando en este sábado soleado y hermoso
Tantas veces me mataron
Sin embargo estoy aquí
Resucitando
Y a la mano con puñal
Porque me mató tan mal
Y seguí cantando
Como la cigarra
Después de un año
Bajo la tierra
Igual que sobreviviente
Que vuelve de la guerra (...)
Tantas resucitarás
Cuántas noches pasarás
Desesperando
Y la de la oscuridad
Alguien te rescatará
Para ir cantando
Como la cigarra
Después de un año
Bajo la tierra
Igual que sobreviviente
Que vuelve de la guerra
lunes, 30 de agosto de 2021
Ottawa
El mejor método para reconocer al artista es entrar en la sala y dejar que el ojo indolente pasee sobre los cuadros, que acaricie los retratos y cuando de forma (casi inconsciente) se capta una
mirada cálida, una tela que vibra, una arruga que fascina; cuando el cuadro
habla, muestra vida, experiencia, luz, emoción y movimiento entonces es
Rembrandt.
sábado, 28 de agosto de 2021
sábado, 24 de julio de 2021
Chez Ben
8 kilómetros cuadrados. El Plateau empieza al sur por la calle Sherbrooke desde el flanco este de la montaña del Mont-Royal, pasando por el parque L.-H. Lafontaine hasta la calle Iberville que sube hasta una extraña separación creada por la vía férrea del Canadian Pacific que lo corta, literalmente, del barrio Rosemont. Es tan violenta la división, sinuosa, curvada, que han puesto túneles profundos para atravesarla; ojo, las calles, las avenidas más bien, que fluyen del sur al norte o vice versa, son determinadas, y si por aventura alguien toma una calle cualquiera es posible que se encuentre a un punto muerto, sin salida y deba bordear la ruptura hasta una salida. Es tan rara esa frontera, como si hubieran cortado la ciudad con un cuchillo, un tajo profundo, que uno se sorprende de no poder pasar. Del otro lado, ya en Rosemont, se encuentran las canteras del principio de siglo, que fueron después basurales inmensos, ya en desuso, que a veces han convertido en parque o en ciclovías. Lo sé porque he seguido esos límites andando, imaginando que estaba sobre el mapa, rodeando el barrio de mi hijo.
En su
centro, el Plateau es denso, las calles son estrechas y están repletas de casas
adosadas de dos o tres pisos, con sus típicas escaleras exteriores, con
balcones y entradas reverdecidas con un montón de plantas, árboles, arbustos,
veredas floridas que hacen del barrio un barrio frondoso, casi escondido,
verde, tan verde en verano. He cuadriculado sus calles, una por una. Mirando y disfrutando
de la sombra provocada por las hojas de los árboles, mirando las
transformaciones de las fachadas, que impresionan la montrealense que soy y que
no había vuelto o casi, desde sus años universitarios.
Sorprende igualmente la cantidad de jóvenes. Los parques llenos de gente tocando música y juntándose hasta 50 personas a la vez. Las bicicletas. Las terrazas. La animación. Qué contraste con mi barrio que muere a la puesta del día. Mañana regreso a casa. Después de dos semanas andando, puedo decir que me gusta el Plateau. Bien lindo, me pareció.
P.D. : Soy malísima fotógrafa, pero a quién le importa.
jueves, 22 de julio de 2021
martes, 20 de julio de 2021
Trois cartes postales du Plateau Mont-Royal
La primera
vez que fui a Europa tenía 16 años. París me pareció familiar. No hay otra
palabra. No me pareció extraño ni bello, ninguno de los adjetivos que se pueden
usar para esa ciudad. Me pareció familiar. Me sentí en casa. Además, como no es
grande, también me pareció cómodo caminar, pasear, perderme. En esa primera
visita, me acuerdo de que mi primer café francés fue en el Sarah Bernhardt en
la plaza del Chatelet. Por ser el primero, es un recuerdo vívido. Recuerdo lo
que comí, lo que tomé, la cartera que llevaba y las postales que había comprado
y que completé sobre una mesita exterior al café. Me quedé un rato largo, pagué
y me fui al hostal de jóvenes sobre la isla San Luis donde me estaba quedando.
Hace dos
días, sobre la calle Mont-Royal donde se han multiplicado los bares, cafés,
restaurantes de moda y donde coexisten almacenes antiguos, boutiques nuevas, tiendas de tatuajes, librerías de segunda mano, sitios design algo extraños, productos
biológicos-veganos-a granel, productos de lujo, farmacias, se puede también
encontrar locales que venden revistas y postales antiguas. Y ahí entré. En la
vidriera estaba la señora Bernhardt en su foto más conocida. Mirarla así de
reflexiva tan joven me hizo pensar en mi primer café parisino. Uy, me dije, me
la llevo.
A su lado
estaba ese pequeño niño chino travieso haciendo una mueca que no predice nada
bueno. Así era mi primo Roque en Buenos Aires cuando lo íbamos a visitar a él y
a mis tíos que vivían en La Plata. Como nos iban a buscar a nuestra salida del
aeropuerto, siempre aprovechábamos para pasar las primeras horas de nuestro
viaje en la capital. Roque tocaba los timbres de las casas y salía corriendo
cuando por el portero automático alguien le contestaba luego de haber dicho
cualquier barbaridad. Era pequeña, Roque tendría un par de años más que yo,
siempre estaba haciendo alguna fechoría que en vez de dejarme fascinada por sus
osadías me aterrorizaban. Pensaba que esas cosas nunca terminan bien.
La tercera
postal estaba debajo de las dos otras y cuando divisé esos elefantes en París,
ufa, no pude resistirme: tantos recuerdos que no voy a empezar…
sábado, 17 de julio de 2021
Richesse
¿Para qué le ha servido a usted la literatura?
Podría dar una respuesta aparentemente poética: “Para no morirme”. Pero es falso: yo seguiría vivo y probablemente con mejor salud si no hubiera optado por la literatura. A mí la literatura me ha servido básicamente para leer. En el momento en que decido que voy a ser escritor, me pongo a leer. Y gracias a la literatura he podido leer libros maravillosos, increíbles, como encontrar tesoros. Y en mi vida, que ha sido más bien nómade y de una pobreza extrema en ocasiones, leer ha contrapesado esa pobreza y ha sido mi soberanía y ha sido mi elegancia. Podía estar en cualquier situación y si leía a Horacio, por ejemplo, el dandy, el que estaba viviendo por encima de sus posibilidades era yo, siempre. La literatura me ha producido riqueza. Es riqueza.
Roberto Bolaño
jueves, 15 de julio de 2021
De Lorimier
El
departamento tiene ventajas sobre el mío. Por ejemplo, la máquina de café queda
a dos pasos de la cama. Es buena, es rápida, el café está listo antes de que termine
el primer suspiro. La otra ventaja es la fuerza del agua de la ducha. Potente,
generosa, agua que sale fuerte, un contraste total con la ducha de casa que cae
como llovizna porteña en el mes de julio. Me quedaré dos semanas en el cuarto
de Benja mientras él vive en casa con la posibilidad del uso del auto.
El cuarto
es chico y está sobre una calle ruidosa. Las puertas del edificio se abren y se
cierran constantemente resonando con los movimientos de los resortes. Justo antes
de cerrarse, se puede oír la puerta descontrolada encajar la cerradura de forma
sonora, terminar su recorrido con un golpe. Los camiones justo detrás de la ventana
resuenan porque un desnivel en el asfalto los hace saltar y chirriar. El ruido
no me molesta, es una constatación nada más.
Me siento como
si estuviera de viaje y me estoy quedando en un alojamiento alquilado a la
semana, ya me tocó algo parecido en Praga, en Roma. Desde ayer, descubro un
barrio que no conozco bien. Camino por caminos que no he pisado antes. Los
circuitos de bicicleta son más complicados a restablecer, pero en este barrio,
el Plateau, el auto no es bienvenido: aquí reina incontestable la bici. Las
pistas son numerosas. Las calles son un infierno para el auto. Estoy desde hace poco,
ya veremos cómo va la cosa.
Hoy anduve
hasta el parque olímpico y a pesar del calor la caminata fue agradable, la
calle Mont Royal está cerrada a los autos y los almacenes chics se multiplican
por dos o tres zonas cercanas: Laurier, Mont-Royal, Masson. Tengo elección. Descubro un barrio nuevo, contrastado, muy diferente del mío.
Para eso están las vacaciones, ¿no?
domingo, 11 de julio de 2021
Cuerpos en los tiempos de WOKE
Resulta que
Picasso se volvió un impresentable. Vaya, vaya. El sitio WEB del museo nacional
de Bellas-artes de Quebec justifica, sí, sí, justifica la exposición de Picasso
diciendo que, a pesar de todo, el pintor contribuyó a la historia del arte.
Joder, lorito. Esta muestra se llama Figures. Tres salas de retratos de
las mujeres, mayormente, que inspiraron al pintor. Olga, Marie Thérèse, Dora, Françoise,
Jacqueline. Las obras vienen todas del museo de París. Una selección que se
quiere variada, cubriendo todas las épocas, que muestra la diferencia de los
cuerpos que Picasso amó. Figures quiere mostrar que las desconstrucciones,
las reconstrucciones, las transformaciones permiten una reflexión sobre la
pluralidad de los cuerpos.
Como
llegaba de Baie-St-Paul en Charlevoix, estaba con ganas de moverme. Miré con
interés las obras del gran pintor, volví, di vueltas, regresé. Había demasiada
lectura, quise ver los cuadros. Una exposición pequeña, sin embargo con obras
importantes que me encantó volver a ver.
jueves, 8 de julio de 2021
Si j'avais les ailes d'un ange...
Me encanta Robert Charlebois, siempre me gustó ese cantante: tenía una canción que se llamaba Les ailes d’un ange donde decía que deseaba ir a Quebec manejando, subiendo y bajando las colinas que nos llevan a la ciudad; o sea que, yendo a Quebec, manejando, sonaba en la cabeza repetidamente esa canción porque, además, las colinas que están en la entrada de la región de la capital nacional son impresionantes y no sé, será que me gusta Robert Charlebois.
Por otra
parte, no me gusta manejar y en particular por lugares desconocidos. Siempre he
tomado el bus para visitar a la bella Quebec. En el ómnibus uno se despreocupa,
no le lleva tanto la atención a la ruta. No me había dado cuenta de los
desniveles.
Llego a un
hotel en Ste-Foy, la ciudad en las afueras de la capital donde está la
universidad Laval. Le pido al encargado de la recepción que me indique el
camino a pie en dirección del centro, me mira con ojos incrédulos. - ¿Caminar? Pero
si tiene coche… – He manejado todo el día, quiero estirar las piernas. -No,
señora, no es posible caminar hasta el Viejo Quebec. -Niño, todo es posible
cuando se tiene dos piernas. Y caminando salí hacia Quebec. La distancia es de 10
kilómetros. Distancia a la que estoy acostumbrada. A medio camino, porque se hacía tarde, me
subí en un bus y llegué al centro sin más problemas: quería tiempo para
aprovechar de la luz y pasear tranquilamente: cené sobre una terraza agradable,
me di una vueltita ya que hacía bastantes años que no había vuelto y regresé
caminando por un camino verdaderamente feo (centros comerciales, Tim Hortons,
MacDonald’s y tutti quanti) pero derechito hasta el hotel. No es la primera vez
que dudan de mi capacidad a desplazarme a pie por la ciudad.
El
puente de Quebec, rodeado de obras, de conos anaranjados, pesado de coches
pegados los unos a los otros, parece querer caerse a pedazos. Un puente de
acero que fue lindo supongo a principio de siglo, ahora parece cansado,
oxidado, viejo, roto. El hotel estaba localizado al lado del puente y pude
admirarlo con pena. Me gustan los puentes.
La verdad
es que estaba cansada ese día y quería levantarme temprano a la mañana
siguiente para aprovechar del calorcito y día de sol en el Saguenay. No sería
un viaje largo sino una ida y vuelta pesada y lo deseaba, simpática. Un chalé
en el medio de una isla al norte de Chicoutimi, un día de sol, unas vueltas en
auto por las ciudades de la ruta de los fiordos, bellísimos paisajes del río
Saguenay, grandiosos acantilados, dimensiones americanas y volver por la región
de Charlevoix comiendo en Baie-St-Paul regresando por Quebec, viendo la
exposición de Picasso en el museo nacional de bellas artes y dormir en Montreal
unas tres horas más tarde.
A pesar de
la belleza del lago Clair, del agua transparente, de los millones de pinos
altos, soberbios, me sentí prisionera de la islita donde estaba ubicado el
chalé. No había sitio para caminar, no había donde ir ya que el chalé la ocupa
completamente; había que tomar un bote, remar unos 300 metros para llegar a la
orilla. En la orilla, solo rutas peligrosas con pick-ups confianzudos y rápidos.
Estamos en América donde no se camina aparentemente. Lo que sí hay cada vez más
son los ciclistas. Me imaginé un segundo
rodando por las colinas increíbles y suspiré divertida cavilosa la cabeza diciendo
¡no, no, no! Andando, nomás sería para mí.
La topología de los pueblos del Quebec se parece del uno al otro, los mismos snacks bars entrando a la ciudad, las construcciones nuevas, las rutas, si no fuera por los carteles dando el nombre, sería difícil distinguirlos. Lo que cambia es la presencia de los ríos. El Saguenay es de una belleza abrumadora. Cuando al doblar un camino aparece el fiord es simplemente maravilloso. Cuando, volviendo hacia Quebec, se divisa el río San Lorenzo, se me cortó la respiración, a esa altura era de una majestad impresionante. El agua hace que este país sea lo que es.
jueves, 1 de julio de 2021
Yoga in the park
Cuando
tenía 18 años y estaba en el último grado de la secundaria, teníamos clase de
educación física a las ocho de la mañana. La profesora, una mujer joven y simpática,
ya no recuerdo su nombre, nos daba para empezar el día, una clase de yoga. Nunca
había hecho eso: nos explicó que había que aprender a respirar correctamente,
hacer unos movimientos sencillos que servían sobre todo para relajarse. Su
intención era darnos un método de autorregular nuestro estrés ya que al final
del año teníamos el muy pesado examen de fin de curso (el Bac francés). Fue la
clase que más me ayudó ese año. Fue una revelación poder cerrar los ojos y
visualizar el aire entrando por la nariz, en los pulmones, en el vientre y
relajar poco a poco cada músculo del cuerpo. Aprendí a respirar. No era verdaderamente
yoga, sino relajación inspirada por técnicas aparentadas al yoga.
Años más
tarde, cuando nació mi primer hijo, estaba yo en esa época verdaderamente
tensa. (Hubo gente que me comparó a la cuerda de un arco estirada a su máximo).
Sería el exceso de hormonas, no sé, algo me pasaba. Tiempos complicados para
mí. La espalda era una pared de hormigón armado. El cuello estaba tan rígido
que los movimientos eran casi cómicos. Vivía en Londres. Algo aislada. El
nacimiento de Guy por cesárea había retrasado el momento de amamantarlo, uf,
una cantidad que cosas que se acumularon en tensiones que se hicieron cada vez más
agudas. Fui a una clase de yoga llevada de los pelos por una vecina que se
preocupaba por mí, por la segunda vez de mi vida. Me tiré sobre un tapiz e
intenté respirar hondo para que mi espalda se vuelva humana. Algo funcionó.
Habré participado a tres o cuatros sesiones, no aprendí nada, pero me hizo
bien.
