viernes, 15 de enero de 2021

¿Quién dijo miedo?

 

Como estos días solo existe una enfermedad en el planeta y que la gente no tiene derecho a enfermarse, cuando Charlie se quejó de sentirse mal, el pecho oprimido, fiebre y malestar general, no hubo otra que de pedirle que se haga un test. Si nos dan un resultado positivo, los dos tendremos que quedarnos en casa confinados 10 días.

Hoy al salir, me encontré con una colega que vive cerca de mi casa. Cuando le conté que Charlie andaba mal, lo vi en sus ojos, el miedo, gente. El miedo. Imperceptiblemente, su cuerpo se echó un poco hacia atrás, los hombros se pusieron tensos. Puso la mano sobre el barbijo para ver si estaba bien puesto.  En los ojos, se veía en sus ojos que ya no estaba tan contenta de verme. Yo era el peligro, un peligro que ya no era solo supuesto sino real. El virus andaba probablemente encima de mí, cabalgando por mis vías respiratorias. Por mi boca, mi nariz, mis manos. Al verla tan molesta, me alejé, ya estábamos a más de dos metros, pero me aparté muchos más. No obstante, el miedo ya se había instalado entre nosotras dos: un miedo neurótico, desproporcionado, él de la imaginación, el peor de todos. Un miedo de un problema posible y no cuantificable.

Mirándola consideré lo que trasmitía su energía: como todas las emociones humanas el miedo admite graduación. ¿A qué nivel estaría mi camarada de trabajo? Riesgo, aprensión, temor, peligro, terror, no claro, no había terror en sus ojos sino susto. El timbre de su voz se hizo más alto, los ojos distraídos, los músculos tendidos, una postura adaptada a la posibilidad de tener que salir corriendo, joder. Sin embargo, dominó algo su temor y terminó de hablar como si fuéramos dos personas civilizadas y no como seres en peligro en una selva en frente a un león.

Me despedí cordialmente y me puse a pensar en el miedo que vivimos desde hace 8 o 9 meses. Un miedo colectivo entretenido por los medios de información de masa, estamos en una distopia. Un miedo como construcción social haciendo estallar pánico en la población, una especie de dominación política soft y de control social oportunista: los montrealeses se portan bastante bien (yo incluida) respetando las directivas de la Salud pública, qué remedio.

El miedo existe en la calle, en la tele, en los hospitales, en el cansancio de las enfermeras y de los médicos, en los pasajeros del metro que se observan unos y otros con recelo, en las colas que se forman por todas partes.  Estamos constantemente advertidos que la enfermedad puede contagiarse en cualquier lugar, en cualquier momento, todo es verdad por supuesto. Pero ¿cuál es la dimensión de la amenaza, por favor? La alarma se mantiene con el recuento diario del número de pacientes afectados, internados o muertos en la provincia. Estamos en el Quebec a 40 muertos por día, una cifra elevada y eficaz.

Aún más torcido, el gobierno ha producido unos cuestionarios para entrar en ciertos lugares donde se encuentran siempre las mismas preguntas (yo las tuve que hace a diario a mis alumnos antes de empezar la clase) : ¿siente dolor de garganta, tiene fiebre, se siente cansado? Termina la encuesta con ¿ha estado en contacto con una persona que ha contraído la Covid?  Y los que preguntan no pueden dejar de usar un tono desaprobador. Como si haber contraído la Covid era un pecado mortal, una infamia, un defecto de carácter y no una enfermedad.

Yo soy de pensar, eso funciona para mí, que dejo de tener miedo de aquello que se ha aprendido a entender.  Con mejor información, lo tendríamos menos metido en el cuerpo.

Si por si acaso Charlie sale positivo…

 

FEAR (Raymond Carver)

Fear of knowing the danger

Fear of falling

Fear of the worst case scenario

Fear of what the doctor says

Fear of many months of healing

Fear of the unstable ankle

Fear of stepping back on your board

Fear of doing it again

Fear of everyone watching

Fear of knowing the possibilities out there

Fear of should I hold on or should I bail

Fear of fear.

No hay comentarios:

Publicar un comentario