Un
departamentito de apenas unos metros cuadrados, aunque bien localizado en el
centro de la ciudad, arrastra una carga que fue aumentando a
medida que la vida se fue desplegando. El piso de la calle San
Juan es chico pero pesado. La historia de estas cuatro paredes y de un cielorraso,
en un inmueble masomenito por mal hecho, es insólita.
Primera parte
Enero del 2003, una reunión privada en el oeste de París. Una mujer encerrada con una vidente en un cuarto pequeño, un escritorio, hablan. Es el cumpleaños de la mujer y esta lectura es su regalo de cumpleaños. Momentos antes de entrar en el escritorio, la mujer al conocer cuál sería el punto culminante de la fiesta se había quedado muda de la sorpresa. El asombro fue tal que le costó jugar el juego. Como fue la primera en pasar a hablar con la vidente, puso buena cara.
-O sea que me
debo relajar con respecto a mi hijo, ¿eso me dice?
-Sí, sí, señora
no veo nada malo para el niño. Al contrario, no se preocupe. Su ansiedad es lo
que tiene que controlar.
-Ah, mi ansiedad,
eso tiene razón.
-Sin embargo,
algo veo; su madre no vive cerca de Ud, ¿no? Veo algo relacionado con
propiedad.
- Mi madre no
tiene ninguna propiedad, no entiendo lo que me dice.
-Le digo que
algo va a ocurrir con una casa, un departamento. Veo papeles. Una propiedad
suya.
-Ajá, se lo
contaré. Gracias.
La mujer sale de
la pieza ya preparando por anticipado la conversación divertida que tendría con
su madre que vive en otro país, eso sí. “Ah que no sabías, madre querida que
vas a tener cuestiones de tramitación y papeleo con respecto a tus propiedades,
te lo digo yo”.
Segunda parte.
Junio del 2004, Marta
Inés, en Tucumán, en la casa de su hermana Silvia, conversa con su sobrino Alberto. Éste le presenta un boleto de compra que
tiene guardado debajo de su cama, Alberto guarda muchas cosas, quizás demás, debajo de su cama, pero en este caso fue un gesto bienvenido. –“Mirá, tía, esto muestra que has comprado un
departamento sobre la calle San Juan. Se terminó el inmueble."
Y ahí, Marta Inés, de repente, se acuerda haber hecho la compra de un piso en un edificio que se
iba a construir en el centro de Tucumán. Proyecto que fue interrumpido por la quiebra de
la sociedad constructora en los años 90. Se había olvidado.
Estupefacción
familiar y general. Un departamento existe y se piensa que con el boleto de la compra se puede iniciar la oficialización de la propiedad. Una sobrina le ofrece representarla en los trámites por
venir. La saga del depto. comienza.
Tercera parte.
A pesar de haber
iniciado los trámites de titularización de la propiedad, todavía no pasa por
los tribunales el caso y en Canadá, Marta Inés, con la ayuda de la familia, recibe
algo de dinero del alquiler del departamento. Con ese dinero cuenta viajar más
a menudo a la Argentina y escaparse del invierno. El caso judicial ronronea,
los abogados piden paciencia. 2006-2007-2008-2009… lo años pasan y no pasa nada
con los trámites. Nada de nada.
La vida se hace larga.
Cuarta parte
Mayo del 2015,
Marta Inés Aragón fallece de un paro cardio respiratorio en Tucumán y su hija mayor se
encarga de pedir un poder para ocuparse del departamento que sigue aún sin
propietario oficial. Además de un titulo de propiedad ahora se necesita un juicio
en sucesión. En los pocos días de estar en Argentina para los obsequios de su
madre, se encuentra con un escribano, un abogado y habla con la prima que tiene todavía el
poder. El departamentito sin dueño tiene un inquilino, un arquitecto que lo
cuida y lo arregla. Luego, desde lejos, la hija canadiense persigue al abogado por todos los medios que le dice
que el juicio en propiedad fue rechazado por la corte. Nadie se ocupa del pobre depto.
Quinta parte.
Agosto del 2018,
Tucumán, el inquilino cuidadoso está por irse del departamento después de tres años de
vivir en el pisito. Los hermanos y familiares que se ocupaban del piso se pelean y por
muchos meses no se hablarán. Nadie sabe quién tiene las llaves. El pisito
resiste al tiempo, abandonado, sin dueño, sin ocupantes, pero en pie.
Epilogo
Querría
acordarme hoy la conversación que tuve con la bruja esa tarde de enero del
2003, exactamente ¿qué fue lo que me dijo? Como no le presté atención, no sé si
terminaba bien la historia. La verdad es que nunca supe bien los detalles de la compra, ni
antes ni después de la muerte de mi madre, ni como fue, cuanto pagó por el departamento, cuando lo compró, no tengo ningún detalle. Hoy este piso representa un peso para
mí, no somos propietarios, no tenemos ningún documento que nos permita venderlo y como somos tres herederas, no lo puedo abandonar. Por cierto, el piso existe, sirvió, pero ahora seguimos empantanados con los documentos que nos
faltan, que no existen y que no nos quieren dar ¿Qué pasará con el pisito de la
calle San Juan y ahora, ¿qué? Se piensa que
el camino más sencillo sea, quizás, un juicio de prescripción adquisitiva probando
que tenemos posesión veinteñal no interrumpida. Veinte años casi, gente. Vamos a
ver si terminamos este asunto.
Et vogue le navire...
Todo lo que empieza, termina alguna vez, salvo los juicios, en la Argentina, donde hay que probar hasta lo obvio, con testigos y escribanos. Saludos, primá
ResponderEliminar