domingo, 31 de enero de 2021

Interrupción

 

Como todo en pastelería, el secreto es el tiempo. No hay que perderlo, hay que ser preciso y rápido. Tenía huevos del campo, huevos frescos; tenía espinaca, pensé que sería delicioso prepararme una quiche con ese vegetal que adoro. Empiezo con la base, harina, agua, poquita; manteca de a poco; sal, una pizca; alguito de azúcar, a penas una media cucharadita. Todo va bien, a penas he terminado de … ¿quién me llama? qué raro, ¿será uno de los chicos? ¿habrá pasado algo?, ¿hola?, Anna, no, bueno sí, estaba haciendo una quiche, sí deliciosas, con espinaca, ajá, sí te llamo luego, estoy en el medio de… claro, claro, querida, ya dentro de poco te llamo. Estoy haciendo una bola con la masa, cuando. ¿La puerta? Esto no puede ser. Voy y vuelvo, ya no sé ni que tengo que hacer. Corto las espinacas, bato los huevos, la cebolla, me olvidaba, algo de ajo, los huevos, ¿les he puesto sal? ¡Manda huevos! El celular que manda un texto, estoy completamente distraída, ya no sé ni que hago. ¿Cuánto hace que está la masa en la heladera? Bueno, pase lo que pase, termino mi quiche. La pucha: en una gran sartén pongo un poquito de manteca y pongo las cebollas, encima le pongo a saltear las espinacas cuando aparece de detrás de mí, Charlie. ¡Hola! ¿qué haces? Pego un salto con un grito de sorpresa. Me doy vuelta, se queman mis cebollas que han saltado de la sartén; mientras amaso la masa con harina, la corto, volteo los huevos sobre la masa. No estoy concentrada. En el horno, me doy cuenta de que me olvidé de añadir el queso, tenía un rico Parmesano cortado. Saco la quiche del horno para incorporarle el queso. Qué desastre, una quiche tan fácil y rica, qué me pasó, a mí a quién nadie llama, nadie viene a ver. No sé, pienso con amargura que he sido víctima de una conspiración, eso fue.  La pastelería es cuestión de timing, tiempo eficiente no interrumpido. 

Y así, mientras sentada, me como la quiche que está liquida en el medio, aguada de gusto, un poco  quemada en los costados, con una masa dura y quebradiza a la vez, un desastre, entra mi hijo y me pregunta, ¿qué le pasó a tu tarta?, parece que te enojaste con la gallina y ¿se te amargó la cocina?

Se me quedó atrevesado en último bocado.

 

sábado, 30 de enero de 2021

Suceso

 

Un estudiante está mirando un video en la computadora. Un señor pelo canoso, gestos exagerados habla sobre el arte moderno de Quebec en los años 50. El estudiante toma notas, parece estar concentrado.

Entra su compañero de piso.

-Hola, Jorge, ¿qué tal?

-Hola Miguel. Aquí en clase con el profesor Gagnon, me encanta el tipo, sabe un montón.

-Qué suerte. Tengo clase esta tarde recién.

- El profe Gagnon me gusta, pero no me contesta. Ya van dos mensajes que le mando.

-¿Lo has llamado?

-¿Qué te parece? y ahora me pregunto ¿cuál es el rol del profesor de universidad si no el de comunicar con el alumno cuando este tiene una pregunta. Malditas clases a distancia.

-Te digo que lo llames.

- He dejado tres mensajes. Cuando lo llamo no contesta. Le quiero hacer algunas preguntas sobre su segundo video.

-Tendrá mucho trabajo, mandale un mail. Mirá como habla, parece que le gusta, ¿eh?

-Sí, no hay nadie que sepa más que él sobre Borduas, nadie. Es una bestia, el tipo. 

-Qué vas a hacer?

-Voy a buscar su número en casa, quizás como estamos todos confinados...

-¿Has intentado hablar con el profesor ayudante?

-Podría, solo que quiero hablar con el profesor Gagnon.

- A ver, te lo busco en dos segundos en el Net.

-Dale, se llama François-Marc Gagnon.

-Aqui encontré a un tipo, pero no es él… un profesor también, pero este murió en marzo del 2019. Todos los profesores se llaman Gagnon en esta provincia.

-¿Profesor de qué?

 -La verdad es que es raro, profesor de historia del arte en Concordia

-Joder, Miguel, ¿será él? ¡Es él! No lo puedo creer.

Los dos estudiantes se callan y miran al profesor que sigue hablando en el video.

-¿Estás seguro? No puede ser. Debe haber un error.

-Qué error ni que mierda. ¡Yo estoy siguiendo las clases de un tipo que ha muerto! Siento nausea, la verdad. Esperá, me fijo en el curso.

-Qué desgraciados, ponerte los videos de un profesor que ya ha muerto. Es que no me lo puedo creer.

-No encuentro nada que diga que el profesor no viva. No me han avisado. Me parece muy deshonesto la verdad.

-Estoy de acuerdo. Ponen las clases y no tienen que pagar a nadie. Vos nomás con tus clases como si fuera youtube.

-Vos pensando en el dinero, que asco. Hasta hace un rato lo miraba como a una persona viva. Lo escuchaba como si estuviera vivo, vivo. Teníamos una interacción en mi mente. Ahora sé que no podré hacerle ninguna pregunta. Me da mucha impresión.

-Mañana, llamalos para preguntar.

-Mañana los llamo para saber cuando me iban a avisar que el profesor había muerto.

-Me diste yuyu con tu historia

-A vos y a mí, hermano, a vos y a mí.

 

 

58 va la segunda y se terminó.


 

Después de la clase que doy desde mi casa, durante la cual vino mi padre en un dos por tres para entregarme dos croissants italianos enormes rellenos de crema pastelera deliciosa y saludarme pegando un grito desde lejos nomás, mis alumnos se presentaron delante la puerta con barbijo y gorro, tapados, bufandas y botas, irreconocibles con los anteojos empañados, para saludarme y ofrecerme flores. Fue una hermosa sorpresa. A buena distancia los unos de los otros, con un letrero simpático saludándome, los invité, pero no quisieron entrar. Covid oblige. La Covid-19 impide a los amigos de verse o de acercarse, o sea que abrazarse ni pensar. No se quedaron más de una media hora, parados, pobres, delante la puerta, sobre las escaleras, sobre la vereda. A pesar del lindo sol, hoy hizo un frío árctico. Una visita que más que un detalle fue un verdadero regalo de la parte de hermosos seres humanos que me emocionó ya que son los primeros alumnos que tuve en mi vida que no habré conocido en persona. Trabajamos juntos 20 horas a la semana a través de la pantalla, ellos también querían conocerme de verdad. Fue un día que empezó con las salutaciones mañaneras de los amigos europeos, las primas argentinas llegaron hacia las seis de la mañana, con besos y tortas virtuales, divinas y atentas me hicieron sonreír por WhatsApp. Durante el día, por los medios sociales, familia, amigos, tangueros, compañeros de trabajo, gente querida me saludaron con amistad. He sentido mucho afecto. Debe ser la pandemia que nos ha vuelto más conscientes de los demás, más cuidadosos con los cariños. Otro cumpleaños, mismo trabajo, mismos amigos, sin embargo, este año he recibido muchos más mensajes cariñosos, saludos, fotos, cartas, bromas, llamadas. He sido agasajada por la gente cerca y lejos de mí.  Antes de terminar mi día de trabajo me he comido cuatro empanadas absolutamente deliciosas que tenía guardadas para la ocasión. Por el toque de queda, mis hijos vendrán mañana, todo en todo un cumpleaños hermoso.

jueves, 28 de enero de 2021

58. Entra la primera

Yo lo noto: cómo me voy volviendo

menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.

Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

Ángel González

Yo lo noto, cómo me voy volviedo menos cierta, confusa, olvidadiza, pesando más en el aire cotidiano, mi cuerpo anteriormente ágil, se hace lento, torpe, pesado dije. Como atraído por la tierra, todo para abajo cuando al contario quisiera saltar. Ya no puedo. Yo lo noto, me voy volviendo menos interesada en nada, aceptando las distancias, las despedidas, las pérdidas también. Tomando consciencia de los muchos errores y algunos aciertos también, tan pocos, pobres que apenas me sale una sonrisa de costado. Mirándome al espejo, notando no tanto jirones deshilachados sino relieves nuevos. El tiempo sinvergüenza sabe que tiene la culpa. Pero eso sí es lo de menos. El corazón lo tengo que late, déjalo latir, miente mi soñar, déjame mentir, late un corazón, porque he de verte nuevamente, miente mi soñar, porque regresas lentamente. Yo comprendo: he vivido un años más, y es muy duro. Mover el corazón, casi cien veces por minuto, todos los días, y para vivir es necesatio morirse muchas veces mucho, y eso sí que lo hice, muchas veces mucho.

miércoles, 27 de enero de 2021

El explorador de las ambigüedades de lo real

 

« En écrivant sur les autres on passe ou peut passer du côté de la vraie torture, parce que celui qui écrit a les pleins pouvoirs et celui sur lequel il écrit est à sa merci. »

 

Emmanuel Carrère me parece fascinante. Sale en busca de alguien, de algo, luego viajando por países donde el alma es inquieta, vuelve con un libro espectacular mitad ficción mitad no ficción. Necesita del viaje para lograr contar lo que pasó, necesita del viaje para perderse en la búsqueda y encontrarse en el libro, cultiva en sus obras una inquietante extrañeza. Me fascina su maestría del idioma, su don para relatar sobre el otro que imagina con inteligencia,  siempre aprecia las zonas grises, turbias de la historia y del alma. Estoy leyendo Limonov y mientras nos lo entrega, se da él. Fascinant, dije, absolument fascinant.


«Je peux répéter sur tous les tons que Limonov, par exemple, existe, cela n’empêche pas que le Limonov de mon livre soit en partie le Limonov réel et en partie une créature de mon imagination. Moi-même, je ne sais pas trop où s’arrête l’un et où commence l’autre. Je suis bien obligé d’admettre qu’il n’y a pas de frontière nette entre l’un et l’autre. Cette ambiguïté-là est propre à la littérature. Elle n’existe pas au cinéma. Les critiques peuvent toujours vous dire que c’est compliqué, que les frontières entre documentaire et fiction sont de plus en plus floues, cela n’empêche pas qu’il y en a une, de frontière, et qu’elle est en réalité très nette. Un film de fiction, c’est un film dans lequel les personnages sont joués par des acteurs. Un documentaire, c’est un film où on voit les vrais personnages. À mon avis, c’est aussi simple que ça, et je vous mets au défi de me citer des films qui échappent à cette classification binaire.»

Extrait d’«Il est avantageux d’avoir où aller»


martes, 26 de enero de 2021

Quand Marc Séguin lit Jacques Ferron | Le chien gris


(1975)

Si yo no lo conocía bien  a Ferron, mi padre en cambio sí. Ya le voy preguntar. Lo que sé, por conocerlo un poquito es que Jacques Ferron tenía una cultura impresionante, en sus libros se la descubre al mismo tiempo que revela la cultura de la oralidad de aquí, los mitos fundadores de su gente, las leyendas, intenta volver a las raíces del Quebec. Usa de la mitología como un guiño incorporándola a sus cuentos; no es fácil leer sus libros, son densos y hay que ir paso a paso; su literatura es desconcertante, culmina en una imaginación impagable, pintoresca, sardónica, fantasmagórica, chispeante de inteligencia y emoción. El lector se sumerge en sus mundos predilectos que impregnan la obra: la península de Gaspé, los suburbios de Montreal, la medicina, la locura, el infierno; era un médico que había trabajado muchos años en uno de los barrios más pobres de los suburbios de Montreal. Y en la época, se quedaba en su consultorio, situado en un sótano algo sórdido, para escribir. Un médico que trabajó en un hospital siquiátrico absolutamente fascinado por la locura. Cuando conversaba, tenía una voz baja, un murmullo apenas, lenta, había que acercarse para oírlo bien y ahí se podía sentir su ternura, su ironía, su compromiso político y su gran conocimiento de la historia de su región, de su pueblo. Era un nacionalista socialista y pacífico, convencido de la necesidad de separar la provincia del resto de la confederación canadiense porque tenía miedo a que el Quebec se transforme en una Escocia resentida. Pero su militancia fue ambigua, irónica. Fundó el partido Rinoceronte que fue una sátira de la política convencional.  Cuando pudo, usó de su notoriedad para intervenir en cuestiones sociales: la crisis de octubre de 1970. Mâs adelante, algo pasó en su historia… y es ahí que interviene mi padre.

Ayer mi padre me contó que el padre de Ferron se había suicidado como un  principio de explicación a su propia muerte. Me contó que había sido un notable metido en asuntos no del todo limpios. Quiso decir algo más a ese respecto, pero se calló y se fue. Al final de su vida, Ferron usaba demasiadas píldoras para funcionar, para estar despierto, para dormir. Una depresión que lo dejaba sin inspiración, sin poder escribir. Él, que a partir de los años 40 hasta el final de los 70, había escrito cientos de cuentos, cuarenta obras editadas, un montón de piezas de teatro. La historia de la amistad entre mi padre y su colega le causa dolor a mi padre.  Lo vi en sus ojos. Y si anda sensible es que empezó a escribir a su vez. Escribe sobre su vida y sus recuerdos. Lo hace bien, escribe lindo y ameno. No sabe, me dice, hasta donde llegará, va lento y seguro.

 


lunes, 25 de enero de 2021

Los 100 años de Ferron

 

Jacques Ferron se suicidó. No lo sabía. Fue un shock enterarme por mi padre que, de paso por mi casa para dejarme un paquete, me agradeció el video que le había mandado. Un video de un pintor famoso de aquí, Marc Seguin, que no solo ilustró un cuento de Ferron sino lo leyó enterito y parado delante de una cámara, convocado por la biblioteca nacional de Quebec la cual quiso rendir un homenaje al escritor que el 20 de enero hubiera cumplido 100 años. El video dura más o menos 10 minutos. Es sobrio y el pintor lee el cuento lentamente. Lo que está bien. Se lo mandé a mi padre porque Jacques Ferron era su amigo además de haber sido, en los últimos años, su paciente. Pensé que le gustaría oír la prosa de ese escritor complejo. El cuento es simpático. La reacción de mi padre me sorprendió. 

Mi padre anda sensible. Ya lo explicaré.

Me contó que se mató tomando píldoras; me dijo, entre dos puertas, rapidito, que lo había anunciado en un libro que le dedicó.

Gracias, hija por el video

¿te gustó?

Sabes que me dedicó un libro, ¿no?

Sí, papá, por supuesto.

Ahí anuncia que se matará.

La voz de mi padre estaba conmocionada y algo, en el fondo, resentida.

Yo siempre pensé que se había muerto de viejo, siempre me pareció viejo. Las últimas veces que lo vi, estaba tan alejado del mundo, de los seres humanos, que daba la impresión de una desconexión completa con su entorno.  Por otra parte, era un hombre que siempre me miró a los ojos al hablarme. Lo conocí cuando era muy chica. Apenas cinco años tendría, esa es la edad a partir de la cual me acuerdo de las cosas, si habrá sido antes no lo recuerdo. Íbamos a su casa lejos de Montreal a pasar largas tardes de verano. Me acuerdo estar absolutamente aterrorizada por los gansos que se acercaban cuando llegábamos a su casa que quedaba arriba de una colina en el campo. Me acuerdo de que su mujer, la segunda creo, Madeleine, era muy dulce con nosotros y obligaba a sus hijos, pobres, a ocuparse de Paulina y yo.  Lo que hicieron siempre brillantemente.

Me fijo en la enciclopedia hoy y veo que murió a los 64. Me impresionó saberlo. Casi mi edad. Lo vi por última vez en 1983-1984, un año antes de su muerte. Estábamos en torno de la mesa de comedor de mi padre. Lo veo como si hubiera ocurrido ayer, me pregunta: Inés, ¿qué quieres hacer en la vida? En ese entonces, sin sentir vergüenza, le dije que quería escribir. Vi sus ojos entristecerse. Luego de un suspiro, añadió que al escribir me fijara en escribir frases, párrafos, diálogos que siempre puedan tener dos interpretaciones. Ahí estaba la clave.

Yo le tengo un inmenso cariño a Jacques Ferron y a su familia. Yo era una niña y era un amigo de mi padre, poco o nada sabía del escritor, el polemista, el médico, el político que fue y que dejó su marca en esta provincia. Ese hombre complicado, humano, comprometido, fascinado por su pueblo, su gente, su historia, que escribió tantos cuentos importantes en su escritorio de médico donde recibía a sus pacientes cobrándoles casi nada porque no tenían dinero, fascinado por la locura… me queda ese consejo que no usé de forma adecuada hasta ahora sino que siempre recuerdo.

(Sigue.)

domingo, 24 de enero de 2021

Hallucinose

 

El amor fue tan poderoso que sentía que estabas metido en todas mis células, recorrías mi cuerpo entero por la sangre. Con cada respiración, eras aire fresco y vital para mis pulmones; no sabes cuánto te amé. En mi cabeza, seguías los impulsos de las conexiones entre cada región de mi cerebro en un mapa cerebral creado por mi cariño, ahí estabas presente como una onda intensa viajando de un área a otra. La vista, el olfato, el tacto, el gusto, eras mi sentido del equilibrio. Vivías en mí, pero también fuera de mí derritiendo mi piel con solo mirarme, creando con tu voz una unión tan fuerte entre mi mente y mi corazón que la espina dorsal se me estremecía. Entonces, cuando te fuiste, no, cuando te perdí, tampoco, cuando nos dejamos, lejos de mis ojos, sin tu boca sobre la mía, sin poder pegar mi nariz a tu cuello y respirarte, sin oír las inflexiones de tu voz en el rincón del oído, sin poder tocarte de la punta de mis dedos, la sensación fue la de un cuchillo clavado en todo mi ser. Un dolor tan fuerte que hasta varios años después de tu partida te sentía aún perfectamente como si estuvieras a mi lado. Con el tiempo, el dolor del corte fue transformándose en quemadura y más adelante en punzadas más o menos difusas en el pecho. Sin embargo, sigo sintiéndote a mi lado, como un amputado siente la sábana sobre una pierna que ya no existe.  A veces creo verte aparecer en una esquina u oír los tonos graves de tu voz: tu presencia es un dolor fantasma.

sábado, 23 de enero de 2021

Uno (teatro y emoción)


Ante todo,decir que me gusta su voz, tiene un tono que me remueve el alma, su voz tiene esa energía que me hace pensar que es un alma hermana. Es gracioso, no puedo escribir sobre Mani sin llorar, así como he llorado al ver sus obras. Es un fenómeno extraño. Me toca, es inexplicable cuánto me llega a un nivel emocional más que cerebral. Me emociona él, me emocionan sus frases, como las dice, me emociona su teatro, incluso como se mueve, hasta un punto que yo misma no me explico. Luego me gusta su inteligencia.
Mani Soleymanlou es un dramaturgo, un actor, un joven (ya no tanto supongo) que está en mil proyectos, tiene mil ideas y en el 2011 presentó una pieza de teatro que llamó Uno. Uno, como la primera… Desde esa fecha escribió nueve piezas de teatro, la última lleva el número cero. No sé cuándo vi la primera obra, sé que estaba sola en un teatro chico, en el centro sur de Montreal, un lugar donde no solía ir a menudo.  La turbación fue tan fuerte que tuve que quedarme sentada varios minutos al terminar la pieza antes de poder poner cara humana, estaba completamente sobrepasada por la emoción. Algunas frases de su monólogo me persiguieron mucho tiempo, frases contundentes, cortas, que transmitían en pocas palabras un mundo, un condensado de una realidad, un estado de ánimo que resonó muy fuerte conmigo. En el teatro me hablaba a mí, de mí.
Me acuerdo haber pensado esa vez que no es tanto lo que se oye sino lo que no se oye que importa en el teatro y le da esa dimensión de universalidad. Porque, aunque pensé que solo yo podría comprender su texto, su historia, me di cuenta de que la obra resonaba con mucha gente, gente que no había vivido cosas similares.  
Un niño nacido en Teherán crece en París, lo transportan luego a Toronto para acabar en Montreal varios años después. Habla de su historia y de como la vivió. Habla de su idioma, habla de sus idiomas, esos que se fueron colocando sobre la lengua materna, de sus culturas mixtas, cada vez más entrelazadas en su cabeza y corazón con el paso del tiempo y las experiencias vividas en sus diferentes países, habla de fantasía y de realidad, sus recuerdos de una infancia feliz que quedan como momentos fotográficos en la casa de su abuela o de los veranos pasados en Irán. Habla también de cómo lo miran desde aquí, pero también desde allá. Habla preguntándose quién es exactamente. Por su origen le recuerdan constantemente que viene de otra parte cuando ya no es de otra parte, sin ser exactamente de aquí.
Por la pandemia, los teatros están cerrados y toda la cultura está en pausa. Mani Soleymanlou presentó hace muy poco, por Internet, una nueva versión de Uno.  La vi por segunda vez y si la emoción estaba más controlada, me acordé de por qué me había gustado tanto la primera vez. Y volví a llorar. Las preguntas que se hacía me las he hecho yo. Algunas no están resueltas todavía, pero algunas seguirán metamorfoseándose y habrá que seguir pensando. Él sigue creando.

