Ante todo,decir que me gusta su voz, tiene un tono que me remueve el alma, su voz tiene
esa energía que me hace pensar que es un alma hermana. Es gracioso, no puedo
escribir sobre Mani sin llorar, así como he llorado al ver sus obras. Es un
fenómeno extraño. Me toca, es inexplicable cuánto me llega a un nivel emocional
más que cerebral. Me emociona él, me emocionan sus frases, como las dice, me
emociona su teatro, incluso como se mueve, hasta un punto que yo misma no me
explico. Luego me gusta su inteligencia.
Mani Soleymanlou es un dramaturgo, un actor, un joven (ya no tanto supongo) que está
en mil proyectos, tiene mil ideas y en el 2011 presentó una pieza de teatro que
llamó Uno. Uno, como la primera… Desde esa fecha escribió nueve piezas de
teatro, la última lleva el número cero. No sé cuándo vi la primera obra, sé que
estaba sola en un teatro chico, en el centro sur de Montreal, un lugar donde no
solía ir a menudo. La turbación fue tan
fuerte que tuve que quedarme sentada varios minutos al terminar la pieza antes
de poder poner cara humana, estaba completamente sobrepasada por la emoción.
Algunas frases de su monólogo me persiguieron mucho tiempo, frases contundentes,
cortas, que transmitían en pocas palabras un mundo, un condensado de una
realidad, un estado de ánimo que resonó muy fuerte conmigo. En el teatro me
hablaba a mí, de mí.
Me acuerdo
haber pensado esa vez que no es tanto lo que se oye sino lo que no se oye que
importa en el teatro y le da esa dimensión de universalidad. Porque, aunque
pensé que solo yo podría comprender su texto, su historia, me di cuenta de que
la obra resonaba con mucha gente, gente que no había vivido cosas similares.
Un niño
nacido en Teherán crece en París, lo transportan luego a Toronto para acabar en
Montreal varios años después. Habla de su historia y de como la vivió. Habla de
su idioma, habla de sus idiomas, esos que se fueron colocando sobre la lengua
materna, de sus culturas mixtas, cada vez más entrelazadas en su cabeza y corazón
con el paso del tiempo y las experiencias vividas en sus diferentes países, habla
de fantasía y de realidad, sus recuerdos de una infancia feliz que quedan como
momentos fotográficos en la casa de su abuela o de los veranos pasados en Irán.
Habla también de cómo lo miran desde aquí, pero también desde allá. Habla
preguntándose quién es exactamente. Por su origen le recuerdan constantemente
que viene de otra parte cuando ya no es de otra parte, sin ser exactamente de
aquí.
Por la
pandemia, los teatros están cerrados y toda la cultura está en pausa. Mani Soleymanlou presentó hace muy poco, por Internet, una nueva versión de
Uno. La vi por segunda vez y si la
emoción estaba más controlada, me acordé de por qué me había gustado tanto la primera
vez. Y volví a llorar. Las preguntas que se hacía me las he hecho yo. Algunas
no están resueltas todavía, pero algunas seguirán metamorfoseándose y habrá que
seguir pensando. Él sigue creando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario