Me parece algo
indecente, ya lo dije anteriormente, que justito después de una catástrofe, un
evento imprevisto, una maldición terrible, un cataclismo, una pandemia, qué sé
yo, vuelva todo a la normal como si de nada. Una tormenta espeluznante tira
árboles centenarios al piso, un viento inenarrable destroza partes de casas, se
corta la luz, no hay agua, me arrodillo de miedo, casi rezo, no lo puedo creer,
y momentos más tarde, sale el sol, así de infeliz, sin una gota de viento, ningún movimiento, la normalidad plácida y usual, como
si lo vivido hubiera sido producto de mi imaginación, como si la Tierra
continuara perfecta y normalmente su curso. Y quedamos aterrados, con lo
vivido, un momento nomás, sin poder reconciliar la experiencia con la realidad.
Y así pasa y quedamos los ojos y boquiabiertos como inquilinos de un universo
demasiado grande o fuerte para nosotros. Las tormentas tienen eso de obsceno,
nos deja atónitos y tan insignificantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario