Antes,
cuando se podía, en ese otro mundo que era nuestro, cuando me preguntaban de mi
fin de semana en el trabajo, solía responder que el domingo había estado en
Florida. Era broma, por supuesto, pero cuando recuerdo las milongas de Mon
Tango, me viene a la memoria, sol, calor, humedad, risas y buen humor.
Tiene muchas ventajas esa milonga, primero me tomaba apenas unos minutos cruzar
un parque y llegar al local que vio mis primeros intentos tangueros, la tenía
cerquísima; segundo, en invierno, entraba tanto sol y tantos buenos bailarines
que la temperatura subía hasta parecerse tropical. Estábamos las mujeres sin
medias, sin mangas, con vestidos a escote y seguíamos con calor. Los vidrios
empañados con nuestro esfuerzo. Era como tomarse un baño exótico en este país imposiblemente
frio. Los últimos años, tres o cuatro, iba, sin excepción, los domingos de
tardecita a la clase antes de la milonga y me quedaba bailando hasta las cuatro
o cinco de la tarde, terminando el día de reposo cenando en lo de mi padre. Qué
buenos domingos. Cerca del bar, los argentinos, ¿por qué será que en todas las
milongas?… Hugo, Rubén, Eduardo, buenos bailarines, con estilo, que iban a
chamuyar y claro después de tantos años de participar, buenos amigos, linda
gente. Por mucho tiempo, fue la única milonga donde iba, mi casa, mi sitio. Le
tengo mucho cariño.
Tres veces
al año, los tangueros de Montreal estaban invitados a bailar en el teatro St-James
en el viejo Montreal. Esplendido. También, para los fanáticos estaba el
festival internacional de tango de Montreal, el Bailongo y todos los eventos al
aire libre en las plazas y parques de la ciudad en el verano. Tantos, tantos
que se me va la cabeza recordándolos.
Al final
cuando lo pienso en serio, mi amiga F. tenía razón, salía bastante. No me hace
falta, me gusta bailar y si iba tanto era para intentar bailar con lo mejorcito
que hay aquí, el mundo está claramente divido en dos, los que bailan bien y los
que no. Tanto deseaba yo ir a Buenos Aires para bailar y aprender. Cuando el
mundo vuelva a ser mundo, cuando se pueda salir,
entonces me pondré a pensar si me hacen falta las milongas o no.
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