lunes, 18 de enero de 2021

Tropezones

 

Las palabras tardan en aprenderse, las estructuras del idioma se adquieren lentamente, el vocabulario y la sintaxis deben encontrar su lugar en el cerebro de los alumnos. Todos estos mecanismos son lentos. Cuanto más avanzo en mi profesión, más me doy cuenta de que tengo que reducir el ritmo. Tengo una clase excepcional, lo que les dé, lo hacen. Lo que les enseñe, lo comprenden. Lo que les pida, me lo dan. Y si gozo, literalmente, de ser su profesor, me doy cuenta que piano piano se va lontano. Son demasiado valiosos para que me equivoque y estropee el frágil equilibrio de la cadencia necesaria.

Ah, ¡la lentitud! Cuánto me ha costado en la vida elegir el bando de lo pausado. Poco a poco estoy llegando a lograrlo, a integrar ese ritmo perezoso, sin suspirar demasiado, sin agitarme de impaciencia. Por cierto, mi naturaleza es acelerada, entusiasta, viva, energética. Me muevo, hablo, me como el mundo. Sin embargo, si quiero enseñar o bailar correctamente, debo ir más despacio, cada vez más.

Sé que es de buen gusto elogiar lo lento, lo disfrutado, lo observado, lo catado. Osías el osito en mameluco fue el primero para mí que pidió tiempo no apurado, tiempo sin despertador. También se sumaron los poetas, los novelistas, Milan Kundera decía que cuando uno intenta olvidar algo penoso camina rápidamente, cuando quiere recordar algo bonito afloja el paso, los filósofos de Confucio a Alain...  Sé que caminar con tiempo, dejarse impregnar de lo que nos rodea, dejar al tiempo el tiempo de colocar las cosas en su sitio, seguir los entresijos de las cosas sin perder la calma, dejar llegar la luz del invierno que se deja caer somnolientamente sobre la ciudad, dejar que el corazón lata pausadamente irrigando correctamente todos los circuitos de nuestro cuerpo es mejor que hacerlo saltando vallas.

Por supuesto, no se puede estar contra la virtud, sin embargo, a veces siento que soy un caballo que piafa, que echa por las narices un montón de aire ruidoso. Como contenerme, como aprende a frenar. ¿Rindiéndome a los sueños?


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