Desde hace
tres lunes en el parque cerca de mi casa, voy a hacer yoga con Andrea quien es propietaria
de la academia de tango donde solía bailar el domingo, donde aprendí a bailar
para decir la verdad. Además de bailar, enseña yoga. Lo hace bien, aunque algo rápidamente
si tengo en cuenta mis experiencias pasadas. Nos estiramos más que nada, nos
concentramos en los músculos y los tendones. Gracioso, cada vez que hice yoga (y
hacer yoga es una exageración, no sé nada de nada, apenas sigo algunas
instrucciones) siempre me ayudó. Como ando contraída, con los músculos
doloridos, estos estiramientos me caen bien.
O sea que
cada década, década y media o más, aparece el yoga en mi vida. No lo busco, ni
me interesa demasiado. Aparece, eso es todo. Y hay más, hace muy poquito he
terminado de leer el libro de Emmanuel Carrère, Yoga, un hombre y autor
francés, que practica el yoga desde hace 30 años, por qué será que uno lo hace,
pensé. El libro habla más de sus estados mentales que de la disciplina
asiática, en una narrativa cercana de la de Enrique Vilas Mata en sus libros, sin
embargo, me pregunté por qué existe ese entusiasmo en nuestra sociedad
occidental por una doctrina de meditación espiritual. Sin practicarlo, sin
conocerlo, sin entenderlo, el yoga siempre vino a ayudarme en momentos
distintos y sin más preguntas, me siento agradecida y ya está.
Joni
Just before our love got lost you said
And I said, "Constantly in the darkness
Where's that at?
If you want me I'll be in the bar"
In the blue TV screen light
I drew a map of Canada
Oh, Canada
With your face sketched on it twice
You taste so bitter and so sweet
Oh, I could drink a case of you, darling
And I would still be on my feet
Oh, I would still be on my feet
I live in a box of paints
I'm frightened by the devil
And I'm drawn to those ones that ain't afraid
You said, "Love is touching souls"
Surely you touched mine
'Cause part of you pours out of me
In these lines from time to time
You taste so bitter and so sweet
Oh, I could drink a case of you, darling
And still I'd be on my feet
I would still be on my feet
She had a mouth like yours
She knew your life
She knew your devils and your deeds
And she said, "Go to him, stay with him if you can
But be prepared to bleed"
You're my holy wine
You're so bitter
Bitter and so sweet
Oh, I could drink a case of you darling
Still I'd be on my feet
I would still be on my feet
lunes, 28 de junio de 2021
Souvenirs
Siempre tuve mala memoria. No recuerdo ni fechas, ni lugares, ni nombres. El pasado es algo así como un sueño con momentos intensos que se destacan de forma imprecisa, aunque muchas veces líricas. Siempre me extraño cuando descubro, entre las páginas de un libro, un marcador hecho de un boarding pass de un viaje pasado, el último encontrado: Barcelona, Las Palmas. Air Europa. 18 feb. 20.30. Pena que no esté escrito el año, ya que no recuerdo cuando fue, ¿2006, 2007? Me acuerdo de muchas cosas de ese viaje, no todo por supuesto, lo principal supongo: el carnaval, mi anfitriona, el mar y paisajes hermosos, las playas, la música que oí en el aeropuerto todo envuelto de una nube de polvo blanco... Al descubrir estos regalos del pasado, siempre me alegro. Como si volvieran cosas a la superficie que ya estaban almacenadas sin acceso de mi mente. Estos papeles, anotaciones, postales, constituyen piezas de un rompecabezas que hubiera sido abandonado a medio hacer.
Y si de mi padre tengo tantos parecidos, ese
punto nos distingue. La memoria de mi padre no es solo buena, sino que es una
fuente de orgullo, su postura en el mundo: ser preciso y claro. Hace unos años mi padre empezó a escribir sus
memorias. La historia de su vida, empezando por los primeros años, el colegio,
etc. Además de escribir de forma amena, me impresiona cómo puede recordar los
nombres de sus maestras en la escuela primaria, nombres de amigos con los que
jugaba. Nombres de calles, apenas si no se acuerda de lo que comía en ese
entonces. ¡Qué bárbaro, che! Y, ya que hablamos de familia, Paulina, también
tiene buena memoria. Así de tipo fotográfica. Por supuesto que ese rasgo me fascina
ya que me parece que la vida sería más sencilla si tuviera esa capacidad a
recordar no solo sensaciones, también la cronología de mi vida. Parece que mi
cerebro quiere limpiarse cada cuanto y todo se pone a cero. En serio. Conociendo
ese defecto de mi cabeza, escribo notas en cuadernos. Conservo, ya se sabe,
todo tipo de papel inútil pero cuán divertidos. Pensé que, si tuviera que
contar mi vida, sería más ficción que realidad, porque la realidad no lo tengo
muy clara.
¿Por qué
será que mi cabeza no imprime la información? Tengo que razonar, pensar, vincular
con lógica algunos datos para poder reconstituir lo que me pasó. La memoria no
funciona. Hace once años que he vuelto de Europa, los años de trabajo de un
centro al otro son tan pero tan difusos, tan brumosos, que en un interrogatorio
policial sería sospechosa.
sábado, 26 de junio de 2021
miércoles, 23 de junio de 2021
Entre deux chaises, mon cul balance!
Cuando se
me ofrece una raqueta de tenis, yo la zurda de las hermanas Negrete Aragón,
nunca sé con qué mano tomarla. Cuando juego, bueno las pocas veces que intenté
devolver la pelota con la raqueta (por favor oigan el suspiro ante la
presunción del uso del verbo jugar), me la paso de una mano a la otra,
incómoda, sin saber o más bien sin sentir que brazo será el más competente. Soy zurda, pero tengo la impresión de que no es una zurdera absoluta: escribo
con la mano izquierda; sin embargo, en este mundo diestro tuve que compensar y
hago muchísimas cosas con la derecha. De todos modos, no creo que exista un
gran porcentaje de personas totalmente una cosa o la otra. Soy zurda hasta por
ahí nomás, como muchas cosas en mi vida.
Soy
canadiense, pero tan poquito, de verdad tan poquito –¿por qué será que nunca me
habré encariñado con este país? No siento ese apego que el tiempo y los
recuerdos de juventud suelen suscitar, en serio nada de nada. Me gusta la
ciudad de Montreal, pero la mentalidad de la gente, su forma de hablar,
su historia, no me tocan, al contrario, lo veo todo como muy diferente de mis valores
y no sé por qué; soy argentina por un pelo, ¿qué conozco yo de la realidad
argentina, de la vida día a día? Soy argentina de nacimiento, por los recuerdos
de mis padres y de haber vivido un par de años en el momento de aprender a
leer. Comer empanadas en el jardín de
una prima cada tanto no hace de mí una argentina. Lo sé. Entonces ¿qué? Quise
inmigrar en Europa que elegí con el corazón, el alma, y todo lo que soy. Amo Europa. Sin embargo, no vivo allá, estoy
aquí. Un casamiento de conveniencia.
Soy
hispanohablante con tantas limitaciones, ¡por favor! Hablo el francés bastante
bien. Es más, creo dominar la gramática francesa, pero prefiero escribir en
español con las faltas y todo el vacío de mi conocimiento del idioma y de la
sintaxis castellana. Intento escribir en francés (tengo mucho vocabulario),
pero me aburro. O sea que otra vez, dudo, vacilo, titubeo, porque es eso: titubear,
ni el uno ni el otro. Ni fu ni fa.
Sin armonía axial, sin identidad clara, sin idioma dominante, tuve que esmerarme para todo. Llegando a un nivel aceptable en algunas cosas. Aceptable, eso: hasta por ahí nomás. Hay cosas a las que renuncié, tocar la guitarra, ser música, escritora, intérprete, patriota; y me quedo con lo del entusiasmo de la curiosidad. Los múltiples yo, poblando un jardín travieso y algo salvaje de flores de colores diferentes que me gusta regalar. Un peu de ci un peu de ça. Una mezcla de muchas cosas sin exceso.
Cuando venga a darme un beso, no se extrañe
si dudo que mejilla presentarle, ya sabe.
lunes, 21 de junio de 2021
Ne rien perdre pour attendre
Apprendre à perdre. Voilà vers quoi il faut tendre. Ma vie
n'est rien d'autre qu'une vertigineuse dépossession.
Et ce, depuis mon plus jeune âge, car quand j'étais petite,
j'étais ce qu'on appelle une enfant distraite. Je le suis toujours, mais j'ai
réussi avec le temps à développer des stratégies qui me permettent de
raisonnablement résoudre mes lacunes d'attention. Je fais les choses en grande
partie automatiquement sans y porter soin ni concentration. Les gestes se font
en totale indépendance de la tête, en liberté.
Alors, les choses perdues, ça me connait. Pour retrouver les objets, je
dois refaire l'historique de mes pensées au moment où j’accomplissais les
gestes. Je sais, c'est un drôle de mécanisme, mais il fonctionne pour moi.
L'anxieuse que je suis, ne pars plus dans toutes les directions, remuant ciel
et terre, pleurnichant sur ma bêtise, pour retrouver l'objet perdu. Cela je ne le fais plus, au sens propre et au
figuré. Il me semble que je prends plus de temps pour réfléchir. Il y a même eu
un moment où je finissais par accepter que les choses disparaissent, convaincue
qu’elles referaient surface un jour ou l’autre. Convaincue que la recherche
était plus riche que la perte.
Apprendre à perdre doucement pour ne pas trop souffrir. J’y
travaille depuis longtemps, pas toujours aussi profitablement que je le
voudrais, mais l’effort y est, la volonté, l’engagement. Apprendre à perdre
ai-je dit, ne garder que ce qui est resté volontiers, incluant l'autre. Car il faut accepter celui qui est parti et qui est perdu, celui pour qui j'avais perdu la tête, en espérant peut-être, la retrouver et la reperdre à nouveau, si
possible sans en perdre le nord. Le nord de l’étoile polaire, celle qui me
situe, me guide et me console.
Apprendre à se perdre quand c’est nécessaire pour gouter,
sentir, jouir et croquer à pleine bouche les choses qui en valent la peine.