 

 



viernes, 22 de enero de 2021

Televisión

 

Gané

No, perdiste.

No, te digo que gané.

Pero como puedes decir eso, no ganaste, perdiste.

Gané, gané, gané. Lo digo yo. Gané.

No puedes declarar que ganaste cuando no es verdad.

El que miente sos vos, yo gané. Gané y siempre gané.

Me parece que te equivocas. No basta con declarar. Hay que demostrar que ganaste.

Hay mucha gente que me oyó gritar y que piensa como yo que gané. O sea que gané.

No ganaste. Pero la verdad es que de una cierta manera no perdiste del todo, por gritón.

Ves, te lo dije que gané. Y mucho más de lo que piensas.

Vaya nivel de conversación.

¿Así todo el tiempo?

Sip, de ambos lados.

 

Escena en un hospital del este de Montreal, un médico habla con la familia de un paciente en un estado grave. (Historia verdadera y presenciada, qué tristeza)

Lamentamos mucho informarle que su padre está gravemente enfermo de la Covid, está muriéndose.

La Covid es una invención del gobierno, usted es un mentiroso.

Lo siento mucho que piense eso. De qué manera le mentiría. Su padre tiene Covid, usted también dio positivo. Su padre está muy enfermo y esos son los hechos. Es posible que su padre muera esta noche. Quería comunicárselo.

El gobierno le dio la Covid a mi padre.

¿El gobierno? 

Sí, el gobierno.

El médico suspira y dice, mientras se lo pille al gobierno, me haría el favor de lavarse la manos antes de pasar a esta sala por favor.

 

 

jueves, 21 de enero de 2021

Dos más dos más uno.

 

Me acordaba, caminando, volviendo del almacén que queda lejitos de casa pero que tiene pan delicioso, un sueño que había hecho justito antes de despertar esa mañana, donde me leían el tarot. Salía el Loco y yo decía cinco. Ahí me desperté sin entender el significado de ese grito. El Loco, ¿será una carta positiva? Y mientras pensaba, me costaba andar sobre la nieve. Tuve que darle un empujón a las piernas para avanzar, los pies se deslizaban sin retenerse bien en el piso, ya casi rebuznando, le metía fuerza al caminar; ese esfuerzo en las piernas me distrajo un momento del sueño y me llevó a preguntarme a qué me hacía pensar ese caminar penoso: cualquiera pensaría que me muevo sobre arena. Eso es, me exclamé, caminar sobre arena, como esa última vez en la playa… ¿cuándo era? Pero claro, ¡hace cinco años!  El cinco. ¿Por qué habré gritado cinco?  No tiene nada de especial el número cinco, perece un señor panzón con gorra.  Habrá en numerología algún significado secreto que no conozco. Cinco, si salió ese número en mi sueño vendrá algo bueno, seguro. No he terminado mi recorrido hacia mi casa, con el pan en la mano, la nieve en los pies, maldito invierno de mil demonios, que alzo la vista y veo cinco autos estacionados en la esquina de mi calle. Cinco. Número primo. La mitad de diez. Ya, ya, la cuarta parte de veinte. Ajá, sí. Cinco, pienso en todas las cosas que podrían venir de a cinco, pero no se me ocurre nada, ¿qué querrá decir?  El seis son los huevos, tres tiene más historia, todo viene de a tres, el triángulo, los trípticos, las ventanas de mi casa; dos, un número simpático porque dos veces uno. Me parece casi perfecto el dos. Cuatro, regular, cuadrado. Pero cinco. Joder. En ese momento sobre el semáforo peatonal está indicado que me quedan cinco segundos para cruzar antes de la luz roja.

Mamá te llamaron del banco, tenés que volver a llamar.

El banco, qué raro, ¿qué querrán?

Qué sé yo, llamalos

Hola, me acaban de llamar, me han dejado un recado, de qué se trata por favor.

Hola, buenas, señora, para indicarle que usaron su tarjeta de crédito de forma fraudulenta y que el ladrón la usó para pagar un hotel en República Dominicana, 5000$

¿Cuánto?

Le robaron 5000$




miércoles, 20 de enero de 2021

Sobre cosas que ya no hago 2

 

Antes, cuando se podía, en ese otro mundo que era nuestro, cuando me preguntaban de mi fin de semana en el trabajo, solía responder que el domingo había estado en Florida. Era broma, por supuesto, pero cuando recuerdo las milongas de Mon Tango, me viene a la memoria, sol, calor, humedad, risas y buen humor. Tiene muchas ventajas esa milonga, primero me tomaba apenas unos minutos cruzar un parque y llegar al local que vio mis primeros intentos tangueros, la tenía cerquísima; segundo, en invierno, entraba tanto sol y tantos buenos bailarines que la temperatura subía hasta parecerse tropical. Estábamos las mujeres sin medias, sin mangas, con vestidos a escote y seguíamos con calor. Los vidrios empañados con nuestro esfuerzo. Era como tomarse un baño exótico en este país imposiblemente frio. Los últimos años, tres o cuatro, iba, sin excepción, los domingos de tardecita a la clase antes de la milonga y me quedaba bailando hasta las cuatro o cinco de la tarde, terminando el día de reposo cenando en lo de mi padre. Qué buenos domingos. Cerca del bar, los argentinos, ¿por qué será que en todas las milongas?… Hugo, Rubén, Eduardo, buenos bailarines, con estilo, que iban a chamuyar y claro después de tantos años de participar, buenos amigos, linda gente. Por mucho tiempo, fue la única milonga donde iba, mi casa, mi sitio. Le tengo mucho cariño.

 Después de cenar el sábado, me tocaba elegir un vestido adecuado, limpiar y preparar los zapatos, hacerme el pelo o la cara, o los dos, la noche sería larga. El sábado iba al Tango Social Club. Uh, qué buena milonga, milonga en serio, con bailarines en serio, con música en serio, donde bailé tandas memorables con gente que desconocía, milongueros de otros sitios, milongueros que no veía en ninguna otra parte y también donde veía a los amigos. Ahí me tocó bailar con Pablo Verón, que se debe haber confundido invitándome, tomándome por otra persona. El estrés que sentí fue tal que no recuerdo la sensación, solo el sofoco. En esa milonga se organizan festivales y demás tonterías donde no voy, pero es una de las milongas donde había más misterio. Iban muchos jóvenes. Empezaba a las diez, pero nadie se presentaba tan temprano. Buenísimos bailarines. Alto nivel. Buenas noches de mucho, mucho bailar. ¡Ah!, suspiro.

 El jueves por un par de horas me iba chez Coco. Milonguita casi siempre vacía o al contrario repleta, nada en el medio, donde se podía bailar o no. El Dj era de lo más simpático, la organizadora divina: a veces me divertía, a veces regresaba a casa enfurruñada. Siempre algo bailaba sin embargo y si el ambiente no era como el de las otras milongas, bien contentos estábamos los milongueros de tener la posibilidad de salir el jueves. Las clases pre-milongas eran siempre buenísimas, con profes invitados, donde siempre se aprendía algo nuevo e interesante. Lo hermoso de Coco era el teatro donde se realizaba, un teatro de los años treinta con un decor art deco absolutamente hermoso.

Tres veces al año, los tangueros de Montreal estaban invitados a bailar en el teatro St-James en el viejo Montreal. Esplendido. También, para los fanáticos estaba el festival internacional de tango de Montreal, el Bailongo y todos los eventos al aire libre en las plazas y parques de la ciudad en el verano. Tantos, tantos que se me va la cabeza recordándolos.

Al final cuando lo pienso en serio, mi amiga F. tenía razón, salía bastante. No me hace falta, me gusta bailar y si iba tanto era para intentar bailar con lo mejorcito que hay aquí, el mundo está claramente divido en dos, los que bailan bien y los que no. Tanto deseaba yo ir a Buenos Aires para bailar y aprender. Cuando el mundo vuelva a ser mundo, cuando se pueda salir, entonces me pondré a pensar si me hacen falta las milongas o no.



 

 

 

 

 

 

 

martes, 19 de enero de 2021

Sobre cosas que ya no hago


- ¿O sea que no te hace falta nada de antes de la pandemia?, me pregunta F.

-Hacerme falta, no sé, por supuesto que quisiera que la vida vuelva a la normal. No he viajado en el verano. No he viajado ni viajaré en un futuro próximo. Eso me hace falta, pero tampoco es el fin del mundo.

-A mí me desespera no poder ver a gente. Me siento mal.

-Vos tenés chicos chicos y ya no los aguantás, no es lo mismo.

-No te creo del todo, Inés, salías mucho antes de que se cierre todo.

- ¿Hablás de las milongas? Sí, puede ser, las milongas… Algo exagero, sí salía, veía a mi padre, a mis hijos, mucho más que ahora. Me iba al campo, iba a tomar un café en un café con una amiga con cierta frecuencia. Sí, es cierto. Parece tan lejano todo eso, la vida a varios. En regla general era, bueno soy, bastante tranquila, le digo colgando el teléfono.

Pero la verdad es que mi amiga tiene razón. Salía mucho. Iba a las milongas cuatro veces a la semana y en verano más. Lo que pasa es que no me hacen falta. La mayoría del tiempo iba sola. El amor del baile me hacía salir tarde y volver aún más tarde; las milongas y los encuentros, no eran importantes, lo importante era bailar y con quién se bailaba. Nada más. 

Y eso es diferente de la milonga argentina que realmente es una salida social, un tiempo para ver a amigos, conversar, tomar un trago, ojearse a los nuevos, observar las parejitas, viejas o recién formadas. 

Las milongas son un microcosmo, un universo con sus personajes, sus códigos, sus historias. Una persona entra y ya de inmediato sesenta ojos lanzan miradas como rayos x; zum, zum de arriba abajo, en un vistazo ya se analizó un montón de cosas. Los zapatos dan una clave sobre el nivel, el atuendo y la postura: la proveniencia sur o norte y hasta quizás, la nacionalidad, ¿viene sola?, ¿conoce a gente?, todos los ojos, de costado por supuesto, siguen revisando y obteniendo información vital. La inspección dura unos minutos apenas. Si la nueva persona es una mujer, si es joven, habrá quien la invite, alguien se sacrificará para saber si baila bien. Todos los hombres mirarán. Si la persona es mayor, un viejo milonguero, puede ser también una mujer, deberá acercarse para charlar, invitarla a la mesa, de otra manera es poco probable que se anime un bailarín a sacarla si no la conoce o no la ha visto bailar. Si la nueva persona es hombre, su actitud con respecto a los códigos de la milonga, donde se posicionará a mirar, como entrará en la pista, tantos índices reveladores además del cabeceo, claro y más prosaicamente su ropa, son los elementos que jugarán un rol fundamental. Es tonto, pero es así.

Cada milonga es diferente, obviamente, el ambiente, la música, aunque siempre aparezcan los mimos bailarines. En Montreal, no somos más que 600-800 personas que bailamos, sin embargo, cada milonga tiene su estilo. El martes, iba yo a la milonguita Cosy, debajo del puente Jacques-Cartier donde me encontraba con la banda de los argentinos, Gustavo, mi profe, Edgardo y sus amigos. Cosy era de tamaño interesante y tenía una vidriera que se podía levantar en el verano. Santiago, el dueño, fue unos de los primeros en Montreal en abrir una academia por los años 80, siempre abrió milongas por diferentes barrios de la ciudad. Fue, en su época, un bailarín de los buenos, ahora lo llamamos sencillamente Gordo. Santiago ya no enseña, pero sigue queriendo desarrollar el tango aquí apoyando las iniciativas tangueras, las orquestas locales y la difusión en general de esa cultura. A Cosy lo administra él con la ayuda de su mujer, un amor de persona, una búlgara excelente bailarina.

Iba yo a Cosy porque el Dj era bueno, el piso era excelente y siempre bailaba bastante con Gustavo que era un gusto. No es comparable bailar con un verdadero bailarín. En Cosy llegaban tarde los buenos desdichadamente y ya por ser martes no los veía o me tocaba verlos solo un poquito, un momentito antes de que volviera a casa. Siempre me divertía con los muchachos que se quedaban al lado del bar. Me presumían y me hacían sentir como una reina. Lo lindo de Cosy era que me quedaba un ratito nomás, sin tiempo de llevarme un disgusto. Tres horitas de baile y chaú. Lindo. (sigue)

 

Aqui en Cosy, Santiago barbudo detrás del bar, mi profe Gustavo de Balvanera y yo, celebrando el día de los muertos del 2018. 

