El sol
volvió después de unos meses de haber desaparecido, se había ido como si fuera
imposible ver nada positivo por estos lares. Fueron largas semanas de cielo
gris, colores plomizos, opacos como solían ser los de los inviernos europeos.
Hoy en este bonito día de sol, aun mejor un sábado, me puse alegre y con ganas de
arreglar el departamento. Tenía que haber sido una tarea rápida, concluida en
un pis pas antes de salir a disfrutar de un día glorioso. Qué ganas de estar
afuera, de caminar. Pero para mi estupefacción el sol me mostró cosas que la luz eléctrica
escondía: vi manchas, polvo, telas de arañas y frenética me puse a eliminar
todos esos hallazgos adversos. Y lo que se anunciaba como una tarea habitual, se
transformó en un trabajo mayúsculo. Sin embargo, me divertí, el sol me seguía
por la casa, las plantas se removían de gusto, los vidrios se pusieron a
relucir, el polvo terminó por desaparecer e incrédula me reía de no haber visto todo eso antes. La casa se puso linda, toda iluminada por los
reflejos del sol. Se me fue el día que se quería deportivo y resultó doméstico.
Bah, pensé no suele ocurrir repetidamente o tanto como debiera. Y algo apurada, me fui a pasear: serán
magníficos los días como los de hoy, no obstante siguen siendo muy cortitos: hubo que apurarse para seguir el caminar de los últimos rayos del sol hacia el oeste.
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