Peine perdue, tout se perd, j'ai beaucoup perdu, je le sais, mais perdre c’est
vivre, se battre, aimer; celui qui ne se débat plus, a déjà tout perdu.
jueves, 10 de junio de 2021
Pissenlit
Estoy
demasiado feliz. Los días vuelan, se esfuman sin que pueda retenerlos. Será eso
la felicidad ¿una nube atemporal donde nada pesa, que me transporta ingrávida
por los días cortos y las noches largas de mi verano (duermo poco)? La felicidad que siento
no me deja recuerdos, pasa sin dejar huellas. No hago nada que pueda anclar lo
vivido. Vivo, nada más; estoy alegre, en buena salud, contenta de estar bien;
gozo de cosas sencillas; me rodeo de palabras, de música y de belleza por lo
que los días corren y corren. Estoy en mi cuarta semana de vacaciones y me doy
cuenta de que me gusta tanto este “farniente” que la posibilidad de que
se termine me deja aprehensiva, se me retortija el estómago. Será por eso del Yin y del Yang, imposible para los de nuestra cultura no sentir miedo ante la
permanencia de un bienestar. Alguna serpiente surgirá y me hará caer del
paraíso. Qué cosa, ¿no?
Mientras
tanto, leo, camino y pedaleo. Pedaleo, leo, camino. Hoy caminaré, pedalearé y
leeré. En ese orden. También bailaré tango como todas las semanas desde hace casi
siete años. Me inscribí a una clase de yoga en un parque para tomar sol y
estirarme una vez a la semana. Apoyo así a los que no pueden trabajar por la
pandemia, salgo a tocar la tierra y pienso en mis músculos maltratados.
Así la
vida. Si pudiera viajar sería el colmo. Bueno, ya lo haré.
Comparto
mis tardes con Olga Tokarczuk que me fascina y a la que admiro; Pierre Lemaitre
que me divierte y me choca al mismo tiempo; Emmanuel Carrère que me sorprende. Nuevos
autores franceses, más o menos interesantes a los que leo para ver si alguien me atrapa;
también está Laínez, entretenidísimo… y algunos más. A eso dedico mis días. A
veces pienso que sería útil escribir, pienso que así practicaría el castellano,
pero miro el cielo, mi piel parcheada de sol y salgo.
Mes bonito
de junio, mes liviano como dientes de león plumosos que vuelan por el aire, mes
tranquilo como mi felicidad estival. Como el calor, el sol, la hierba … ay
Niagara
Pendant que les champs brûlent
J'attends que mes larmes viennentEt quand la plaine ondule
Que jamais rien ne m'atteigne
jueves, 3 de junio de 2021
6
Subiendo por la pista ciclista del
barrio de Rosemont, en el centro norte de Montreal, se me cruza una monja
vestida con velo largo y túnica hasta los pies. Hacía años que no veía a
una monja con su atuendo. Un segundo pensé que quizás sea un disfraz o un traje
de teatro ya que la monja era joven y bella, alta y elegante (parece mucho, ¿no?). Pasé, sonreí y me
concentré nuevamente en mi trayecto lleno de obstáculos, hoyos, hormigón reventado. ¡Ah la
ciudad en primavera!, ¡oh Montreal de mala calidad! Al volver de ese mismo
trámite, un par de horas más tarde, paso al revés por una calle paralela y a mi izquierda
surge un cura, también alto, joven y
elegante con su cuello clerical y un traje gris perfectamente cortado. Me quedé
pensando. Primera observación: en un solo día veo a dos religiosos, más que en
diez años paseando por la calle. Segunda observación, están vestidos de una forma elegantísima, son jóvenes
y altos; tercera observación, caminan en calles paralelas en la misma dirección
a la misma altura. Si lo escribo en un cuento, resultará demasiado craso. Así
la vida en junio.
Junio el mes de mis aventuras. El mes en que intento cosas nuevas fuera de lo común como esa vez que nos tiramos al agua en un bote dragón con colegas tan novatas como yo. Aprendimos a remar al unisón en el agua a la tardecita de seis lunes de un mes de junio (y un poco de julio, claro) anormalmente fresco. ¿Por qué barco del dragón? No tengo ni la menor idea. ¿Por qué acepté? Tampoco tengo respuesta. Lo hicimos un mes y medio hasta que se termine el cursillo. Una cosa nueva, exigente y divertida en el agua del canal Lachine.
El año pasado, año pandémico, me puse a caminar, pedalear como una loca. Este año, otra cosa encontraré. Ya que al no tener cosas agradables por lo menos cosas nuevas habrá que intentar.
martes, 1 de junio de 2021
miércoles, 19 de mayo de 2021
Carne y arena (18 de mayo 2021)
Carne y arena
Sentí desde la puerta de entrada, la
voluntad del museo de crear una atmósfera particular, ¿será el museo o el
artista? (creo que le dicen experiencia ahora) - Largos pasillos negros para
entrar, una demora con el propósito de mantener una suerte de ansiedad (además de detalles tecnicos); la
gente va entrando gota a gota; en la salita de espera la voz de una encargada dice:
“cuando usted entre, tendrá que despojarse de todo lo que trae, déjelo en la
entrada”. Ni teléfono ni cartera, nada. Hubo algo teatral, solemne en la
construcción de la exposición.
Desde el 17
de marzo hasta el 15 de agosto 2021, el centro Phi (en el Arsenal de arte contemporáneo)
presenta la exposición Carne y arena del cineasta Alejandro Gonzales Iñárritu.