 

 


lunes, 18 de enero de 2021

Tropezones

 

Las palabras tardan en aprenderse, las estructuras del idioma se adquieren lentamente, el vocabulario y la sintaxis deben encontrar su lugar en el cerebro de los alumnos. Todos estos mecanismos son lentos. Cuanto más avanzo en mi profesión, más me doy cuenta de que tengo que reducir el ritmo. Tengo una clase excepcional, lo que les dé, lo hacen. Lo que les enseñe, lo comprenden. Lo que les pida, me lo dan. Y si gozo, literalmente, de ser su profesor, me doy cuenta que piano piano se va lontano. Son demasiado valiosos para que me equivoque y estropee el frágil equilibrio de la cadencia necesaria.

Ah, ¡la lentitud! Cuánto me ha costado en la vida elegir el bando de lo pausado. Poco a poco estoy llegando a lograrlo, a integrar ese ritmo perezoso, sin suspirar demasiado, sin agitarme de impaciencia. Por cierto, mi naturaleza es acelerada, entusiasta, viva, energética. Me muevo, hablo, me como el mundo. Sin embargo, si quiero enseñar o bailar correctamente, debo ir más despacio, cada vez más.

Sé que es de buen gusto elogiar lo lento, lo disfrutado, lo observado, lo catado. Osías el osito en mameluco fue el primero para mí que pidió tiempo no apurado, tiempo sin despertador. También se sumaron los poetas, los novelistas, Milan Kundera decía que cuando uno intenta olvidar algo penoso camina rápidamente, cuando quiere recordar algo bonito afloja el paso, los filósofos de Confucio a Alain...  Sé que caminar con tiempo, dejarse impregnar de lo que nos rodea, dejar al tiempo el tiempo de colocar las cosas en su sitio, seguir los entresijos de las cosas sin perder la calma, dejar llegar la luz del invierno que se deja caer somnolientamente sobre la ciudad, dejar que el corazón lata pausadamente irrigando correctamente todos los circuitos de nuestro cuerpo es mejor que hacerlo saltando vallas.

Por supuesto, no se puede estar contra la virtud, sin embargo, a veces siento que soy un caballo que piafa, que echa por las narices un montón de aire ruidoso. Como contenerme, como aprende a frenar. ¿Rindiéndome a los sueños?


domingo, 17 de enero de 2021

Still standing. La saga del piso de la calle San Juan.

 

Un departamentito de apenas unos metros cuadrados, aunque bien localizado en el centro de la ciudad, arrastra una carga que fue aumentando a medida que la vida se fue desplegando. El piso de la calle San Juan es chico pero pesado. La historia de estas cuatro paredes y de un cielorraso, en un inmueble masomenito por mal hecho, es insólita. 

Primera parte

Enero del 2003, una reunión privada en el oeste de París. Una mujer encerrada con una vidente en un cuarto pequeño, un escritorio, hablan. Es el cumpleaños de la mujer y esta lectura es su regalo de cumpleaños. Momentos antes de entrar en el escritorio, la mujer al conocer cuál sería el punto culminante de la fiesta se había quedado muda de la sorpresa. El asombro fue tal que le costó jugar el juego. Como fue la primera en pasar a hablar con la vidente, puso buena cara.

-O sea que me debo relajar con respecto a mi hijo, ¿eso me dice?

-Sí, sí, señora no veo nada malo para el niño. Al contrario, no se preocupe. Su ansiedad es lo que tiene que controlar.

-Ah, mi ansiedad, eso tiene razón.

-Sin embargo, algo veo; su madre no vive cerca de Ud, ¿no? Veo algo relacionado con propiedad.

- Mi madre no tiene ninguna propiedad, no entiendo lo que me dice.

-Le digo que algo va a ocurrir con una casa, un departamento. Veo papeles. Una propiedad suya.

-Ajá, se lo contaré. Gracias.

La mujer sale de la pieza ya preparando por anticipado la conversación divertida que tendría con su madre que vive en otro país, eso sí. “Ah que no sabías, madre querida que vas a tener cuestiones de tramitación y papeleo con respecto a tus propiedades, te lo digo yo”.

Segunda parte.

Junio del 2004, Marta Inés, en Tucumán, en la casa de su hermana Silvia, conversa con su sobrino Alberto. Éste le presenta un boleto de compra que tiene guardado debajo de su cama, Alberto guarda muchas cosas, quizás demás, debajo de su cama, pero en este caso fue un gesto bienvenido. –“Mirá, tía, esto muestra que has comprado un departamento sobre la calle San Juan. Se terminó el inmueble."

Y ahí, Marta Inés, de repente, se acuerda haber hecho la compra de un piso en un edificio que se iba a construir en el centro de Tucumán. Proyecto que fue interrumpido por la quiebra de la sociedad constructora en los años 90. Se había olvidado.

Estupefacción familiar y general. Un departamento existe y se piensa que con el boleto de la compra se puede iniciar la oficialización de la propiedad. Una sobrina le ofrece representarla en los trámites por venir. La saga del depto. comienza.

Tercera parte.

A pesar de haber iniciado los trámites de titularización de la propiedad, todavía no pasa por los tribunales el caso y en Canadá, Marta Inés, con la ayuda de la familia, recibe algo de dinero del alquiler del departamento. Con ese dinero cuenta viajar más a menudo a la Argentina y escaparse del invierno. El caso judicial ronronea, los abogados piden paciencia. 2006-2007-2008-2009… lo años pasan y no pasa nada con los trámites. Nada de nada.

La vida se hace larga. 

Cuarta parte

Mayo del 2015, Marta Inés Aragón fallece de un paro cardio respiratorio en Tucumán y su hija mayor se encarga de pedir un poder para ocuparse del departamento que sigue aún sin propietario oficial. Además de un titulo de propiedad ahora se necesita un juicio en sucesión. En los pocos días de estar en Argentina para los obsequios de su madre, se encuentra con un escribano, un abogado y habla con la prima que tiene todavía el poder. El departamentito sin dueño tiene un inquilino, un arquitecto que lo cuida y lo arregla. Luego, desde lejos, la  hija canadiense persigue al abogado por todos los medios que le dice que el juicio en propiedad fue rechazado por la corte. Nadie se ocupa del pobre depto.

Quinta parte.

Agosto del 2018, Tucumán, el inquilino cuidadoso está por irse del departamento después de tres años de vivir en el pisito. Los hermanos y familiares que se ocupaban del piso se pelean y por muchos meses no se hablarán. Nadie sabe quién tiene las llaves. El pisito resiste al tiempo, abandonado, sin dueño, sin ocupantes, pero en pie. 

Epilogo

Querría acordarme hoy la conversación que tuve con la bruja esa tarde de enero del 2003, exactamente ¿qué fue lo que me dijo? Como no le presté atención, no sé si terminaba bien la historia. La verdad es que nunca supe bien los detalles de la compra, ni antes ni después de la muerte de mi madre, ni como fue, cuanto pagó por el departamento, cuando lo compró, no tengo ningún detalle.  Hoy este piso representa un peso para mí,  no somos propietarios, no tenemos ningún documento que nos permita venderlo y como somos tres herederas, no lo puedo abandonar. Por cierto, el piso existe, sirvió, pero ahora seguimos empantanados con los documentos que nos faltan, que no existen y que no nos quieren dar ¿Qué pasará con el pisito de la calle San Juan y ahora, ¿qué? Se piensa que el camino más sencillo sea, quizás, un juicio de prescripción adquisitiva probando que tenemos posesión veinteñal no interrumpida. Veinte años casi, gente. Vamos a ver si terminamos este asunto.

Et vogue le navire...




sábado, 16 de enero de 2021

Olvido


 -¿Amor, todo bien?

-Sí.

-Te llamo para contarte algo que se me ocurrió esta mañana.

-Ajá.

-Lo que pasa es que, en este momento preciso, se me olvidó.

- ¿Era con respecto a la nieve?

-Oh, ¿has visto? la nieve, preciosa, no, nada que ver. Pero hoy salí a caminar algo tarde y las fotos salieron de color azul. Será porque no puse flash, ¿qué pensás?

-No tengo la menor idea.

-Todos los chicos de mi barrio haciendo muñecos de nieve. He visto como treinta muñecos en el camino. Cayeron bastantes centímetros.

-Estamos a mediados de enero.

-Claro, sí, pero es la nevada más importante que hayamos tenido.

- ¿Tendría que ver con algún libro o película que hayas visto?

-Podría ser, podría ser. Ayer tarde, tarde, vi un documental sobre el trompetista Lee Morgan. Un chico virtuoso a los 16 que empezó a tocar con Dizzy Gillespie, fenomenal el pendejo hasta que empezó a drogarse con heroína y ahí empezó a irle mal. Lo despidieron de su grupo los Jazz Messengers y casi se va a la mierda cuando surge una mujer que lo toma bajo su ala y lo ayuda. Se terminan casando. Una mujer mayor, del sur de los EE.UU., Helen se llamaba

-¿ A qué viene la historia de la mujer? 

-La mujer lo mató. Delante, no,  dentro de un bar. Paf, un tiro y lo mata. El pobre tenía 33 años.

-Ah, eso sería lo que me querías contar, que me quieres matar.

-Podría ser, podría ser. La verdad es que Helen no se quedó en la cárcel mucho tiempo, o sea que cuidadito se te portás mal conmigo… Ah hablando de muerte: se murió Juan Carlos Copes.

- ¿El bailarín de los espectáculos de tango cursis?

-Fue pionero del tango de escenario, sí. Un bailarín importante. Hizo conocer el tango fuera de la Argentina. En serio fue importante. Su compañera fue María Nieves, una leyenda, una ídola total.

-Esos shows fueron un espanto.

-Esos shows dieron trabajo a muchos bailarines de tango en Argentina. En un momento que se estaba muriendo el baile. Ahora se lo baila por todas partes. Se hizo conocer fuera de las milongas de Buenos Aires donde solo bailaban unos cuantos viejos.

-Le das mucha importancia al dicho bailarín.

-Fue importante, te digo. Hoy me quedé escuchando música bonita todo el día mientras me ocupaba de la casa. Anton Karas por ejemplo

-Estás bloqueada en los años cuarenta. Bueno, Nena ¿Todavía no te acuerdas? Porque voy a volver a mis cosas, cuando lo recuerdes, volveme a llamar,

-Seguro que en el medio de la noche lo recuerdo, o en algún momento que no tiene nada que ver. Era algo divertido, te lo aseguro.

-Sí, sí, hasta mañana, Inés

-Ay, amor, hasta mañana.





 

 


viernes, 15 de enero de 2021

¿Quién dijo miedo?

 

Como estos días solo existe una enfermedad en el planeta y que la gente no tiene derecho a enfermarse, cuando Charlie se quejó de sentirse mal, el pecho oprimido, fiebre y malestar general, no hubo otra que de pedirle que se haga un test. Si nos dan un resultado positivo, los dos tendremos que quedarnos en casa confinados 10 días.

Hoy al salir, me encontré con una colega que vive cerca de mi casa. Cuando le conté que Charlie andaba mal, lo vi en sus ojos, el miedo, gente. El miedo. Imperceptiblemente, su cuerpo se echó un poco hacia atrás, los hombros se pusieron tensos. Puso la mano sobre el barbijo para ver si estaba bien puesto.  En los ojos, se veía en sus ojos que ya no estaba tan contenta de verme. Yo era el peligro, un peligro que ya no era solo supuesto sino real. El virus andaba probablemente encima de mí, cabalgando por mis vías respiratorias. Por mi boca, mi nariz, mis manos. Al verla tan molesta, me alejé, ya estábamos a más de dos metros, pero me aparté muchos más. No obstante, el miedo ya se había instalado entre nosotras dos: un miedo neurótico, desproporcionado, él de la imaginación, el peor de todos. Un miedo de un problema posible y no cuantificable.

Mirándola consideré lo que trasmitía su energía: como todas las emociones humanas el miedo admite graduación. ¿A qué nivel estaría mi camarada de trabajo? Riesgo, aprensión, temor, peligro, terror, no claro, no había terror en sus ojos sino susto. El timbre de su voz se hizo más alto, los ojos distraídos, los músculos tendidos, una postura adaptada a la posibilidad de tener que salir corriendo, joder. Sin embargo, dominó algo su temor y terminó de hablar como si fuéramos dos personas civilizadas y no como seres en peligro en una selva en frente a un león.

Me despedí cordialmente y me puse a pensar en el miedo que vivimos desde hace 8 o 9 meses. Un miedo colectivo entretenido por los medios de información de masa, estamos en una distopia. Un miedo como construcción social haciendo estallar pánico en la población, una especie de dominación política soft y de control social oportunista: los montrealeses se portan bastante bien (yo incluida) respetando las directivas de la Salud pública, qué remedio.

El miedo existe en la calle, en la tele, en los hospitales, en el cansancio de las enfermeras y de los médicos, en los pasajeros del metro que se observan unos y otros con recelo, en las colas que se forman por todas partes.  Estamos constantemente advertidos que la enfermedad puede contagiarse en cualquier lugar, en cualquier momento, todo es verdad por supuesto. Pero ¿cuál es la dimensión de la amenaza, por favor? La alarma se mantiene con el recuento diario del número de pacientes afectados, internados o muertos en la provincia. Estamos en el Quebec a 40 muertos por día, una cifra elevada y eficaz.

Aún más torcido, el gobierno ha producido unos cuestionarios para entrar en ciertos lugares donde se encuentran siempre las mismas preguntas (yo las tuve que hace a diario a mis alumnos antes de empezar la clase) : ¿siente dolor de garganta, tiene fiebre, se siente cansado? Termina la encuesta con ¿ha estado en contacto con una persona que ha contraído la Covid?  Y los que preguntan no pueden dejar de usar un tono desaprobador. Como si haber contraído la Covid era un pecado mortal, una infamia, un defecto de carácter y no una enfermedad.

Yo soy de pensar, eso funciona para mí, que dejo de tener miedo de aquello que se ha aprendido a entender.  Con mejor información, lo tendríamos menos metido en el cuerpo.

Si por si acaso Charlie sale positivo…

 

FEAR (Raymond Carver)

Fear of knowing the danger

Fear of falling

Fear of the worst case scenario

Fear of what the doctor says

Fear of many months of healing

Fear of the unstable ankle

Fear of stepping back on your board

Fear of doing it again

Fear of everyone watching

Fear of knowing the possibilities out there

Fear of should I hold on or should I bail

Fear of fear.

jueves, 14 de enero de 2021

For all things change, making way for each other.

 

Una frase leída en la primera página del libro que me encontré hace unas semanas en mi biblioteca, donación de nuestra amiga Anna, me dejó suponiendo de inmediato que el argumento no sería convencional o que nada sería predecible. Desde el primer momento supe que me embarcaba en una historia cuya lectura me desconcertaría. Lo que no sabía era hasta qué punto. Tuve que leer el título dos veces antes de darme cuenta que no lo entendería y la primera página varias veces. Pensé, como puede ser que después de tantos años de leer en inglés, me deje tan perpleja una página, que no entienda un principio. Intuí que el libro sería interesante, intuí también que no sería fácil. Sentí el genio, juro, lo sentí desde el primer momento.

 

“One beginning and one ending for a book was a thing I did not agree with.”

 

A Swim-Two-Birds es una novela rica densa poética. La leí de a pedazos, protestando, releyendo, riendo a veces a pesar de que sintiera que perdía mucho de la ironía por no saber más de la cultura y de lengua irlandesa, maravillándome otras, y enojándome muchas más ya que su estilo me resultó arduo, mezclado con expresiones gaélicas, estructuras extrañas para una lengua inglesa donde se siente la influencia del irlandés, del tono irlandés, de la sintaxis irlandesa. El idioma fue el primer shock, el lenguaje de la novela siempre hace que el otro idioma de O'Brien parezca transparente. Para el autor, la lengua irlandesa es como un material que se puede trabajar de la misma manera que se aplicaría una capa de pintura antes de la capa final o como se consideraría la construcción de una subestructura de un edificio. Y eso me pareció de los más interesante viviendo en un lugar cuyo francés anda también alimentado por el inglés. El pasaje del libro sobre los pájaros me pareció hermoso y representativo de esta alianza.

Y hablando de estructura, Flann O’Brien nos da cuatro libros en uno. Y en esto me pareció increíblemente  peculiar.  Hay que leer el libro con un cinturón de seguridad porque uno se puede perder fácilmente entre los relatos variados, los personajes, las intrigas. ¡Qué paseo! Cuatro libros dije: su libro; el libro del estudiante universitario de la primera página quejándose de como escribir el comienzo de su libro, luego los de los tres personajes de los tres comienzos diferentes, ellos también escribiendo y proponiendo personajes. El Pooka, el diablo; John Furriskey que en realidad es un creación de otro personaje fictivo Dermot Trellis; Finn Mac Cool (el personaje legendario) y de una multitud de otros personajes que sirven para mostrar y hablar de la sociedad en la que vive: de literatura, de teatro, de poesía, de legados, de las pulsiones, de leyendas, del alcohol de los pubs irlandeses, de las mujeres. Personajes que llegan en algún momento a encontrarse e interrelacionarse, personajes que se independizan de su creador, en un laberinto de lo más entrelazado entre mundos legendarios y modernos, juego, crimen, sangre, poesía. Y siempre, como una brisa, las reflexiones del estudiante sobre lo que es escribir, sus progresos literarios como una forma de evasión de su vida monótona con su tío desconfiado y tradicional, y claro también de sus escapadas por los pubs.

“Evil is even, truth is an odd number and death is a full stop. When a dog barks late at night and then retires again to bed, he punctuates and gives majesty to the serial enigma of the dark, laying it more evenly and heavily upon the fabric of the mind.”

Me ha costado leer este libro. Seguir la trama sin perderme. Pero no me arrepiento haberlo hecho. Es una joya de ideas y pensamientos originales sobre el arte de escribir, sobre la literatura, sobre la sociedad irlandesa de O’Brien con sus particularidades propias. O’Brien escribe frases hermosas, directas, fuertes y a veces sobrecogedoras. La sátira, su talento cómico, su talento pleno y entero han hecho me quede pensando, sorprendida con el ingenio de ese autor. Yo sabía, cuando abrí el libro que algo se tramaba, lo supe, sí, sí.

 

 

miércoles, 13 de enero de 2021

Elena

 

Cuando mi hermana Elena se fue a trabajar un año a Escocia con espíritu de aventura, hace unos añitos ya, regresó con un escocés en su valija. Y pedazo de hombre resultó el cuñado:  un hombre alto, grandote; cuando mis hijos, mi hermano Sebastian se ponen a su lado, estamos en Brobdingnag; Dean es una persona jovial, divertida y super tranquila. Él parece totalmente satisfecho con su vida todo el tiempo y pienso que esa actitud la relaja a Elena. Las fiestas que organizaron fueron memorables haciéndonos descubrir sus whiskies preferidos. El cocinero adoptó a toda la familia y qué familia y qué comida nos hace. Ahora los dos viven en Verdun, un barrio sureño cerca del río donde crían a Alfie. Se compraron una casita hermosa, que pagan con dificultad puesto que la pandemia interrumpió el trabajo de Dean desde el mes de marzo y si Elena trabaja, sigue siendo la mitad de lo que tenían hace unos meses. Dean, harto de esperar que mejore la situación para los restaurantes, decidió estudiar para ser plomero y me parece una excelente idea. Donde vaya y haga lo que haga, nadie lo va a entender con su acento. Qué gracioso. Elena trabaja desde casa y el papá se ocupa del niño. Qué bien se la ve a mi querida Elena. Hoy cumple 39 años y espera su segundo hijo para el mes de junio. Está hermosa y feliz. Es una mamá realizada y cariñosa, atenta. El primer hijo de los McCrudden es una maravilla de bebé risueño ademâs de ser el amor absoluto de mi vida. Cuando la fui a ver al hospital al nacer Alfie, me enamoré ahí mismo para la vida de mi sobrino. Esperan una hija según la ecografía y la estamos esperando. Mis hijos adoran a Elena, fue el vínculo entre las generaciones. Mi papá, el patriarca, Elena la tía comprensiva y amiga. Mis hijos se sintieron incluidos y comprendidos gracia a su inteligencia emocional. La quiero tanto. Le deseo tanto bien, un embarazo sereno y la realización de sus proyectos. Hoy, un día de invierno suave, que sea un buen presagio para el futuro.