El
asistente, luego de ser llamado, entra en una primera sala sin saber lo que le
espera. La primera sala tiene el aspecto de un vestuario frío e impersonal, un detalle,
sin embargo, zapatillas, zapatos, sandalias, todos usados y de tamaños diferentes
han sido dispuestos contra las paredes metálicas de esa sala donde la
temperatura es baja; ahí unos carteles nos piden de descalzarnos y poner los
zapatos en un casillero, luego un foco colorado parpadea mostrando la puerta
por la cual entrar. Todo tiene una apariencia glacial. Como preparándonos a
perder algo de nuestra humanidad.
En la segunda
sala: arena, la sensación rasposa bajo los pies de una arena tosca, una sala ni
chica ni grande, rectangular. Una explicación de unos minutitos de cómo usar el
casco de realidad virtual: el objetivo es que el sistema de realidad sea lo más
completo posible. Viajaremos y estaremos inmersos en un desierto.
La
experiencia virtual fue fuerte, un grupo de personas arrestadas por la policía
de la frontera entre México y los EE. UU. Un helicóptero ruidoso y amenazante, gritos, pasos,
penumbra, disparos, agitación, miedo, el foco implacable de las luces altas del
jeep, movimientos repentinos, una tensión entre un policía y el supuesto coyote,
una persona descompuesta, participamos en ese momento como espectador y
partícipe. Podemos movernos, caminar, escondernos detrás de una roca. Yo no
pude moverme. De repente, una mesa alrededor de la cual un grupo de personas esperan, no sê como explicarlo sino que estamos en Europa en una de las islas griegas que acogerieron a tantos refugiados sirios y demás países cercanos. Un guiño de Iñárritu (muy bien pensado).
No fue mi
primera experiencia de realidad virtual, ya en dos o tres ocasiones experimenté
esa sensación rara de estar en un lugar sin cuadro, ingrávido, volando en un
ambiente tridimensional. La arena quería aquí recordarnos de nuestro cuerpo, mantenernos
conectados. El rato termina con la luz
del día, la aurora y nos deja habiendo vivido una experiencia a solas, muda,
con los ojos gran abiertos. Seguramente,
en otra ocasión, la experiencia sería diferente, me sentaría, me movería más,
no sé. Solo sé que cada vez que uno se pone ese casco virtual, la aventura es otra.
Iñárritu
quería que sintiéramos, no tanto ver o comprender sino sentir el miedo, la
desesperación, el cansancio de un grupo de gente, niños, mujeres, hombres.
Una última
sala con fotos y sobre las fotos, la historia de los protagonistas de las
historias que sirvieron a producir esta película. Los cuentos que alimentaron
la escena.
Sí, algo de
teatro hubo durante mi pasaje por la exposición, pero me gustó, me gustó mucho.
lunes, 17 de mayo de 2021
viernes, 14 de mayo de 2021
Casi casi el verano Sensations (Rimbaud, 1870)
Par les soirs bleus d’été, j’irai dans les sentiers,
Picoté par les blés, fouler l’herbe menue :
Rêveur, j’en sentirai la fraîcheur à mes pieds.
Je laisserai le vent baigner ma tête nue.
Je ne parlerai pas, je ne penserai rien :
Mais l’amour infini me montera dans l’âme,
Et j’irai loin, bien loin, comme un bohémien,
Par la Nature, – heureux comme avec une femme.
domingo, 9 de mayo de 2021
Cantando
Desde esta mañana una canción que me gusta bailar va rondando por mi cabeza incansablemente. Tomando el café, ojeando el teléfono para saludar a las primas, pensando en mis clases que no terminé de preparar, buscando la energía que me falta para prepararme ya que tengo cita un poco más tarde. Solo quiero cantar. Ya van tres o cuatro veces que la voy gritando por la casa, brazos abiertos delante de la ventana que muestra una primavera florescente. Ah si supiera cantar. Aquí se la canto con un airecito de vals criollo...
Yo no sé si será una pasión,
Sólo sé que al no verte, una pena
Va rondando por mi corazón...
Que al mirarme me matan de amor,
Yo no se que me han hecho tus labios
Que al besar mis labios, se olvida el dolor.
Son luces de ilusión,
Que alumbra la pasión
Que albergo para ti.
Que van reflejando
Ternura y amor
Tus ojos son divinos.
En su alrededor
Tus ojos para mí
Son el reflejo fiel.
Querrá con frenesí
Tus ojos para mí serán
La luz de mi camino
Por un sendero
De esperanzas y esplendor
Porque tus ojos son, mi amor!
lunes, 3 de mayo de 2021
¿El mar?
« Bleu, c'est la liberté, l'histoire du prix que nous payons pour elle. À quel point sommes-nous vraiment libres ? »
— Krzysztof Kieślowski
El cielo sigue celeste
“156. Why is the sky blue? -A fair enough question, and one I have learned the answer to several times. Yet every time I try to explain it to someone or remember it to myself, it eludes me. Now I like to remember the question alone, as it reminds me that my mind is essentially a sieve, that I am mortal.
157. The part I do remember: that the blue of the sky depends on the darkness of empty space behind it. As one optics journal puts it, "The color of any planetary atmosphere viewed against the black of space and illuminated by a sunlike star will also be blue." In which case blue is something of an ecstatic accident produced by void and fire.”
― Maggie Nelson, Bluets
sábado, 1 de mayo de 2021
6 años
Me pasa en estos tiempos raros de confinamiento que me
desubique en el tiempo por estar mirando perpetuamente una pantalla, lejos de
lo que se llamaba la vida social, los otros, a mil lenguas del trabajo, de los
alumnos, de la vida normal, de las milongas que desaparecieron, ¿será? o quizás
por estar en la calle sola respirando profundo sin prestarle atención a nada ni
a nadie, solo en el tironeo de mis piernas. Entonces levanto la cabeza y pienso
¿cuándo fue?
¿Cuándo fue? ¿Antes o después?
El primero de mayo 2015 se volvió la fecha referencia en
mi vida. Mi antes y mi después. El hito temporal con el que mido el curso
extraño de los acontecimientos que forman esta existencia caótica, en muchas
cosas fallada, sin embargo feliz que es la mía.
Antes estabas presente, atenta, viva, conversadora y enterada; después es una vida sin vos, sin tu voz, tus comentarios, tu mirada, sin que sepas, mamá. Cosas ocurren y no te enteras. El dolor de tu partida se está reubicando en mi corazón. Aprendí a sobrellevar tu ausencia. Poco a poco. Ahora, algo me falta y me apena todavía dolorosamente. Es una estupidez quizás, pero madre, antes hablábamos en español todos los días: compartíamos los más mínimos detalles de nuestros sucesos más banales por teléfono y repito: todos los días. Eras mi unión con mi origen, mi ser profundo, mi equilibrio, mi lengua, mi infancia, mi consciencia. Eso, me sigue faltando ese lazo tan transcendente.
Antes era otra persona. Una persona que te tenía a
vos.
Primero de mayo 2021. Otra vida. Otra cosa. Otro mundo,
madre. Ya nada es igual. Sin embargo, date cuenta de que sin querer me seguís
ayudando, guiando, situando como antes. Ahí estás parada en el medio de mi memoria y en
mi cabeza como una brújula del tiempo. Dándome la hora justa al entrar en el
último trecho de mi vida. Ya orientada y pensando en vos.
viernes, 23 de abril de 2021
Celeste el cielo, celeste el mar
Imperceptiblemente,
el color celeste se inmiscuyó entre mis cosas, metiéndose en la ropa, un trapo
a la vez. No es un color que use
habitualmente. Ni mucho menos. Me gustan los colores oscuros propios a mi
generación (pre punk, casi punk y post punk). Colores saturados, opacos, sobrios. Me gusta
el color gris elegante y fino, el negro ‘incontournable'; el verde
oscuro, verde bosque; también el color burdeos, rico, vibrante, profundo. Sin
embargo, necesitando luz después de un invierno largo y encerrado me probé un suéter
celeste y sin que lo quisiera, tuve que admitir que mi cara resplandecía, el
pelo oscuro resaltaba con ese color pastel y totalmente extraño para mí. Pasa
una vez, pensé. Pero un par de zapatos cómodos integraron la colección de
zapatillas para caminar. Los más acolchonados son los celestes. Los que
encuentro sin buscar. Hay más, un par de pantalones gris y celeste vinieron revolucionar
los ineludibles pantalones negros. Resulta que esta mañana, debo darme cuenta que entre casi toda mi ropa, el color que domina es el azul cielo. Qué me estará pasando en la vejez? Con que
no termine con babero rosa, todo bien.
domingo, 11 de abril de 2021
Paredón
Tras una larga bajada hacia el canal, hago luego unos kilómetros más hasta Lachine, hacia el oeste de la isla, el parque de las
estatuas, sin pensar, pedaleando como lo hago todos los días, mi circuito
habitual. Ensimismada. Lo hago porque no
paro de pedalear, no hay coches, no hay obstáculos ni semáforos . No hay casi nadie. Me
gusta salir por la hora y media que me exige el recorrido y llego a casa
después de subir tres cuestas: me siento
como una heroína. Hoy sin embargo, hubo un cambio al programa. Estos días por el
calor y el sol hay mucha gente en mi camino. Vieron como lo hice mío. Es mi
circuito. No suele haber nunca nadie y estos días por ser primavera, se
amontonan los ciclistas. Algunos con todos el
tralalá, pantalones cortos de latex, gafas negras, zapatos especiales.
También familias. Suspiro, no importa,
no tengo prisa, disfruto del recorrido y ya está. Algo sin embargo me llama la
atención. La gente que llegaba en dirección opuesta parecía exasperada, cansada.
Me imaginé que era gente que salía solo los domingos. Me sentí fuerte, en
control, pedaleando con facilidad y pensando que mi entrenamiento me servía
para no sufrir. Pero estaba equivocada. Llegué al parque René-Lévesque, di una
vuelta para regresar al este. Y me doy cuenta que sopla el viento. Un viento
fuerte, ruidoso, forzudo. Un viento que me obligó a luchar, trabajar, que me pareció
incómodo, desagradable. Nunca me había
tocado viento más fuerte. Me dolían las rodillas del esfuerzo. Tuve que pedalear
con rabia contra una pared antipática. Recordé mis vanidosas suposiciones de
buena forma, recordé esa sonrisa presuntuosa que les mandé a mis compadres
ciclistas, y seguí pedaleando en silencio
concentrada con ganas de llegar a casa.
MH
Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.
Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.
Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.
Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.
¡Cuánta boca enterrada,
sin boca, desenterramos!
Beso en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.
Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.
He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.
Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.